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Soy reflejo de mi Fe

Bien sabían, desde antes, que no me estaban recomendando cualquier cosa - “¿Ya escuchaste Valientes?, ¡escúchala!”- preguntaban y ordenaban en el mismo acto, a solo una semana de salir el disco. Bien sabían que no era una canción cualquiera y que ni siquiera era una canción sino el destino. Grosso modo lo sabían, pero no quisieron revelarlo. El destino no se revela incluso cuando ya se ha visto.

Nunca le he hecho caso a las tendencias, ni siquiera a las que debería, por eso Valientes fue la última canción que escuché del último disco de Buena Fe (la última del último). A veces me sumerjo en la hipérbole que fui el último en escucharla de todos los cubanos, hipérbole al fin, exageración de un estúpido que lamenta no haberla escuchado antes, cuando apenas abrían las cortinas del disco.

No sé bajo cuál pretexto Valientes germinó en el papel en blanco de Israel Rojas: “a nadie pido que crea todo lo que digo, no soy un oráculo”. Pudo haber sido dedicada a los médicos, pudo haber sido dedicada a la patria. Cuba es un gran médico con bata blanca y el estetoscopio listo para el mundo. No sé por qué Israel la escribió, tampoco decidí preguntárselo. Mejor sentirla como esa sinapsis electrizante que despierta los iones del orgullo y nos traspasa la vida. Él, nuestro autor, no se imaginó tal pandemia.

La valentía nos define ahora, quizás no en el mejor momento; pero las crisis traen valientes a la escena y desenmascaran el mundo “perfecto”. ¿Cómo una canción se convierte en el centro ojival donde confluyen la fuerza y la admiración por el otro como círculos del verdadero poder, por la mano amiga que hace y siente por ti, por la equidad de un mundo radicalmente diferente?

Un gesto melódico lidia con nuestros miedos, nos rapta por cuatro minutos de un mundo roto en sus entrañas. La armonía en las arterias causa una diástole perpetua. La hondura de una palabra que no fue escrita bajo yugo alguno, sino que viaja libre en las voces de un país que crece, que relampaguea en la tormenta y se vuelve luz. Hazme una bandera con este pedazo de canción ¡coño!, una bandera de todos y para todos donde quede escrito que no podemos regresar a la normalidad porque la normalidad era el problema. Hazme una bandera tan mía, tan tuya y tan nuestra para alzarla cuando esta epidemia acabe.

Valientes explota en sus propias frases. Nosotros, los prestatarios, rumiamos en su virtud mayor: la de anclarte a Cuba en la columna vertebral y hacerte sentir enamorado de este suelo. Otra vez lo digo: hacerte sentir enamorado de este suelo y del pueblo que lo habita. Buena Fe lo sabe bien. Valiente no es el que olvida su suelo y prefiere pensar en la desgracia de su gente. Valiente es el que ama desde cualquier litoral; el que, por alguna razón, tal vez por preferirlo o por otra explicación que escapa al discernimiento, vive en Cuba y se espiga por los suyos, esos que arden por el bien de una sociedad que, si bien no es perfecta, es nuestra y por ella debemos obrar.

Tómese el tiempo. No se apure. Deténgase por esta vez y escuche la canción, entréguese a la poesía de Buena Fe pues en este momento la entrega por los demás vale vidas, vale sueños y un futuro. Vaya a las redes sociales, compártala, en su like de Facebook va también el aprecio que necesitamos, la hidalguía. Grábese cantándola y súbala a su perfil. Nunca se desafina cuando se le canta a la humanidad.

¿Cuál es ese otro sentimiento más valiente que amar al ser humano? La patria, el tiempo, la calamidad de nuestras venas abiertas descubren hoy que ser valientes no debe permanecer como una opción sino como una necesidad. El acento de un obrero que grita por su gente, que no sabe de orden mundial sino de desorden, que disecciona su pecho y ofrece sus órganos para formar un hombre nuevo. Ser valiente es nuestra verdad, yace aquí: en la historia que algunos quieren que olvidemos, en el llanto de un mundo colapsado por un sistema obsoleto y rapaz.

Buena Fe no come miedo (digámoslo así como los hombre guapos hablan), les importa un pito que los tilden de “babosos”, de “carneros” y de esos epítetos que olvidan que también son cubanos y también son del pueblo; como me importa poco a mí que me llamen “ciberclaria” y esas mínimas tontadas con las cuales ofenden al pueblo mismo y de las cuales creen que nos avergonzamos. Ilusos ellos. Yo defiendo mi verdad, lo que creo, como Buena Fe defiende la suya. “La impostura es un suicidio a pleno sol, no hay manera que no lo haga personal”.

Soy la mímica de un tiempo funesto. Soy un verso de Martí que revive inmenso: “yo soy un hombre sincero de donde crece la palma”. Soy la estirpe de mi barrio, de mis calles, el injerto irascible de una juventud poderosa. Soy el retoño, un abrazo de cubano a cubano con memoria de subdesarrollo. Soy la arcilla que engendró el amor cuando supo usar las manos y se dio cuenta que lo nuestro, lo genuino de nuestra raza, no se comercializa ni se apuesta en un juego de tablero. Nuestra raza que son todas las razas. Soy la buena fe, la esperanza, la revolución que levantó miles. Soy un valiente. “Soy reflejo de mi fe, lo admito, lo confieso.”

