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El diario de René: ¿Usted no quiere una confrontación de los EEUU con Cuba?

Hoy es sábado 24 de marzo y acaba de transcurrir otra semana gloriosa, pero no voy a adelantarme a los acontecimientos, por mucho que me gustaría hacerte aunque fuera un resumen, de una sola sentada. Sigamos mejor paso a paso y regresemos al jueves de la semana pasada, 15 de marzo de 2001.

La sesión comienza a las 9:30 a.m., pues ha habido una reunión en cámara con la jueza para seguir dilucidando el asunto de las deposiciones en Cuba. De regreso se discute una solicitud de Kastrenakes para introducir evidencia, que es rechazada por Paul:

—Ellos no me permitieron introducir evidencia a mí durante su caso.

La señora Lenard le da la razón y dice que las reglas se aplican a todo el mundo por igual.

A las 9:35 Joaquín toma el podio para examinar a Basulto. Su interrogatorio es breve. Pregunta al testigo si es ciudadano norteamericano y este responde que lo es desde 1968. A otras preguntas explica que, por supuesto, tiene derechos ciudadanos, que no ha sido nunca electo para un cargo público y que no se vincula a la política norteamericana. Basulto admite haber donado mil ochocientos dólares a la asociación Martin Luther King y diez mil dólares para necesidades de los balseros; pero cuando Joaquín le pregunta si había donado dinero a Comandos F-4, lo niega.

—¿Usted no quiere una confrontación de los Estados Unidos con Cuba? –pregunta Méndez y recibe una respuesta negativa para volver a la carga:

—¿No fue Bahía de Cochinos un intento de hacer eso?

—¡Objeción! —Sostenida.

Por último, Joaquín le pregunta si Martin Luther King se mudó acaso al Canadá para ejercer su desobediencia civil, y levanta una objeción de los fiscales que pone fin al interrogatorio a las 9:42.

Le toca el turno a Kastrenakes para revivir el cadáver de Basulto. Comienza por lo último, es decir, por el 24 de febrero de 1996. El testigo admite que ese fue su primer vuelo desde los lanzamientos de panfletos en enero, y que estaban preocupados por la supuesta tensión en Cuba y su propia acción de un mes atrás. Así logra introducir la dichosa historia del mecánico que había ido a la Isla y que reproduzco para tu beneficio.

El cuento consiste en que ellos pensaban salir ese día más temprano, pero se enteraron de que un mecánico que opera desde Opa-locka había tenido que aterrizar de emergencia en Cuba, días antes, y permaneció varios días allí. Según Basulto, al enterarse, localizó al mecánico, y lo hicieron ir a su hangar de Opa-locka para que les contara su viaje y si durante el mismo se había enterado de que el gobierno cubano estuviera de malas pulgas con los chicos de Basulto. Al parecer el pobre hombre o estaba bastante mal informado o quería embarcar a Basulto, pues, como resultado de la reunión, ellos determinaron que no había problemas, que Cuba estaba de lo más contenta con los sobrevuelos, los lanzamientos de volantes y medallones, los alardes de Basulto, las flotipandillas, las conversaciones con los Mig, las muelas por la frecuencia de control de tráfico aéreo, las apelaciones a que la población se levantara y hasta con los dieciséis cañonazos contra el hotel Rosita, en el año 62, y con las pruebas de tubitos llenos de perdigones. En fin, que todo estaba bien y las advertencias de Cuba eran en broma. Basulto decidió, después de esta entrevista con el mecánico, que no había ningún problema para su vuelo. Todo esto, por supuesto, según el libreto de esta historia contada al jurado por boca de su principal protagonista y sobreviviente.

