- Cubadebate - http://www.cubadebate.cu -

La absolución de Cuba, un especial de la publicación española El Salto

Especialistas cubanos en salud llegan a Sudáfrica para apoyar los esfuerzos para frenar la propagación de COVID-19. Foto: GovernmentZA.

En el trasiego de los primeros días de la cuarentena, un mensaje llegó a mi móvil. Eran ánimos provenientes de Cuba, que cariñosamente me recuerdan que son mi familia. Aquel día había ido al supermercado y recordé mis aventuras en la isla donde el tiempo parece infinito y hacer cola es deporte nacional. Ironías del destino, dos años después yo estaba haciendo cola y algunas lejas empezaban a mostrar signos de desabastecimiento. La realidad acababa de demostrar la fragilidad de los cimientos de Occidente y del país que tanto había sido vilipendiado provenían ejemplos, cuanto menos, a tener en cuenta.

Pese a las debilidades de su sistema, la respuesta sanitaria que ha dado Cuba frente al covid-19 ha sorprendido a partidarios y detractores. Una preparación concienzuda, experiencia frente a otras emergencias y la fortaleza de su sistema sanitario ha permitido no solo aplacar el virus en la isla, sino exportar sus esfuerzos a otros países, otorgándole cierta notoriedad en el mapa internacional. Este hecho ha servido también para ahondar en sus múltiples paradojas, para las cuales se atisba un futuro incierto. Lo que más asombra es cómo parte del discurso que inspiró el sueño revolucionario está más presente que nunca en el debate global.

Cuba en el año 62 D.R.

La isla ha llegado al año 62 desde el triunfo de la Revolución sumida en un mar de contradicciones que ni desde dentro ni fuera parecen converger. Desde que Fidel Castro legara el poder en su hermano Raúl, y a éste le sucediera Miguel Díaz-Canel, la Isla ha emitido tímidas señales de aperturismo. Inspirado en los modelos de China y Vietnam, las reformas estructurales han permitido relajar restricciones sobre la propiedad privada —como el paradigmático caso de la vivienda o el del automóvil—, un impulso en materia de inversión extranjera y ciertas facilidades para abrir pequeños negocios y cultivar tierras por cuenta propia.

La proliferación del turismo supuso un alivio para la estructura económica y social cubana, llegando a registrar en 2017 un récord de 4,7 millones de turistas. Este factor, entre otros, ha conllevado un paulatino y sostenido crecimiento del PIB per cápita, que se ha traducido en una revisión al alza de salarios y pensiones públicas, sostén de la mayoría de la población. Mientras tanto, el modelo de trabajo por cuenta propia parece haber colapsado, el número de remesas se ha disparado y los que pueden aprovechan las salidas al extranjero para abastecerse. Los intentos de liberalización económica han fructificado en una desigualdad difícil de gestionar.

La desaparición de aliados en Latinoamérica también ha supuesto un revés para el Estado socialista. La entrada de Internet y la comprensible tentación de comparar con el vecino ha llevado el debate a una mayor complejidad y polarización. Muchos jóvenes emigran sin retorno o sueñan con hacerlo. A pesar de los intentos de la administración Obama por tender puentes con Cuba y paliar el notorio bloqueo económico, el gobierno de Trump ha aumentado sus esfuerzos por asfixiar la delicada situación. La estrategia republicana ha implicado un pronunciado descenso de turistas norteamericanos, mayores trabas a la importación y a los sectores energéticos y sanitarios. Recientemente, Luismi Huarte, de la Universidad del País Vasco, escribía un lúcido análisis sobre la situación actual del bloqueo. Como se repite desde Oriente hasta Occidente, Cuba no es fácil.

La sanidad pública como puntal

Es conocido el hecho que en Cuba la salud pública es prioridad. No en vano, el desarrollo de la sanidad pública fue una de las patas del programa del Moncada, sobre el que se asientan las ideas de la Revolución. De esta forma, Cuba ocupa la primera posición en camas por número de habitantes de toda Latinoamérica y, según datos de la Organización Mundial de la Salud (OMS), tiene la densidad más alta de médicos del mundo. En términos generales, la organización sitúa al sistema sanitario cubano al nivel de países desarrollados como Dinamarca, Nueva Zelanda o Estados Unidos. La multitud de indicadores positivos ha despertado elogios internacionales. También destaca su implicación en la lucha contra el ébola o su gestión frente al VIH-SIDA.

