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El ilustre Hornedo

Fue propietario también del teatro Blanquita, (Karl Marx) inaugurado en 1949 y, en su momento, el mayor teatro del mundo. Caricatura: LAZ/ Juventud Rebelde.

Eusebio Leal lo recuerda vestido de gris, de chaleco y leontina. Era, añade el Historiador de La Habana, de media estatura, y lo plateado de su cabellera y lo bronceado de su piel lo convertía en un ser casi fascinante a los ojos del niño que lo observaba.  A su lado, un sirviente o mayordomo cargaba unos perritos carmelitas finísimos y le extendía un rollito de papel con monedas de cinco centavos que Alfredo Hornedo no tardaría en repartir entre los niños del barrio que a ratos se colaban en el patio de su palacete, situado en Carlos III y Castillejo, para saludarlo y esperar la dádiva con que el millonario los recompensaba.

Prosigue Eusebio Leal: “Algo extraño evocaba el humilde pasado de aquel hombre. Otro sirviente traía una bandejita, sobre la cual, humeante, oscilaba una jícara de güira antigua y pulida, con café, que él apuraba”. El dintel del portón que daba al patio de la casona estaba cubierto por un exuberante y florido jazmín de cinco hojas, evoca Eusebio en su crónica, mientras que el inmueble parecía rodeado por el halo del recuerdo de doña Blanquita, la esposa del millonario, que según el decir popular había sido buena y generosa con los incontables pobres a quienes extendió la mano desde su silla de ruedas.

Hoy hablaremos acerca de Alfredo Hornedo y Suárez. “El muy ilustre senador Hornedo”, como le llamaba siempre su periódico El País, tuvo una infancia muy humilde. Carretilló naranjas por las calles habaneras y fue cochero de la familia Maruri. Por esas cosas de la vida, Blanquita, la muchacha de la casa, se enamoró del empleado pobre y mulato por añadidura. Si la familia se opuso o no a la relación es algo que no consta, el caso es que los jóvenes terminaron casándose. Y ahí mismo cambió la vida de nuestro personaje que, por esas cosas que siempre suceden a otros, pasó a ser un hombre rico de la noche a la mañana. Algo se precisa añadir, sin embargo. Si bien se benefició de la posición y la fortuna de sus parientes políticos, supo multiplicar el capital al que accedió gracias al matrimonio pues fue siempre un inversionista audaz y exitoso.

Hornedo nació en La Habana, en 1882. En 1914 resultó electo concejal del Ayuntamiento capitalino y formó parte allí del fuerte grupo de políticos liberales que controlaba el municipio y que en 1920 lo respaldó para obtuviera la concesión del Mercado Único, que operó como un verdadero monopolio y que fue la base de la fortuna de Hornedo. A partir de 1918 resultó reelecto varias veces como representante a la Cámara, y electo Senador de la República en 1936, 1944 y 1948. Fue delegado a la Asamblea Constituyente de 1940 y presidió el Partido Liberal entre 1939 y 1947.

¿A cuánto ascendió la fortuna de este hombre? Guillermo Jiménez, en su libro Los propietarios de Cuba, sitúa a Alfredo Hornedo en el segundo escalón entre los hombres más ricos de la Isla. Fue propietario principal de los periódicos El País y Excélsior, y accionista del periódico El Crisol. Dueño del ya aludido Mercado Único de La Habana, situado en la manzana enmarcada por las calles Monte, Cristina, Arroyo y Matadero, y del Casino Deportivo, centro de esparcimiento con balneario para elementos de la clase media, que lleva el nombre de Cristino Naranjo.  Dueño asimismo del Club de Cazadores de La Habana, del reparto Casino Deportivo, —actual Antonio Maceo— del edificio de propiedad horizontal Río Mar, en La Puntilla, y de innumerables bienes inmuebles.

Fue propietario también del teatro Blanquita, (Karl Marx) inaugurado en 1949 y, en su momento, el mayor teatro del mundo. Contaba con 6600 lunetas, quinientos asientos más que Radio City Hall, de Nueva York.  En su cafetería podían ser atendidos doscientos comensales de una vez. Disponía de una pista para patinaje sobre hielo. Cuando Blanquita murió, Hornedo casó con Rosa Almanza, que, como enfermera, cuidó de Blanquita hasta sus últimos momentos. Dio el nombre de esta, su segunda esposa —Rosita de Hornedo— al hotel residencial que, en 1955, construyó en la Avenida Primera, de Miramar. Un establecimiento de 172 apartamentos de 1, 2 y 3 habitaciones, once pisos y dos pent houses. Es el actual hotel Sierra Maestra.

Una anécdota. Hornedo, interesado en que su esposa Blanquita, ya muy enferma, disfrutara de una buena playa, quiso asociarse al aristocrático y exclusivo Habana Yacht Club y le echaron “bola negra” por el color de su piel. Construyó entonces el Casino Deportivo y tampoco dio acceso a negros ni a mulatos.

Falleció en Florida, 1964.

Hornedo quiso asociarse al aristocrático y exclusivo Habana Yacht Club y le echaron “bola negra” por el color de su piel. Caricatura: LAZ/ Juventud Rebelde.