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El diario de René: Termina el caso de la Fiscalía contra los cinco nunca bien condenados

El viernes 2 de marzo comienza con cierto retraso, debido a problemas en el calendario de la jueza.

A la capitana Linda Hutton la interroga el bisoño David Buckner.

La señora Hutton se hizo piloto en el año 1976, especializándose en varios equipos operados desde portaviones. Estuvo en Norlfolk y en el barco de mando de la Segunda Flota como oficial de operaciones, antes de pasar a dirigir la base de Boca Chica en agosto del 95, donde permaneció hasta el mismo mes del año 97. Fue la primera mujer al frente de la instalación y actualmente trabaja en el Pentágono. Tiene distintos estudios universitarios.

En cuanto a Boca Chica, explica que la base está dividida en cinco partes principales –supongo que no me acusen de espionaje por decirte esto ahora–: la base aeronaval, un complejo familiar, otro complejo llamado Trumbo Point para pilotos y oficiales, el anexo Truman, que es una instalación naval, y otro complejo habitacional llamado Ponciana. Estas instalaciones operan varias ramas de lo militar.

En cuanto a las principales misiones de la base –y me sigo complicando– están el entrenamiento medio y avanzado de pilotos, atender cualquier contingencia en el Caribe y Centroamérica y la lucha contra el tráfico de drogas. El rol de la señora Hutton, en su condición de jefa del complejo, era el de jueza, jefa de policía, jefa del orden y todas las otras actividades inherentes a dicho cargo, que normalmente se esperan de un oficial que dirige una instalación militar.

Siempre bajo la tutela de Buckner, explica que ella estableció una política de abrir la base a la comunidad, principalmente entre las 6 a.m. y las 6 p.m., a fin de que el público de Cayo Hueso se relacionara con la instalación y se sintiera parte de la misma. Claro que esto no incluía el acceso a toda la base, muchos edificios se mantenían fuera del alcance del público, sin contar los locales más protegidos.

La Fiscalía presenta un mapa de la base para que la señora Hutton explique la distribución de las instalaciones y hable del acceso en general a las áreas del lugar, “como el de cualquier otro aeropuerto”, indica la capitana. Señala que había acceso a áreas abiertas, aunque alguien que repitiera sus visitas, haciéndose sospechoso, podría ser objeto de observación.

Con respecto a las actividades de la instalación, se explica que, estando a noventa millas de Cuba, tendría un papel activo en caso de alguna acción contra la Isla, y que las prácticas de aviación realizadas en ella se basan en tácticas de combate reales. En cuanto al edificio A-1125, sobre el que algunos reportes de Antonio dicen que lo estaban renovando para convertirlo en lugar de almacenamiento de documentos secretos, la testigo corrobora estos reportes diciendo que, en efecto, todo tipo de documentación secreta había sido almacenado en el lugar bajo estrictas medidas de seguridad, y comenzó a ser utilizado para estos fines en abril del 97. Aquí Buckner –buen pichoncito de cacafuaca empollado bajo el calor de Heck Miller– trae a colación un informe del Faquir sobre el edificio, de cuando este todavía no estaba albergando información secreta –como todos sus reportes–, para alborotar el patriotismo de la testigo y sacar fuera de contexto el informe. La capitana se ve algo conmovida por el texto, lo cual me parece lógico, pero cuando Buckner quiere insistir en el tema, levanta una objeción de la defensa que es sostenida y se acaba el show.

El fiscal entonces hace la lista de algunos de los edificios sobre los que Guerrero había realizado observaciones desde la periferia y que, como explica la capitana, albergan información clasificada.

A continuación pasan a una caseta móvil que sirve para imitar la torre de dirección de aterrizaje de un portaviones, de la cual Guerrero reportó sobre dos frecuencias fijas de sus equipos de radio. La señora Hutton explica que esta caseta es como un remolque, se mueve de una pista a la otra para participar en los ejercicios de aterrizaje, haciendo las veces de una similar que en los portaviones se usa para orientar a los pilotos en su ángulo de descenso. Explicó que las frecuencias no son públicas porque el ejército no quiere darlas a conocer.