El sistema sanitario es además una maquinaria engrasada. En las últimas décadas ha enfrentado distintas infecciones virales, con especial atención a las propias del clima tropical. Para frenar el brote del dengue en 1981, imitando las experiencias norteamericanas, Cuba desarrolló su propia industria biotecnológica que daría sus primeros resultados con la producción del Interferón alfa-2b, el cual ha servido para paliar enfermedades virales como la hepatitis B y C, el herpes zóster, el VIH y el propio dengue.

Otro de los factores a destacar de la sanidad cubana es el fortalecimiento de su sistema de prevención, haciendo bueno el dicho de que más vale prevenir que curar. Gran parte del personal sanitario se concentra en torno a los consultorios de los barrios, constituyendo una potente red nacional de atención primaria.

Además de una alta formación, los desastres naturales han proporcionado a la población cubana un entrenamiento a prueba de crisis. La creación de un sistema de emergencias centralizado, coordinado con las administraciones locales, se ha demostrado vital para minimizar los efectos de huracanes.

Por el contrario, las graves deficiencias que cuenta la estructura económica se traducen, a nivel sanitario, en falta de tecnología avanzada, el pobre estado en que se encuentran sus centros médicos y materiales o la recurrente falta de medicinas básicas. Aun así, los hechos y los resultados sostienen la idea de que en Cuba nadie se queda atrás.

Una respuesta modélica

La amenaza del covid-19 ha supuesto una continuación de su programa sanitario y social. La respuesta de las autoridades se ha basado en tres patrones: seguir los consejos de la OMS, anticiparse a las consecuencias y mantener a la población preparada.

Cuando el virus azotaba Wuhan y muchos países miraban de lado, semanas antes de que llegara a la isla caribeña, el gobierno cubano lanzó un plan para hacer frente al covid-19. Entre las medidas adoptadas incluía capacitar al personal médico, adecuar instalaciones públicas en centros médicos y de cuarentena e informar sobre posibles síntomas y actuaciones para prevenir. Al confirmarse los primeros tres casos, importados de Italia el 11 de marzo, se adoptó la estrategia de rastrear y aislar posibles pacientes, así como un programa de pruebas.

Con una veintena de casos se cerraron las fronteras, con la advertencia pública de que este hecho supondría un fuerte impacto a la economía de Cuba. El Ministro de Economía se mostraba franco sobre la situación “no vamos a tener abundancia, ni vamos a satisfacer toda la demanda”, declaraba ante los medios. Siguiendo las directrices de la OMS, el 24 de marzo se estableció una serie de medidas de aislamiento social que incluían la limitación del transporte público, la suspensión de eventos masivos, el cierre de escuelas y universidades. Hasta el 8 de mayo se registraban un total de 1.741 casos, situándose, en términos relativos, como uno de los países con menor propagación del virus en el Caribe y Latinoamérica. Se estima que el pico de contagios se alcance en la primera quincena de mayo, lo cual refrenda la eficiencia de la actuación según los escenarios previstos por modelos matemáticos.

Gran parte de la explicación de estos datos se basan en el sistema de detección primaria. En la actualidad, cerca de diez mil personas están bajo vigilancia médica entre hospitales y aislamiento domiciliario. Además, grupos de estudiantes de medicina visitan diariamente los barrios. “Cada uno de nosotros cubre una manzana. Preguntamos por la salud de la familia, si recientemente han presentado fiebre o algún síntoma respiratorio. Si encontramos un caso, lo reportamos y el médico se dirige a la casa”, declara una estudiante de medicina de La Habana, quien añade que “el estado de ánimo de la población es bastante bueno”. “Están alegres de que pasemos por sus casas, aunque en ocasiones tienen miedo de reportar algún síntoma porque no quieren ser ingresados”.

Entre los medicamentos utilizados destaca el citado Interferon alfa-2b, el cual ha levantado una controversia internacional. Aunque la OMS se muestra prudente y los ensayos clínicos no arrojan resultados concluyentes, el tratamiento fue usado en Wuhan en pacientes con síntomas leves y Corea del Sur. Según medios nacionales, ochenta países se habrían interesado por el fármaco, aunque tan sólo se tiene constancia de que Nicaragua, Venezuela o El Salvador han llegado a importarlo desde Cuba. En España, dicho fármaco está entre los recomendados por la Agencia Española de Medicamentos para tratar el covid-19, a pesar de aludir al genérico Intron A de fabricación irlandesa.