Siguiendo con las maduras y responsables deliberaciones que supuestamente precedieran el vuelo fatal –y en las que, ¡ay!, Basulto olvidó preguntar si Cuba había emitido algún NOTAM–, el testigo dijo que se habían discutido los peligros pero que nunca se calculó que serían derribados fuera de Cuba. Dijo que había considerado la posibilidad de que se le hiciera aterrizar y estaba dispuesto a ser procesado; que antes de julio del 95 no se les había hecho ninguna advertencia de derribo; y que, después de esa fecha, Cuba había mostrado fotografías de artillería antiaérea en el Malecón. En otras palabras, que Cuba cometió el crimen de no contar con Basulto para saber si deseaba que se empleara un cañón antiaéreo o un Mig de aquellos que, según sus alardes, no tenían gasolina. (Nunca pensé que alguien aplicaría a la vida real aquel cuento del tipo que quiere que lo maten a palos, pero con el chino encima).

El fiscal repasa con Basulto los tres planes de vuelos de ese día. Que fueron individuales, que cada avión se identificó con su matrícula, que podían ser identificados separadamente y que ninguno era un O-2. Después Kastrenakes se pone así como que bravo y comienza a preguntar con carácter:

—¿Llevaban armamento en los aviones? ¿En ninguno de los aviones? ¿Ni siquiera una pistola? ¿Ni usted? ¿Ni Mario? ¿Ni Carlos? ¿Ni Silvia? ¿Ni este ni el otro?

Así, después de varios nis –¿o se dice níes?– con ese mismo carácter, el fiscal cambia de tema.

El nuevo tema resulta ser el grado de apercibimiento de Basulto y lo primero que nos dice es que después de tantas reuniones, análisis, consultas y meditaciones, resulta que sus colegas no le avisaron del NOTAM, que informaba sobre las áreas activadas al norte de La Habana. No obstante, al tocar el tema ineludible del aviso, por parte del tráfico aéreo de Centro Habana, respecto a la activación de dichas áreas repite que se trataba de otra amenaza más. Y ambos patanes, fiscal y testigo, caen de nuevo en la historia de cómo el último no fue consultado por Cuba sobre las opciones del armamento que iba a utilizar:

—¿Usted estaba preocupado acerca de cohetes tierra-aire?

—Sí.

—¿Vio alguna unidad de superficie en el agua?

—No.

—¿Alguna otra plataforma de lanzamiento?

—Bueno...

Y Basulto dirige una sonrisita tímida a un jurado que lo mira con expresión de busto fundido en serie.

—... A no ser que sea un submarino.

El chiste es bien recibido en la sala por la carcajada general de... Rita, su esposa, la esposa de Billy Shuss y la brillante abogada Silvia Piñera.

Después hacen una interpretación libre de la conversación por radio del avión de Cayman Air con la torre de control, para insinuar que la aerolínea tampoco estaba advertida de las áreas activadas; y tratan de minimizar las interrupciones del tráfico aéreo por parte de Basulto con una disertación acerca del despegue y quién lo controla, que McKenna no deja prosperar. Otra disertación está encaminada a explicar que, en general, sus planes de vuelo se dirigen a un área de búsqueda y que la ruta es inmaterial; enfatizan que La Habana nunca se quejó de sus cambios de ruta; y describen cómo es peinada la zona en una misión típica de rescate.

Para terminar con este asunto del patrón de búsqueda, Basulto explica que la trayectoria programada consistía en tres líneas paralelas a la costa cubana, de oeste a este, donde él haría la línea más al sur, seguido de Costa cinco millas al norte, y luego De la Peña a diez. El fiscal le hace repetir nuevamente que los tres tenían el transponder conectado con su correspondiente código identificativo, que los tres llamaron a Centro Habana, y que además Basulto mismo llamó a doce millas de la costa, pero a pesar de su llamada no recibió ninguna alerta del controlador referida a estar en aguas cubanas. Lo que vino a continuación me parece el espectáculo más bochornoso de todo este proceso. Desde ahora te autorizo a mandarme al diablo, si en lo que nos queda de vida me ves haciendo este papelazo.

