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El diario de René: No vamos a pedir perdón

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Hoy jueves 15 de febrero, a las 9:04 a.m. Paul pide a la jueza un aparte para discutir un documento que le acaba de entregar la Fiscalía, como parte de sus obligaciones. El abogado piensa que el documento tiene que ver con la precisión del lugar de los hechos y solicita hablar con su experto para estudiar algunos datos antes de interrogar a Clelland sobre su contenido.

Por su parte Heck Miller plantea que Paul pudo haber interpretado mal el documento. Ella cree que su contenido no aporta gran cosa al caso y pide a la Corte que le permita explicárselo a McKenna para que no tenga que molestar a su experto.

Tras una breve conversación, Paul parece no entender la explicación de Heck Miller y renueva su petición de pasar el documento por fax a su experto, y que el testigo se mantenga disponible para el caso de que esta consulta con el primero determine algún examen del segundo. Lenard accede y Paul retoma su contraexamen de Clelland, inconclusa desde la audiencia del pasado martes.

El cuestionario empalma con el del final de anteayer, cuando se había establecido que, en definitiva, el único radar que tomó los datos de los últimos minutos de vuelo fue el de Cudjoe Key. Se establece que, según el 84RADES, este era el menos preciso de los radares y que su mayor grado de error estaba relacionado con la recepción de la señal secundaria, precisamente la que había servido de base para establecer los últimos momentos de vuelo de los aviones de Hermanos al Rescate.

Paul hace recrear la última secuencia del avión de Carlos Costa, y tras reiterar que su reconstrucción había dependido de este radar montado en un aeróstato, pregunta al testigo si el globo no era susceptible de ser afectado por las condiciones meteorológicas y en especial por el viento, a lo que el testigo asiente. Con respecto a las alturas de los aviones durante los hechos, no se dispone de datos para el caso de Costa, solo la que llevaba doce segundos antes, que era de 1300 pies. La altura de De la Peña no pudo ser determinada por el radar, se estableció solo que en el punto más al sur de su vuelo era también de 1300 pies.

Paul pregunta al testigo si el programa consta de un segmento llamado Zoom B, pero este no tiene la respuesta. Ahora es McKenna el que guía a Clelland a través de su propio programa de computadoras y lo ayuda a encontrar el segmento de marras, que le permite aumentar el tamaño de la animación; Paul le pide representar solo as trayectorias de los Mig y, una vez hecho esto, comienza a analizar las mismas, segmento a segmento, para encontrar varias irregularidades: los aviones desaparecen del radar en varios segmentos, que totalizan cerca de siete minutos, las trayectorias se confunden y el trabajo demuestra ciertas imprecisiones.

El abogado pregunta si se utilizó la mayor cantidad de radares y de datos posibles y el testigo responde afirmativamente.

—¿Usted sabe si otras personas realizaron este trabajo?

—Es posible.

—¿Tal vez el CARIBROC? ¿Usted sabe si ellos lo hicieron?

—No.

—¿La aduana en California? ¿Usted sabe si tiene imágenes?

—Ellos no tienen.

—¿Usted no sabe si ellos monitorearon el área desde el mismo aeróstato de Cudjoe Key?

—No sé.

—¿El radar de Cudjoe Key es usado para navegación aérea?

—No, es utilizado para actividades contra tráfico de drogas.

—¿Usted discutió con el personal de aduanas?

—Sí

—¿Y no sabe si ellos puntearon estas imágenes?

—No lo sé.

—¿No consultó con el Buró Nacional de Seguridad del Transporte?

—¡Objeción!

—Sostenida, Mr. McKenna, establezca el fundamento a su pregunta.

Y sigue Paul:

—¿Usted sabe si el Buró Nacional de Seguridad del Transporte investigó este incidente?

—No lo sé.

—¿No hizo contacto con ellos?

—No.

—¿Y qué acerca de la Marina? ¿Usted sabe si tienen algo? ¿Y la FAA? ¿Y el guardacostas? ¿Les consultó? ¿Sabe si tienen datos acerca del incidente? ¿Contactó con ellos para complementar el trabajo?

—No, no, no y no.

De vuelta a las imágenes, el abogado hace que el señor Clelland muestre nuevamente el recorrido del avión de Basulto, mezclándolo con los gusanillos de segmentos triangulares que forman los Mig. Paul dirige la atención a los minutos en que Basulto está cerca de la costa cubana y establece que, según las imágenes, ningún Mig pasó cerca del avión en esos momentos –lo cual supongo que querrá hacer contrastar, después, con el video en el que aparece el Mig pasando por encima del avión de Basulto, con La Habana como fondo–.

A las 10:05 nos vamos a un receso. Al regreso se discute el documento al que McKenna se refirió al abrirse la sesión. Resulta que en noviembre pasado, el 84RADES y el FBI detectaron la diferencia entre los mapas empleados por el programa y los mapas oficiales de navegación, con respecto a la localización de la zona de defensa de Cuba, y Paul llamó la atención sobre esto a la Fiscalía. Ahora que el defensor ha traído esto a colación con claridad, los fiscales deciden entregar la carta en la que tanto el FBI como el 84RADES discuten la discrepancia. Esto se analiza en un side bar; nos enteramos por los abogados que la jueza no había visto con buenos ojos esta resistencia de la Fiscalía a entregar la carta a tiempo y decidió que Paul interrogue más adelante al testigo.