Para terminar, Buckner la lleva a decir que la seguridad de la base se apoyaba en la lealtad de su personal, y aprovecha para presentar una planilla llenada por Guerrero al entrar en ese trabajo, que es básicamente una promesa de lealtad al gobierno norteamericano. A la 1:30 p.m. termina su examen el señor Buckner y la testigo pasa a Jack. Este se toma cuarenta minutos de interrogatorio y establece lo siguiente: la base tiene capacidad ofensiva, aunque su función no es exactamente esa. Un avión de combate llega a Cuba en cuestión de minutos. Los entrenamientos en tácticas de combate se realizan al oeste de Cayo Hueso y no pueden ser observados desde la base. La política de base abierta establecida por la capitana eliminó las postas de entrada entre las seis de la mañana y las seis de la tarde. Hay una sección de la base en la que el público puede tomar fotografías de las pistas y los aviones operando en ellas. Una playa adyacente también ofrece buenas vistas de la base y permite la toma de fotografías. Contratistas civiles tienen acceso a la base para realizar distintos trabajos. Y, asimismo, se realizan espectáculos aéreos, generalmente anuales, a los que el público tiene acceso y toma fotografías.

Jack le pregunta si la seguridad de la base descansa en la lealtad de los empleados y la capitana dice que casi toda.

—¿Entonces la firma de la promesa de lealtad es suficiente para que un empleado acceda a un área secreta?

—Bueno, no, tampoco así –admite la capitana.

Respecto a los clearences o habilitaciones de seguridad, explica que se basan en la necesidad del puesto de trabajo, no se trata de optar por uno si no es necesario.

En relación con algunas preguntas anteriores del fiscal, se establece que en el hot pad no se realizaban discusiones secretas con la presencia de civiles, que su uso como instalación secreta comenzó después que los civiles terminaron sus actividades en ella, y no albergó documentos clasificados hasta que el departamento de obras públicas terminó sus trabajos en el edificio. Los trabajadores de obras públicas no requerían clearence, así como ninguna de las tareas que realizó Guerrero en Boca Chica.

La capitana no puede asegurar si los trabajos de Guerrero en relación con el hot pad, el local de armamentos o el de la Fuerza de Tarea Conjunta reclamaron la presencia física del acusado en los edificios o fueron realizados en el local de obras públicas; aunque señala que el principal objetivo de la Fuerza de Tarea Conjunta tenía relación con el tráfico de drogas. Jack aprovecha para preguntar si en un local secreto abierto, los documentos clasificados se mantenían a la vista de quienes entraran sin clearence, y la capitana admite que por disciplina debían ser cubiertos, por si alguien entraba a realizar algún trabajo de mantenimiento o de otro tipo.

Para finalizar, el abogado le pregunta si el FBI la había puesto al corriente de la presencia de un agente del gobierno cubano en la base, y ante la objeción de la Fiscalía, que es sostenida, Jack ataca por otro ángulo:

—¿Me puede decir cuándo supo usted que había un agente de Cuba en la base de Boca Chica durante su mando?

—Hace unos ocho meses, precisamente cuando el gobierno me vino a ver para que testificara.

A las 2:10 Jack cede el puesto a Buckner para su reexamen.

La reexaminación se apoya en una cantidad de suposiciones tan abrumadora, que me llegué a preguntar si tenía que ver con nuestro juicio, pues era difícil establecer el vínculo entre la evidencia y las preguntas de Buckner. La capitana explica que la base de Boca Chica puede realizar misiones ofensivas; que los datos del entrenamiento aéreo se almacenan; que ese almacenamiento se realiza en edificios de la base; que estos edificios no son de acceso público; que no hay otras áreas en la base para hacer fotografías además de las establecidas en el perímetro de las pistas; que si alguien era sorprendido abusando de la política de base abierta, sería interrogado; que durante las exhibiciones anuales no se permite al público inspeccionar los aviones. De nuevo la alusión a que en el hot pad se habían realizado conversaciones secretas, de nuevo la famosa hoja de trabajo de Guerrero que representaba ciertas tareas en relación con dichos edificios, y otras idioteces que pasaron por el cerebrito del pichón de inquisidor, relacionadas con unos respiraderos que Guerrero construyera para ser instalados en el local de armamentos.