El fiscal mira severo a Basulto. Se quita los espejuelos y los sostiene en las punticas de sus deditos gordo y medio, mientras los blande como un látigo en la mano izquierda que adelanta hacia el testigo con cada pregunta, y se para en las punticas de los pies para amonestar al líder sagüesero con mirada de toro en ruedo. Basulto, por su parte, asume una postura de penitente y solo parece faltarle el látigo para flagelarse mientras se enfrenta a las amonestaciones de Kastrenakes:

—¿Usted hizo mal el 17 de abril del 94? –comienza con tono admonitorio.

—Sí, hice mal. Lo admito.

—¿Violó usted la ley?

—Sí, sí la violé.

—¿No es correcto lo que usted hizo?

—No es correcto.

—¿Hizo usted mal en noviembre del 94?

—Sí.

—¿Reconoce que no debió haberlo hecho?

—Sí, sí, lo reconozco.

—¿No debió haberlo hecho?

—No, no.

Yo miro a mi abogado y no puedo contener una risa de desprecio, al hacerlo mi mirada se tropieza con la de la esposa de Basulto. Me pregunto si esta gente se dará cuenta de su desvergüenza o si sencillamente la vergüenza no forma parte de su código de vida. Este hombre, a quien alguien le aconsejó que la mejor manera de enfrentar este examen era hacerse el valiente y responder desafiante por cada una de sus locuras, ha cambiado de táctica en solo dos días y ahora parece un misionero que cometió un grave pecado y se flagela en penitencia. Y mientras pienso en todo esto Kastrenakes sigue:

—¿Usted reconoce que violó las leyes en julio del 95?

—Sí, sí, lo reconozco.

—¿Reconoce que no debió hacerlo?

—Sí, sí.

—¿Que hizo mal?

—Sí, sí.

—¿Reconoce que puso en peligro su vida, la de sus acompañantes y otras personas en tierra?

—Sí, sí, lo reconozco.

Y resulta que ya Basulto no es el santo que era, ni el inocente que era, ni el infeliz que era. Y después de haberlo defendido tanto a capa y espada, los fiscales se han percatado de lo absurdo de sus encubrimientos, y ahora tienen que criticar a su pupilo para salvar lo que les queda de cara y hacer un último esfuerzo para condenar a Many. “Bueno –parecen querer transmitir al jurado–, tal vez Basulto cometió sus pecadillos pero no era para tanto”. Y ambos, Basulto y Kastrenakes, me inspiran el mismo asco.

A estas alturas de la contraexaminación, el fiscal da la impresión de no tener nada concreto que decir, y su única arma parece ser la que han empleado desde que comenzara este juicio: hacer largos sus interrogatorios para cansar al jurado. Kastrenakes parece posarse sobre todos los tópicos como una mariposa, de flor en flor, sin fijarse cuántas veces repitió la primera gardenia, la cuarta rosa o el sexto clavel. Deja ver cómo puedo hacer conciso este cantinfleo, sin dejar nada por decir y evitando el aburrimiento al mismo tiempo.

De la mano de Kastrenakes, Basulto se refiere a Silvia Iriondo y pasa revista a sus credenciales de activista y ejemplo social. Compara el video de abril del 94 con el de febrero del 96, para decir que, en el último, el Mig –ahora no es el ala del avión– pasó muy cerca y los pudo haber hecho caer. Dice que no editó la cinta de audio de ese día mientras estuvo en su celosa custodia, aunque admite haber encendido y apagado la grabadora varias veces. Repite no haber recibido aviso ni de los Mig, ni de La Habana, ni del control militar de tierra, antes de los disparos. Repite que estaba negado a entender y que se hallaba fuera de Cuba cuando ocurrieron los derribos; ubica a los otros aviones al norte del suyo. Dice no haber visto ningún Mig cerca, que ningún Mig le hizo señas con las alas, ni le bajó el tren de aterrizaje, ni le encendió una luz ni nada; y con la desvergüenza que todavía le sobra –parece no haberla agotado todavía– dice que si le hubieran hecho señas para que aterrizara, lo habría hecho.

