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Vilma Espín, permaneces en el amor de Cuba

Vilma Espín en el II Frente Oriental. Foto: Archivo Cubadebate.

Admirable ha sido la trayectoria de Vilma, su heroica participación en la lucha tanto en el llano como en la Sierra, su especial vínculo con Fidel, los lazos de amor y de ideales compartidos con Raúl, su incesante actividad al frente de la Federación de Mujeres Cubanas, su papel como dirigente del Partido Comunista de Cuba, y miembro de su Comité Central y de su Buró Político, dejó profundas huellas entre nosotros.

Entre las más importantes actividades y responsabilidades que desempeñó durante su fructífera vida revolucionaria estuvieron el de ser diputada a la Asamblea Nacional del Poder Popular, y Presidenta de su Comisión de Atención a la Infancia, la Juventud y la Igualdad de Derechos de la Mujer; así como integrante del Consejo de Estado; su labor no fue menor al frente de la Comisión de Prevención y Atención Social y del Centro Nacional de Educación Sexual.

Vilma, a no dudarlo, condujo con excepcional amplitud y creatividad la revolución de las mujeres cubanas dentro de nuestra Revolución Socialista.

Su familia, sus amistades, sus maestros y profesores, sus compañeros de lucha, su inclinación por la lectura y el estudio, la viva memoria histórica de su natal Santiago de Cuba, ciudad donde nació el 7 de abril de 1930, contribuyeron a forjar la fuerte personalidad de Vilma, quien sobresalió por su espíritu creador y amplia cultura, a la par de un desarrollo armonioso en el que se conjugaban ciencia, conciencia, racionalidad y sentimientos.

Raigalmente martiana, al recibir el Premio a la Utilidad de la Virtud afirmó: José Martí definió la virtud que alienta en nuestros corazones y de la que nos nutrimos las revolucionarias y los revolucionarios cubanos: con los pobres de la tierra / quiero yo mi suerte echar.

Si algún mérito personal me corresponde, es haber sido fiel a esos ideales, de ser martiana de raíz, de sentir en mi mejilla la injusticia, de amar, como amo desde que nací, a mi pueblo….

En su querida Santiago de Cuba

Se forma en una familia culta, de muy sólidos valores éticos, fundada en sentimientos de amor y respeto mutuo, donde la honradez, la honestidad, el apego a la verdad y la justicia, fueron premisas; creció en la racionalidad y la austeridad, en la sensibilidad humana y los sentimientos patrios.

En su seno hijos e hijas crecieron sin diferencias en su educación por razones de sexo, con amplias posibilidades de desarrollar sus gustos, inclinaciones, vocación o intereses; su familia, acomodada económicamente, pero racional y austera, no persiguió riquezas ni ostentación, ni distinguió barreras por origen social, raza o creencias religiosas.

En esos principios se asientan las raíces de su forma de pensar y actuar, su afán de saber, su apego a las artes, al ballet, al deporte, a la música, sus ansias de leer, de investigar, su compromiso político.

Ser cubano o ser cubana, para ella, constituía privilegio que honra y compromete a quien nació como tal o recibió este don por sus méritos, e implica seguir las huellas, defender el legado de dignidad y coraje de quienes, al sentir el orgullo de serlo, identificaron su Patria y decidieron hacer a Cuba libre, independiente y soberana.

Cuando una tarde, al regresar de una excursión en la Universidad de Oriente, por cuya creación y oficialización tanto luchó, siendo una de las dos mujeres estudiantes de Ingeniería Química Industrial, dos profesores le preguntaron qué iba a hacer de su vida, la respuesta no se hizo esperar: Luchar por la verdad y la justicia.

Por ello, al producirse el Golpe de Estado, el 10 de marzo de 1952, sintió que había llegado el momento de alzarse, tomar los fusiles e ir a pelear.

La Universidad y su casa fueron centro de sus primeras manifestaciones espontáneas, como condenar el golpe, editar y repartir panfletos con frases de José María Heredia, organizar las primeras expresiones de rebeldía, y empezar a buscar las maneras de conspirar.

Así se une a Frank País y comienza su actividad clandestina, que va a tener uno de sus puntos culminantes en el alzamiento del 30 de noviembre de 1956, y más adelante en su papel como Coordinadora del Movimiento 26 de Julio en la provincia de Oriente.

Como bien expresó Fidel: Vilma no se inmutaba ante peligro alguno.

Quizá cuando la dirección del Movimiento decidió que permaneciera en el II Frente Oriental, sabiendo en riesgo inminente su vida por la persecución de la tiranía, hizo realidad uno de sus más hermosos sueños: combatir en las montañas frente a frente al enemigo. Allí, además, encontró el amor.

Diría nuestro General de Ejército Raúl Castro Ruz, su compañero de toda la vida, al visitar el Memorial erigido en casa de Vilma, cuartel General del Movimiento 26 de Julio en Santiago de Cuba, cinco décadas después:

Como leyenda viva, al triunfo de la Revolución, las mujeres querían participar, no solo ser beneficiarias, sino hacer la Revolución y se acercan a Vilma, pidiendo organizarse, brindar su aporte, defender la nueva vida.

He sido testigo durante casi medio siglo de las luchas de Vilma…. Al triunfar la Revolución, se inicia su incesante batalla por las mujeres y los niños cubanos, que la llevó a la fundación y dirección de la Federación de Mujeres Cubanas….

De esta curtida revolucionaria, diría el Segundo Secretario del Partido, José Ramón Machado Ventura: Vivirá entre nosotros con esa imagen natural, que revelaba confianza y optimismo en la Revolución y en el porvenir luminoso de la Patria.

Y es que Vilma Espín siempre estará presente entre nosotros, en el corazón del pueblo cubano.

(Tomado de Granma)