Míster Buckner lee un fragmento tomado de un documento que clavó en el subconsciente de la capitana, para otra vez alborotarle las hormonas del patriotismo:  “El edificio de la Fuerza de Tarea Conjunta tiene doce estaciones de trabajo con una computadora cada una “, lee Buckner con voz grave, para horror de la señora Hutton:  “¿Es esta una descripción correcta del edificio? “, pregunta el cacafuaquito.  “Sí “, responde la capitana estremecida, y supongo que Buckner se habrá sentido en la gloria al exponer el informe más secreto que se ha podido presentar del Faquir en todo el caso.

Finalmente se refiere a una pregunta de Jack, quien enseñando a la testigo las planillas de solicitud de empleo de Guerrero le había señalado la referencia que este hace a sus estudios en Kiev: “¿Acaso el haber estudiado en Kiev, antigua Unión Soviética, limita a alguien para obtener un clearence?”.  “Bueno –responde la señora, para caer en un lapsus–, cuando el muro de Berlín cayó en el año 82...”.  “¡En el 89!”, murmura sorprendida la mitad de la sala.  “En fin –dice la capitana–, el haber estudiado en la antigua Unión Soviética no imposibilita a alguien para obtener un clearence. O al menos eso me parece, aunque no lo puedo asegurar”. Y así termina la examinación de la capitana Linda Hutton. Último testigo de la Fiscalía.

A las 2:23 de ese viernes 2 de marzo del año 2001 de la era cristiana –no tan cristiana que digamos–, se para ante el podio la señora Caroline Heck Miller y anuncia ante el mundo la terminación del caso que con tanto empeño y más ojeriza ha presentado la Fiscalía contra los cinco nunca bien condenados y escarnecidos espías castristas en Miami.

Todo esto te lo he contado en la noche del martes 6.

Ahora sigo este miércoles 7, a las 7:37 p.m. No voy a escapar al deber de analizar el último testimonio antes de abordar el pasado lunes. Así que, sin más dilación, echemos un vistazo a lo que pudo representar la capitana Linda Hutton.

Creo que fue uno de los mejores testigos de la Fiscalía. No me pareció del tipo de desvergonzado que la Fiscalía prepara para mentir sin recato, como tan a menudo ha hecho.

Según el Faquir, quien es nuestra autoridad en Boca Chica, la señora Hutton exageró sobre ciertos elementos relativos a la seguridad de la base. Analizando estas exageraciones, hemos llegado a la conclusión de que mayormente pudieron deberse a la forma en que veía las cosas desde su posición en la instalación y a los prejuicios que indirectamente pudo haberle removido la Fiscalía con el uso selectivo de ciertas frases de la evidencia, muy aisladas y fuera de contexto, para despertar en ella el espectro del peligro rojo que supuestamente habría representado el Faquir en la base.

El análisis de su testimonio, hasta el momento en que escribo estas líneas, arroja un resultado favorable a la Fiscalía, aunque no en un margen abrumador si se tiene en cuenta que no hizo declaraciones demasiado explosivas. Por otra parte, el testimonio tiene algunas flaquezas susceptibles de surgir en el futuro, pues, por un lado, algunos testigos de la defensa, con los pies más cerca de la tierra, podrán entrar en detalles específicos sobre la seguridad de la base y, por otro, la Fiscalía abrió demasiadas puertas con generalizaciones ajenas por completo a nuestro compañero y ponen este testimonio bastante lejos del Faquir.