Ahora se adentran en la grabación de audio para brincar sin sentido de una parte a otra y confundir al jurado; y cambian el testimonio del día anterior para hacer ver que Mario de la Peña no había visto los Mig. Relata su retirada tras los derribos, explica cómo apagó los equipos de radio del avión para no ser detectado; y provocando otro suspirito profundo de Kastrenakes, antes de que nos vayamos al receso, se enfrascan en una confusa discusión sobre el video a bordo del N2506, los motores del avión, la grabadora y el ruido que, aunque no logro entender, parece destinada a explicar por qué no aparece la primera exclamación de “¡Bárbaro!” hecha por Silvia Iriondo, durante la toma original en la cabina. A las 10:50 se interrumpe este floreo y nos vamos a nuestra caja de resonancia.

Así las cosas, a las 11:06 retomamos el revoltillo donde lo dejara Kastrenakes un rato antes. Ahora ponen a funcionar el audio con el último intercambio de palabras entre Carlos Costa y Basulto, el fiscal termina preguntando al último si esa fue la última vez que habló con Costa. La respuesta afirmativa arranca un hondo suspiro de Kastrenakes, que repite el experimento con la última conversación entre Basulto y De la Peña. Otra respuesta afirmativa y otro suspiro, este más profundo y bien largo, y ya me tiene hasta la coronilla este individuo con sus suspiros hipócritas y teatrales. Me pregunto si se hará la ilusión de engañar a alguien con este teatro bufo de los suspiritos, los brinquitos, las amonestaciones y las miradas de toro en el ruedo. Si el concepto de respeto que yo conozco todavía está en uso, este señor no le está haciendo favor ninguno a la memoria de esas vidas tan trágica e innecesariamente extinguidas.

Ahora el cuestionario se dirige a los papeles lanzados por Basulto sobre Cuba. El fiscal quiere introducirlos como evidencia y Paul no lo permite, así que se dedican a describir su tamaño y peso, repiten que se lanzaron desde aguas internacionales, que se voló a gran altura, que se consultó con un meteorólogo y que se dibujó un diagrama de su supuesta trayectoria, utilizando los profundos conocimientos de Basulto como ingeniero –al fin tenemos un experto enpeso de papeletas– para acometer esa operación en enero del 96. Basulto termina su introducción a los volantes diciendo que en ellos no se llama a acciones violentas o levantamientos populares contra el gobierno, y que sus mensajes solo se refieren a derechos humanos.

A continuación tenemos que soportar la perorata del testigo sobre una serie de valores en los que dudo que tanto él como el fiscal crean mucho; y comienza a hablar de torturas, prisiones innecesarias y arbitrarias y valores familiares, supongo que los mismos que motivaron a los fiscales a utilizarte a ti y a nuestras hijas como arma de chantaje en mi contra.

Tras un par de consignas como “El cambio soy yo”, “Compañeros no, hermanos” y otras por el estilo, este señor, que no ha cambiado en más de cuarenta años, se dispone a flagelarse de nuevo ante la audiencia en su segundo acto de contrición del día. De nuevo Kastrenakes, con sus espejuelos a punta de dedo, su parada en puntillas y su mirada severa, amonesta a Basulto porque engañó a las autoridades al llenar un plan de vuelo para rescatar balseros y dedicarse a hacer otra cosa:

—¿Usted hizo mal?

—Sí, sí.

—¿Lo reconoce?

—Sí, sí.

—¿No debió hacerlo?

—No, no.

Y de nuevo te autorizo a que me pongas en la calle si alguna vez me vieras hacer tal papelazo.

