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Ray también es entrega

Ray nunca imaginó la gran aceptación que tendría Manuel en el público nacional. Foto: Yoandry Ávila / Alma Mater.

Este viernes la novela cubana Entrega arriba al capítulo final. Con su protagonista, Rayssel (Ray) Cruz, actor que encarna a Manuel, el maestro que regresa al aula para enseñar y encantar con la Historia a unos adolescentes de la enseñanza preuniversitaria, conversó Alma Mater.

En la cafetería del Teatro Bertolt Bretch, justo antes de un ensayo — y en medio del murmullo de quienes bebían café y miraban desde sus mesas el improvisado set de entrevista — Ray nos compartió que ni él, ni Alberto Luberta (el director) y Amílcar Salatti (el guionista) previeron la gran aceptación que ha recibido su personaje por parte del público nacional. «Teníamos mucho miedo que pudiera sonar a “teque”, pues Manuel era quien guiaba la novela», confiesa.

Para la construcción del personaje — explica — tuvo que estudiar mucho; una realidad que el actor Osvaldo Doimeadiós, al frente de la dirección de actores en el proyecto, le recalcó.

«Tienes que estar frente a una clase con un conocimiento real de lo que estás enseñando. Es la única manera de que la interpretación quede sincera y auténtica. Además, al guion en las clases se le iban agregando muchos textos. Tenía que aprendérmelos ahí, en caliente. En las escenas del aula, con tantas fechas y datos históricos, no podía improvisar mucho.

«Doime tuvo la luz larga de ayudarme a preparar las clases antes del proceso de rodaje. Me las sabía dos meses antes de darlas, entonces ya no me costaban cuando se grababa, estaba cómodo. A veces había que repetir por mi actuación, pero estaba cómodo con la materia».

¿Cómo es caminar por la calle y que las personas te reconozcan como Manuel y realmente vean a Ray?

«Es complicado. Uno está en la familia lunes, miércoles y viernes, y la gente se siente con potestad y con derecho sobre ti. Te tocan y te hablan como si te conocieran de toda la vida. La gente espera ver a Manuel todo el tiempo. Y yo no tengo nada que ver con el personaje.

«Manuel es muy estricto, muy serio y estudioso. Yo soy más underground, por llamarlo de alguna manera. De hecho, el día que salió el primer capítulo me pelé al uno, me teñí de rubio y me afeité para irme lo más lejos posible de él. Hasta así, al segundo día, las personas me decían: “Es él”. Mucha gente me comenta: “Pero Ray no puedes hacer tal cosa”. A mí me da igual; no puedo renunciar a mi esencia, a lo que soy».

¿Cómo te recibieron los verdaderos estudiantes del pre que compartieron escenas en la novela?

«Querían que me quedara a darles clases».

¿Fue difícil aprender lenguaje de señas?

«Mi mamá era sorda, por eso lo tenía más que dominado. Era difícil con Keny, ella no lo sabía. Tenía que estar bien ella y desintoxicarme yo, pues al inicio de la novela, cuando los personajes empezaron a salir, tenía que hacerme el que no sabía y se me iba, es algo que tengo asumido de forma natural. Pasé trabajo, pero para alejarme».

¿Anécdotas?

«Aquí mismo. Estaba sentado y pasó una mujer. “Pssssssss, ven acá”. Me llamó con tremenda mala forma, bajé y me comentó: “Déjame decirte que soy profesora en el Varona y, por culpa tuya, en la escuela me dicen Hortensia”. Le respondí: “Mire, revísese, que no está bien lo que está haciendo”. Eso fue algo simpático.

«En otra ocasión me invitaron a un matutino en la Dirección Provincial de Educación y un metodólogo me dijo al final: todo el mundo tiene tremendo lío con tu personaje y la gente no sabe que eso es ficción. Le comenté, bueno es ficción la historia que está contando la novela, pero las clases son reales, las fechas no se han cambiado ni los nombres de los mártires y héroes. Todo es real, lo que cambia es la manera en que él lo imparte.

«Hace como dos meses me pasó una cosa bien bonita. Estaba en La Habana Vieja y se me acerca un bicitaxero: negrón, 1.90 de altura, sudado. Me dice con tremenda bomba: “Oye Ray, un momentico, compadre, no dejes de hacer lo que estás haciendo en la novela. Yo no puedo hacer lo que me gusta, tengo que hacer esto porque tengo tres hijos y una mujer que mantener. Haz lo que sientas ganas de hacer, hazlo por ti y hazlo por mí”.

«El otro día estaba en un concierto del Chacal y uno de los de seguridad, de esos impresionantes como de dos metros de altura, se me acercó en medio del concierto y me dijo: “Mi hermano, yo soy profesor, y me siento tan identificado contigo, pero tengo que hacer esto para poder mantener a mi familia”.

«Te das cuenta de que por eso Manuel ha llegado tanto, porque su historia es parte de lo que le sucede a los cubanos. Nosotros tenemos que hacer dos y tres cosas a la vez, y a veces renunciamos a los que nos gusta de verdad para que económicamente nos vaya un poquito mejor».

Cuéntanos el final de Entrega

«Es una novela diferente. Lo ha sido desde el principio y, por supuesto, termina diferente. No acaba en una boda ni en unos 15, o en una fiesta donde se reúne todo el mundo que nunca se ha visto en la novela. Termina de lo que va la novela, que es una clase; en un nuevo curso y qué pasa ese primer día de clases».

¿Qué esperas sea tu vida cuando se acabe la novela?

«Quiero tener trabajo. Ahora mismo tengo ensayo, pues no paro de hacer teatro. Voy a empezar también un nuevo proyecto en la televisión. La gente adora a Manuel, es como un cúmulo de muchas cosas buenas, sin embargo no quisiera que fuera el personaje más importante de mi vida, pues eso quiere decir que ya no voy a hacer más nada a esa dimensión».

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