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Las personas mayores ante la COVID-19

El grupo de adultos mayores constituye una prioridad. Foto: Nicolás Hernández/Escambray.

Hace un tiempo escuché por la televisión a un funcionario de tránsito que hablaba de la necesidad de guardar a los mayores en sus casas por la alta accidentabilidad en este sector poblacional. Dicho planteamiento fue muy debatido a lo interno de nuestro grupo, pues precisamente una sociedad envejecida para ser amigable e inclusiva con los mayores lo que requiere no es guardarnos sino ser rediseñada, implementar cambios y ajustes en el entorno, que nos permitan seguir siendo personas autónomas y seguir haciendo nuestras propias gestiones.

Pero el mundo cambió de pronto.

Comienza esta pandemia de la COVID-19 que azota a todos y muy especialmente a los que somos personas mayores. Como sabemos, la tasa de enfermos y fallecidos es mayor en personas mayores, por disponer de menores recursos inmunológicos, y en su gran mayoría, por contar con enfermedades de las llamadas no transmisibles como la hipertensión y la diabetes. Lo primero, o sea, esa tasa de fallecidos es mortalidad, y lo segundo, es decir, lo relacionado con las enfermedades que nos acompañan en esta etapa de la vida, es lo que le llaman comorbilidad.

Entonces, volviendo al tema de la participación social, los que creemos y a su vez, hemos defendido por años la importancia de la participación social como factor de envejecimiento activo y saludable, hoy nos vemos en la paradoja, y sin lugar a dudas, de defender y apoyar todas las orientaciones de protección y de autodisciplina, encaminadas a permanecer dentro de nuestros hogares.
Tan rápido ha sido todo, como también la selección del término a utilizar: “aislamiento social”, seguramente por lo rápido que resulta de entender y de actuar. Sin embargo, no es en sí un aislamiento social de forma literal. Es más bien, un distanciamiento físico imprescindible a tomar en cuenta y no el de guardarnos sin vínculos sociales.

Si bien es cierto, que es muy importante el distanciamiento físico para evitar el contagio, también es importante comprender que no se trata de un aislamiento emocional con quienes o de quienes nos rodean. Hoy más que nunca el llamado es a la familia para mantenernos unidos y sanos desde todo punto de vista.
Unidos no solo para las medidas higiénicas del hogar, sino también para compartir las actividades de la casa y mantener procesos de comunicación continua.

Durante estos días existen escenas familiares muy equilibradas, pero también otras en las que se expresan posiciones o tendencias que pueden llegar a ser nocivas. Por un lado, escenas familiares en las que personas mayores aún no son conscientes de la gravedad de la situación y por tanto no tienen lo que le llaman percepción del riesgo. Y, por otra parte, también existen situaciones de personas mayores muy preocupadas que entristecen y empiezan a padecer de insomnio y ansiedades. Ambas situaciones tienen explicaciones como todo en la vida. La primera, es decir, la no percepción del riesgo se produce, no por ignorancia como tal, sino por experiencias vividas anteriormente de las cuales hemos sobrevivido y salido airosos. La segunda, los estados de ansiedad, además de las características individuales e historias de vida de cada uno de nosotros, también puede ser lógico sentirlas. Son fuertes las informaciones que aparecen cada día y que pueden dar lugar a estados de ansiedad más acrecentados si no mantenemos lazos emocionales, con nuestros seres queridos provenientes de la familia, los amigos y los vecinos. Además, pónganse en el lugar de nosotros, los viejos.

Solamente ayer en la noche abriendo mi Facebook me apareció una lluvia de publicaciones de diferentes países que decían: “Mayores de 65 años en sus casas: medidas para aislar a la población adulta”, “Retos de la edad en el cuidado crítico”, “Comunicación responsable para las personas mayores”, “Consejos para lidiar con el insomnio de las personas mayores durante la pandemia”, “Cómo hablar con una persona con demencia en situación de aislamiento preventivo”, “Formas de abordar la ansiedad de las personas mayores por la pandemia”, “Aislamiento de adultos mayores: cómo estar presente sin poder verlos”, “Puedo visitar a mis abuelos durante esta temporada: si no es indispensable la respuesta es no”, “Comprendiendo las conductas de las personas mayores durante la Pandemia”, “Personas mayores: abandonadas y discriminadas ante la COVID-19”, “Cuidar de quien ya cuidó de nosotros es la mayor de las honras”, “Cuídate… quiero volver a verte”.

En otras palabras, para el que es mayor, estos mensajes no pasan inadvertidos, pues somos los más vulnerables y hasta en otros países, ser viejo hasta impide clasificar para las urgencias médicas. A todo ello se le suma, por supuesto, no solo la preocupación de la vida propia, sino también de la salud de nuestros hijos y nietos.

La COVID-19 no es un conflicto bélico mundial, pero es una pandemia, con aceleradas amenazas para la vida, para el desarrollo social y con indiscutibles consecuencias de precariedad económica, para todo el mundo.

Por tanto, hay que conversar mucho a lo interno de la familia, descargar nuestras preocupaciones y utilizar medios como el teléfono para interactuar y hacernos recomendaciones entre amigos coetáneos, es decir, los de nuestra misma edad.
Distanciamiento físico no es impedimento para seguir siendo solidarios, y muy especialmente, entre nosotros mismos. Fomentar lo que he dado en llamar la GERORIDAD o solidaridad entre personas mayores.

Y en el hogar entretenerse, hacerse nuevas rutinas, no auto medicarse y estar seguros de que pronto esta situación pasará.

Ahora bien, saliendo el virus, salimos nosotros. Y saldremos con la misma misión de ocupar nuestros espacios de desarrollo social, ya sea en las aulas de las Cátedras del Adulto Mayor, en los círculos de abuelos, en las peñas de cultura, en las gestiones comunitarias, ambientalistas, y en muchas y muchas acciones que desplegamos, en función de nuestros derechos y deberes ciudadanos.

Estamos muy agradecidos, hemos sido los primeros que nuestro gobierno orientó proteger, debido a nuestra vulnerabilidad. Vamos a demostrar una vez más que somos personas disciplinadas, dispuestas a colaborar y a hacer, por nuestro bien y por el bien de los demás.

Al virus se le vencerá, y seguiremos trabajando por posicionar esa nueva cultura gerontológica, libre de discriminación y paternalismos, por un envejecimiento activo, empoderado, saludable y sostenible, donde sigamos colaborando y formando parte activa del diseño de los entornos amigables, inclusivos y para todas las edades.

Ahora, ahora nos toca apoyar a la Patria.