Volviendo al lanzamiento de enero, el fiscal se refiere al famoso video tomado antes del vuelo –el mismo en el que Arnaldo no guiña y Billy Shuss sí–, para decir que estaban preparados para la posibilidad de que fueran obligados a aterrizar en Cuba, y que si lo hubiera intentado la Fuerza Aérea Cubana, ellos hubieran –¡qué casualidad!– obedecido en esa ocasión.

Cuando son las 11:45, la sesión se interrumpe por un ruido que comienza a brotar de todos los equipos instalados en la sala capaces de emitir algún sonido; y mientras la jueza averigua de qué se trata y los técnicos tratan de resolverlo, Gerardo se nos aparece con una explicación: “Oigan bien ese sonido grave y profundo que brota de todas partes y díganme si se no trata de Dios: "¡¡Bassssulltooooooooo. ¿Es que acaso has jurado en mi nombreeeeeee?!!"“. A las 11:55 nos enteramos de que se trataba de una prueba.

El cuestionario continúa y Basulto recupera la valentía respondiendo con firmeza por haber lanzado los papeles... desde aguas internacionales.

—¿Esperó usted alguna vez un derribo?

—No –afirma Basulto.

Y Kastrenakes se vuelve a poner severo, engola la voz y alza el tono para preguntar:

—¿Acaso es usted suicida?

Basulto admite lo que todos sabemos: que de suicida no tiene ni una célula. Mientras, Gerardo la tiene cogida con lo que él supone falta de sinceridad del respetable testigo –mal intencionado este Gerardo– y se le ocurre otra versión de los instintos suicidas de Basulto:

Ahora Kastrenakes incursiona en el programa de Radio Martí del 15 de enero del 96, seleccionando algunos pasajes que demuestran la santidad del acusado. Basulto no llama a la violencia en el programa, clama porque se acaben el odio y la venganza, no llevaba armas en su avión, en Cuba no hay radio ni televisión, no se puede hablar libremente, cada persona tiene un policía dentro, la gente tiene miedo y ya el papa les dijo que no tuvieran miedo y Basulto está siguiendo los pasos del papa al decirles que no tengan más miedo, que se les acabe, que se exorcicen, que se despojen, que se limpien y “se pongan pa´ las cosas” porque el cambio tiene que venir de Cuba.

El hilo nos lleva sin parar hasta principios de los años 60 cuando, según Basulto, Castro le enseñó la violencia. Que en aquellos años ellos eran llamados patriotas –no especificó por quién– y ahora son considerados como una peste, tanto por los entes no especificados que antes les llamaban patriotas, como por quienes siempre les llamamos peste, tanto antes como ahora. Él era un chico de veinte años y en aquella época estaba preparado para morir y creía en la violencia, a diferencia del momento en que fundó Hermanos al Rescate, cuando ya había optado por el pacifismo. En aquellos tiempos ni Mario ni Carlos ni Pablo habían nacido. Su amigo de la CIA, Félix Rodríguez, era un cruzado por la democracia cuando participó en la captura del Che; pero él, José Basulto, no tuvo relación con esa parte de la historia. Él, José Basulto –mientras su amigo Félix seguía asesorando durante décadas a cuanto sacauñas defendía los intereses de las transnacionales en el Cono Sur para “continuar sosteniendo a la democracia”–, se dedicó a una vida honorable, primero en el ejército y luego como ingeniero y urbanista. Compró terrenos que luego llenaba honorablemente de concreto y casas de cartón, como tantos urbanistas del sur de Florida.

Pero esto no acaba aquí. Kastrenakes quiere tener un día de gloria en el juicio, y no va a permitir que Paul se lo eche a perder en diez minutos a la primera oportunidad. Ahora vuelven al tema de Hermanos al Rescate, que fue fundada porque mucha gente se moría en el estrecho de Florida buscando libertad. Nuestro testigo estudió las corrientes y aprendió que era difícil llegar en balsa hasta Miami desde las costas de Cuba. La mayoría de las balsas se encontraban cerca de la Isla después de varios días de travesía, y muchas aparecían vacías. Ellos salvaron a cerca de cuatro mil personas (sin contar por supuesto a las que estimularon a morir en la empresa, para luego utilizarlas como estandarte político contra Cuba). Actualmente aparecen algunos balseros de cuando en cuando. Todos son voluntarios en Hermanos al Rescate y no cobran mucho sueldo, aunque sí comen mucha pizza y de ahí el alto costo en alimentación. No usan armas y no son una amenaza para nadie.

