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Dos mitades en un mismo latido

Fabiana Paola tiene seis años y dos mitades geográficamente distantes que le habitan los genes. A sus escasos eneros no entiende muchas cosas a veces. Sin embargo, aquellas imágenes en la televisión no precisaron que yo abundara en explicaciones. Hay imágenes que no necesitan de las palabras porque saben anudar emociones en la garganta. Hay acciones que trascienden fronteras e idiomas para salvar la esperanza.

Y aquellas imágenes lo decían todo: el bautismo de aplausos en el aeropuerto internacional de Roma (Italia) recibiendo a más de 50 médicos cubanos, las muestras de cariño y gratitud al arribar a la región de Lombardía ─ubicada al noroeste de esa nación y una de las más afectadas por la COVID−19─… las vallas, los rostros, los mensajes de fe y agradecimiento que le sobrevinieron.

Profesionales de la salud que llegaban allí justo cuando el país era el epicentro de la pandemia a 360 grados en el orbe, cuando más se necesita y se conoce de veras la amistad, cuando más se valoran la presencia y el aliento.

Entonces a mi niña se le bañó de sentimiento ese par de ojos que resume todo lo bueno. "Mamá, ojalá los médicos de Cuba ayuden a salvar Italia", dijo. Ese día sus dos mitades no entendían de kilómetros, de mapas ni océanos de por medio. Se hacían un mismo latido en algún trozo de pecho. Con los días continuaron apareciendo titulares de la brigada médica internacional Henry Reeve en geografía italiana.

El testimonio de los galenos, la nostalgia de las familias, el orgullo de país, nuevas instantáneas eternizando tan humanista gesto. Pero nada puede tatuársenos tan dentro como ese pedazo de cualquier historia que vivimos en nuestra propia piel, bajo el mismo techo. Porque solemos personalizar todo el tiempo las cosas… Y yo no pude esquivar la preocupación por la otra mitad de mi hija, de nuestra familia, que vive en Italia y que desde hace unas cuantas
semanas solo se besa y se abraza con las palabras y el pensamiento.

En las venas y en las fotos de familia hay mucho de ese amor común en uno y otro lados del planeta, de esas dos tierras de tanta historia, con identidades tan fuertes que comparten el gen de la reticencia a toda homologación cultural y, a la vez, saben diluir las fronteras cuando se precisa defender la casa grande donde no hay países atrapados en listas ni en continentes.

Sabe Fabiana que en el álbum de nuestra familia hay montón de recuerdos de su papá que lo conectan a este país, incluso desde antes de sus primeros viajes aquí en 1995 (aunque ella no entienda mucho de fechas). Los intercambios culturales, los encuentros internacionales, las acciones de apoyo en Italia dentro del entonces Comité de Solidaridad CDR−Roma (Comité de Defensa de la
Revolución Cubana en Roma)… Y muchas otras historias que hablan de un amor verdadero por Cuba, sin máscaras, sin edulcoramientos.

Sabe también que los médicos cubanos que lo atendieron hace casi tres años hicieron todo lo que estuvo en sus manos por salvarlo. Aunque él no pudo quedarse físicamente con nosotras (solo físicamente), ellos lucharon cuanto pudieron. Por eso en tiempos de coronavirus y de miserias humanas que politizan todo y solo comprenden de números y de poner precios, estas páginas cubanas de solidaridad ─escritas desde el vórtice mismo de una lucha por la vida en el epicentro de tantas muertes─ adquieren un significado que se resiste a las traducciones. Hay un pedazo de isla allí compartiendo la misma suerte; de quienes sienten que les ha faltado eso: suerte.

Y mientras hago mío el deseo de Fabi, tampoco consigo ─ni quiero─ esquivar las imágenes coleccionadas en estos días de aislamiento social: las vallas romanas de la Associazione Nazionale di Amicizia Italia−Cuba con letreros de agradecimiento a nuestros médicos, o la foto de su prima Giulia en la que sostiene el dibujo de un arcoiris inmenso asegurando que Tutto andrà bene (Todo irá bien), las palabras emocionadas de su abuelita paterna al ver aquellas batas blancas llevando un mensaje de vida desde este archipiélago, el cariño y respeto de la familia y los amigos allá… Y los mensajes de WhatsApp en mi teléfono: Grazie, Cuba. Grazie,cubani. Siete grandi (Gracias, Cuba. Gracias, cubanos. Son grandes). Benditas nuestras dos mitades.