Algunos no soportan mi valentía, no soportan la canción Valientes porque es un homenaje a nuestros médicos, a quienes osan catalogar como “instrumentos de la dictadura”. ¿De cuál dictadura? ¿De la que escuchó a su pueblo en cada exigencia desde el primer caso de coronavirus? ¿De cuál? ¿De la que tuvo listos a sus médicos ante cualquier petición de ayuda? Pregunto yo ¿Cuál es la dictadura que ha salvado tantos seres humanos en este mundo? Dictadura es la tuerca que aún tienen trabada, el vacío teórico donde no entienden que no habrá revolución a la Revolución misma porque eso sería retroceder. Dictadura es el simplismo lunático de quienes no han visto a un anciano llorar cuando piensa en lo poco que valía antes del 59. Dictadura es la chapuza del escándalo mediático de los que nuca soportarán vernos unidos, el timo de reafirmación de un exilio que necesita repetirse cada día el motivo de su partida como anafilaxia política ¿Dictadura? Puede que sí, “dictadura del proletariado” como le llamó Carlos Marx, del pueblo que no volverá a mostrarse genuflexo ante una burguesía interesada solo en la salvación de sí misma.

Somos Valientes porque no nos importan los inquisidores, los vientos siempre han soplado fuerte y nosotros de frente a la polvareda. Claudicarán otros, no nosotros, no Buena Fe, no los Valientes. “Sepan que no se van a enfrentar con señoritos, sepan que se van a enfrentar con hombres”. Somos Valientes porque a las 9:00 p.m. aplaudimos por los salvadores y volvemos a aplaudir. Somos Valientes porque miramos fijo al Bloqueo y no nos tiemblan las pestañas: un bloqueo real, palpable y que asfixia al pueblo: “Olvídese de los peces de colores, eso no tumbó ningún gobierno en el pasado ni lo va a tumbar mañana; pero sí nos hace la vida más compleja y mucho más difícil a los que vivimos aquí”. (1)

“Vamos a dejarnos de muela de bloqueo interno, el bloqueo interno es una subjetividad, es algo etéreo. Todos los países están llenos de problemas y de subjetividades que todos tendrán que resolver y nosotros tenemos que resolver las nuestras; pero el Bloqueo Económico mata personas, las mata de verdad y ahora en esta situación, nos hace muchísimo daño. Esto es un momento en que los países deberían unirse y los cubanos mucho más en donde quiera que estén, porque aquí hay gente que usted conoce, familiares y amigos. Esto es lo que hay. Esto es Buena Fe” (2)

La historia no se olvidará mientras exista un Buena Fe que la recuerde. Prefieren ser odiados por lo que son que amados por lo que no son. Valiente es el verbo, la causa, el público que prefiere mejor quedarse ronco a quedarse sin canción. Se oye un país cantando con una finta a la muerte, con una pasión única por la metáfora que se distiende en el encéfalo y te saca cuatro lágrimas cada vez que la escuchas; lágrimas que sentimos por los fallecidos en cualquier parte del mundo, por el personal de la salud que le ha tocado vivir la batalla más grande de este siglo. Lágrimas por Italia, por España, por los chinos, por los alemanes, por los estadounidenses, por los nuestros. No son tiempos de división. Nos lo recordó Israel Rojas en su concierto online:

Buena Fe no tendrá fin. Cuando dejen de cantar ya serán historia y ser historia no es la taciturna incertidumbre de quienes no saben qué hacer ni qué decir, no es un “yoyo” ni una luna cambiando de fases. Ser historia es un apetito nuevo, un sueño, un camino recto y ahora, viéndolo en retrospectiva, es resultado de una carrera más fértil que estar queriendo arreglar este país sin teoría y sin proyectos. Si Silvio fue la luz de una generación que cambió la historia de un país jodido, Buena Fe es el led que alumbra esta: la crítica sincera, la corazonada, el abrazo sempiterno de una nación con orillas expansivas tan coloridas y fácticas como las propias contradicciones de ese bautismo nombrado “ajiaco” que nos legó Fernando Ortiz.

Buena Fe nos abraza como “abraza la estrella que ilumina y mata”, osculta en las entrañas de un ser humano necesitado de unión, frágil por naturaleza y escachado por el sistema. La canción Valientes dejó de ser canción y se volvió himno. El himno de una humanidad que se cansó de estar enajenada por el consumo y abre portones, de una humanidad “que ha dicho basta y ha echado a andar”. El himno de los que renacen dentro de sí mismos y se descubren más valiosos y más eternos, de los que “nunca podremos apostar al egoísmo, a triunfar y olvidarse del mundo, “al sálvese quien pueda”; porque eso cada día demuestra, más en este tiempo de fobias y pandemias, que cuando llegue (para siempre) “el sálvese quien pueda” es porque probablemente no queda nadie a quien salvar”. (1)

(1 )- Entrevista ofrecida por Israel Rojas en La tarde se mueve, programa de YouTube del periodista Edmundo García
(2) – Declaraciones tomadas del concierto Online (28 de marzo del 2020)

(Tomado de Blog Horizontes)