Kastrenakes mira abiertamente el reloj mientras busca qué preguntas hacer. Hablan de las donaciones a Hermanos al Rescate y de que Pablo Morales no había estado en el bote desde el que se dispararon los dieciséis cañonazos contra el hotel Rosita, en el año 62, porque no había nacido todavía. El fiscal se agarra de la declaración de impuestos como de una tabla de salvación, pues no puede darse el lujo de que McKenna abra la boca al final de la sesión. Acaba de retomar el tema de las donaciones y se decreta un receso a las 12:40.

De regreso a las 12:57, vemos aparecer a Kastrenakes con su tabla de salvación en la mano, para comenzar con la declaración del año 93 y recorrer nuevamente las finanzas de Hermanos al Rescate. En pocas palabras, cuando había más balseros se recogía más dinero porque hacían falta más aviones y más pizzas y más gasolina y más de todo; y cuando había menos balseros se recogía menos dinero porque hacían falta menos aviones y menos pizzas y menos gasolina y menos de todo. Basulto no robó a Hermanos al Rescate, vendió algunos terrenos para mantenerse antes de comenzar a cobrar de la organización; y solo hizo alguno que otro negocito con el grupo, como la venta de su avión, además hay un reporte donde la pérdida de sus dos aviones derribados se calcula en la friolera de 278 000 dólares, al menos dos veces su precio real. Sus vuelos a Nicaragua para ayudar a la contra eran humanitarios y solo llevó medicinas y alimentos, nunca armas.

Al abordar el tema de las características militares de algunos de sus aviones, Basulto explica que Freddy Flaker acostumbra coleccionar aviones militares, y que el único O-2 operado por el grupo pertenecía a Joe Husta, un propietario de aviones que voló con ellos algunas veces. De nuevo afirma que nunca llevaron armas en sus aviones y que él no coleccionaba aeronaves militares. Cuando quieren referirse a otros grupos dedicados a la búsqueda de balseros, Paul objeta. Ante la necesidad de cambiar de tema, retoman el de la flotilla de julio del 95. Kastrenakes se vuelve a poner serio. Y vuelve a tomar sus espejuelos en la punta de sus deditos. Y se vuelve a parar en puntillitas, y le pregunta a Basulto si fue sancionado por ese evento y, ante su respuesta positiva... ¡créeme!, inquiere:

—¿Usted reconoce que hizo mal?

—Sí.

Y Kastrenakes se pone serio otra vez. Toma sus espejuelos en la punta de sus deditos otra vez. Y se para en puntillitas otra vez, y le pregunta si lanzó medallitas, así de chiquiticas y... ¡créeme!:

—¿Usted reconoce que hizo mal?

—Sí, sí.

Y Kastrenakes se pone serio otra recontravez. Y toma sus espejuelos en la punta de sus deditos otra recontravez. Y se para en puntillitas otra recontravez y... ¡¡recontracréeme!!:

—¿Usted recibió otras amonestaciones?

—Sí.

—¿Y usted hizo mal?

—¡Sí!

—¡¿Y puso en peligro la vida de personas?!

—¡¡Sí, sí!!

—¡¿La de Lares?!

—¡¡Sí, sí, sí!!

¡¡Caballeeerooooooooooo!!