Solidaridad para derribar el bloqueo

Con una situación de relativa calma, Cuba ha ondeado la bandera de la solidaridad internacional, haciendo honor a la vocación de la Revolución. Médicos, enfermeros y tecnólogos cubanos luchan contra la pandemia en Sudáfrica, Jamaica, Italia, Qatar o Andorra. Desde entonces, detractores se han lanzado con feroces críticas que cuestionan el modelo y los románticos hemos optado por aplaudir con emoción el ejemplo. Estas misiones datan de los comienzos de la Revolución, y han atendido al ébola, el sida o desastres naturales principalmente en Lationamérica y África. A raíz del intercambio piloto con Venezuela, Cuba desarrolló la Misión Milagro con la que ha mandado a centenares de miles de sanitarios por el mundo. El éxito no sólo ha sido a nivel humanitario y sanitario, sino que las arcas cubanas han dado buena cuenta de cómo la exportación de profesionales suponía una de las principales fuentes de ingresos. Yelena, natural y residente en Viñales, cuestiona los recelos económicos: “Qué más da si así fuera. Entiendo el concepto de solidaridad como el valor para ofrecer con voluntad lo que tenemos”.

La diplomacia médica ha sido duramente reprendida por el vecino del norte, con una escalada de tensión debido al reciente ataque contra la Embajada cubana en Washington. Por su parte, Cuba ha redoblado sus críticas a EEUU por obstaculizar la llegada de respiradores artificiales y medicamentos. Durante la emergencia sanitaria, han sido diversas las voces para exigir el fin del embargo. Expertos de la ONU han urgido a EEUU a retirar el bloqueo para luchar contra el covid-19, a lo que sólo se oponen la fidelidad de Israel y Brasil, el nuevo aliado. Parece inevitable cuestionarse qué clase de moral aguarda la decisión de mantener sanciones en tiempos de pandemia.

Incertidumbre con esperanza

El pueblo cubano está acostumbrado a convivir con la incertidumbre. Han resistido bloqueos, exilios en masa, la caída del apoyo soviético, huracanes y todo tipo de enfermedades. La crisis sanitaria supondrá recesiones históricas a nivel mundial, con el fantasma del periodo especial acechando en el caso cubano. Las previsiones hablan de un retroceso entre un 3,7% y un 6% del PIB, un derrumbe en la media de los países del entorno.

La crisis está señalando la alta dependencia del país de la importación y la recurrente falta de alimentos. Desde el gobierno se han lanzado planes para intensificar la producción nacional de alimentos y se ha aumentado la cobertura a través de la libreta. “La situación de la comida existía antes, pero se ha comunicado el esfuerzo en distribuir equitativamente lo que tenemos y evitar que haya acaparamiento”, declara Yelena. En cambio, desde La Habana, otra fuente ofrece una visión distinta. “Ir de compra es ver un partido. Los revendedores que hacen colas cuelan a sus semejantes y, muchas veces, son la causa de las riñas. Viven de eso, son legalmente desempleados pero viven mejor que yo, que trabajo para el estado”.

Cada vez son más las voces que desde dentro piden agilizar la capacidad de las empresas en detrimento del control estatal y una revitalización del sistema agrícola y ganadero. El Gobierno también ha puesto el acento sobre el ahorro y el uso racional de electricidad.

Uno de los sectores que será más castigado por la pandemia es el de los cuentapropistas vinculados al turismo. Conductores de colectivos, arrendadores de habitaciones vacacionales y hosteleros tendrán que reintegrarse a los estándares del cubano medio. Los días en que un taxista multiplicaba por veinte el salario de un médico parecen de otra época. Teniendo en cuenta su capacidad innata para resolver, seguramente hayan encontrado nuevas formas de trabajo en sectores esenciales de forma más sostenible.

Isel, desde La Habana, atisba el futuro con confianza: “No tengo tiempo para lamentarme. Tengo carencias como la mayoría de mis compatriotas, pero nos la agenciamos para compartir lo que tenemos, de esa manera es más llevadero todo”.

Una pregunta para la historia

En mi cuarentena, he rescatado una lectura que compré mientras paseaba por las calles de Holguín: Cien horas con Fidel, una entrevista a cargo del periodista español Ignacio Ramonet, en el que el Comandante reflexiona sobre su vida, Cuba y el mundo. Resulta demoledor cómo algunas de sus teorías se están convirtiendo en profecías durante estos días. Ante un capitalismo que agoniza, Fidel marcaba el camino de Cuba “esperaremos, con paciencia, a que la globalización se derrumbe”. También apuntaba alguna de las causas y soluciones al colapso: “La ignorancia es cómplice de muchos males. Los conocimientos deben ser el aliado fundamental de unos pueblos que aspiran a emanciparse, a construir un mundo mejor”.

De esta forma, cabe el interrogante de si se cumplirá el famoso vaticinio de Fidel sobre su persona y por ende a su pueblo: ¿no estará la Historia absolviéndolos?

(Tomado de El Salto)