Ahora se aborda la violación de Guantánamo –no te preocupes que ya se acabaron los actos de contrición– y se explica al jurado que durante esa violación no se tomó ningún video ni hubo ninguna evidencia de radar y que, sin embargo, Basulto, tan noble, tan sano, tan limpio, tan inmaculado, tan pulcro, tan honesto, tan honrado y tan virginal, acepta a pesar de todo, de buena fe, las alegaciones de Cuba respecto a su sobrevuelo en el faro de Maisí; ese mismo sobrevuelo que sirviera para ablandar la cara a Arnaldo Iglesias, con la profusión de alardes que Basulto y sus pupilos dejaron tras la faena en la prensa escrita de Miami. Cuando van a referirse a la provocación del 17 de abril del 94 y a si Cuba protestó en aquella ocasión, el acusado comienza a responder que no sabe, y de pronto la jueza llama a un side bar.

Resulta que más temprano en la tarde, ellos habían tratado de introducir como evidencia una de las medallitas que supuestamente Basulto habría lanzado sobre La Habana y que este casualmente trajera a la Corte. La jueza decidió que eso no se hiciera, el asunto parecía resuelto hasta este momento en que la propia jueza los sorprende... ¡haciendo pasar y examinar la medallita de un fiscal a otro frente al jurado! Mi abogado me informa, a su regreso, sobre la amonestación de la señora Lenard, y yo prefiero reservarme los comentarios.

Cuando queda poco para la 1:45, los fiscales quieren cerrar con broche de oro mostrando a Basulto las notas diplomáticas en las que Cuba comunica las violaciones del espacio aéreo, desde principios de 1994. Esta gente ni siquiera se ha tomado el trabajo de averiguar las matrículas de los aviones empleados por Hermanos al Rescate y parecen conocer solo el N2506, el N2456S y el N5485S, pues al repasar la lista de aviones que envía Cuba, ellos apenas esperan que aparezca alguno del grupo. Pero para su sorpresa, Basulto tiene que admitir que la mayoría pertenecen o han volado con Hermanos, así que la Fiscalía escurre rápidamente la lista y se dispone a emplear los últimos minutos del día haciendo que Basulto adjudique todas sus faltas a Roque. Esta parte ya la conoces: Roque era el duendecillo malo que susurraba al oído de Basulto toda suerte de ideas sucias para sacarlo del buen camino, el que le hizo llenar de municiones un artefacto humanitario, obligó al testigo a interesarse por un avión militar, y solo por no tener edad no fue quien ajustó el tiro durante el cañoneo al hotel Rosita de Hornedo, en el año 62.

Cuando dan la 1:45, Kastrenakes ha estirado tanto su cuestionario que ahora le falta tiempo para concluirlo. Trata de adentrarse en la entrevista de Basulto con el agente de aduanas Peter Ostrovski, una objeción de McKenna que la jueza sostiene le corta el paso, y Lenard aprovecha para sonar la campana a la 1:50 p.m.

He hecho todo lo posible por describirte en pocas palabras este mariposeo en que se convirtió la resucitación del cadáver de Basulto por parte de Kastrenakes. Hubo un momento en que consultamos a McKenna y este nos dijo que no sabía si molestarse en reexaminar al testigo o mandarlo a casa de una vez, para no perder más tiempo. En cuanto a nosotros, ya a estas alturas hemos tenido suficiente de Basulto, de Hermanos al Rescate y del derribo, y si Paul decidiera dar el adiós a este señor, por nosotros perfecto. Nos reímos de cómo el lunes estábamos locos por sentarlo en el banquillo de los acusados y ahora ya nos sabe a m…, bueno, ahí te lo dejo.

Pero la mejor constancia del resultado de esta jornada nos llega en boca de Maggie Shuss, la esposa del lugarteniente de Basulto, quien parece ser la que mejor vista tiene de entre la tropa del testigo. En una entrevista que le hizo el noticiero del Canal 23, la señora Shuss no puede menos que decir: “Creo que los fiscales pudieron disminuir algo el daño que hizo la defensa. Pero no del todo”. Con estas palabras cierro el día.