A continuación se aborda el tema de la grabación de los contactos radiales, tanto entre los pilotos de los Mig y el control de tierra como de los aviadores entre sí. Esta grabación fue monitoreada el día de los hechos por la Fuerza Aérea norteamericana y coincide básicamente con la que entregó Cuba a la OACI durante la investigación de este organismo internacional después del derribo. Una vez aceptada la grabación, se entrega a cada miembro del jurado su transcripción con la traducción al inglés; la señora Susan Salomon les indica que les avisará cuándo deben volver la página para que sigan la radioconversación, a medida que se va desarrollando. Todo queda listo para el momento más tenso del juicio, desde el 27 de noviembre del año pasado en que comenzó la selección del jurado.

La grabación comienza a las 3:08 p. m., cuando los Mig ya están al norte de La Habana buscando los aviones de Hermanos al Rescate que han cruzado al sur del paralelo 24 norte, unos minutos antes. Como se expondrá a la velocidad en que realmente ocurrieron los hechos, tomará cerca de una hora escucharla completa.

Minuto a minuto se van desarrollando las acciones y la tensión comienza a crecer en la sala, en la medida en que los Mig reciben instrucciones, de acuerdo con los contactos de radar, para localizar los objetivos. En un inicio parecería que los ecos vuelven del lugar equivocado, pues las primeras instrucciones van llevando a los pilotos hacia donde está el Majesty of the Seas, y estos tienen que insistir varias veces en que lo que tienen en el punto de contacto es un barco grande de pasajeros. Alrededor de las 3:15, tras siete minutos de conversaciones, uno de los aviadores corrobora que el objetivo detectado es el barco y parece estar tratando de convencer al operador para que descarte ese eco de su pantalla. Los Mig no han hallado ningún avión hasta ese momento.

Casi dos minutos toma esta evolución alrededor del Majesty of the Seas, mientras parece no haber eco de los verdaderos objetivos; es alrededor de las 3:17, en el momento en que se acaba de conectar el armamento de los aviones, que el control de tierra detecta los equipos de Hermanos al Rescate, bastante al sur, veinticinco kilómetros al norte de Santa Fe, y dirige los Mig hacia ese punto. Ya los cazas habían abandonado el crucero, con rumbo sur, en el momento en que el operador de radar les indica esta última posición.

Unos segundos más tarde el objetivo se halla a diez kilómetros a la izquierda de los Mig, es decir al sur sureste de los cazas, que van volando en dirección sur. A las 3:18 con treinta segundos, los pilotos de combate hacen contacto visual con un avión de Hermanos al Rescate, cuando parecía que estaban justamente dejándolo por la izquierda hacia el este. El control de vuelo les pide que identifiquen el objetivo que tienen a la vista, y ya se puede comenzar a sentir la tensión en uno de los pilotos cuando dice con voz agitada a las 3:19:

—¡Es una avioneta! ¡¡Es una avioneeeetaaaaa!!

La misma tensión sale de los audífonos para apropiarse de la sala, mientras el control insiste en que se identifique el objetivo, y durante casi un minuto recibe la información de que se trata de un avión Cessna 337 blanco y azul. Casi al filo de las 3:20 el piloto informa que dará un pase al avión de Hermanos al Rescate.

Han pasado veinte segundos desde las 3:20 y el piloto anuncia varias veces, con voz agitada, que tiene al objetivo en captura y pide autorización para abrir fuego. Quince segundos después, el control de tierra da la orden lacónicamente: “Autorizado a destruir. Autorizado a destruir 08”.

Al parecer el piloto no ha escuchado al control de tierra, y cuarenta y dos segundos pasadas las 3:20, exclama: “iAutorízanos cojoooones que la tenemos!”. Dos segundos después se repite la orden en el mismo tono: “Autorizado a destruir 08”. Pero el Mig-29 matrícula 2908 acaba de pasar el objetivo y así lo informa al control de tierra, que dos veces más repite la orden de derribarlo.

“Enterado, ya se recibió. Ya se recibió. Déjanos tranquilo ahora”, responde el 08, mientras maniobra para recapturar el objetivo.

“No la pierda 08”. Son las 3:21 con treinta y dos segundos cuando se recibe la respuesta del piloto: “¡Primer disparo!”. Cinco segundos toma alcanzar el objetivo y de nuevo la voz del piloto pasados treinta y siete segundos de las 3:21: “¡Le dimos cojoooones, le diiiimos, le dimos!”.

Mientras el control de tierra orienta al piloto a que marque el lugar del derribo, este se encuentra todavía lidiando con sus emociones: “Estamos sobre ella. Este no jode más”.

Tal vez la última mitad de la frase se deba a la exaltación del piloto o tal vez se trata de su temperamento. Es la reacción de un hombre que ha visto burlada impunemente la integridad de su país y a quien le ha sido encomendada la tarea de poner fin a esa burla. Es también la cosecha de una industria dedicada a sembrar tragedia en Cuba, que ha convertido en héroes a quienes han llegado aquí con las manos manchadas de sangre tras asesinar a un inocente para robarse una embarcación, que glorificó a quienes asesinaron en Tarará a varias personas para poder hurtar un bote y llegar a la tierra prometida de Miami, que comenzó a violar el espacio aéreo de Cuba cuando su situación económica alcanzaba el punto más bajo para incitar a la revuelta y a la sangre, y que no ha perdido oportunidad para alentar una guerra entre nuestro pequeño archipiélago y el país más poderoso del mundo. Es la cosecha de quienes tal vez se creyeron a salvo por el hecho de cobijarse bajo la bandera de una gran potencia, mientras lanzaban zarpazos desde aquí contra nuestro pueblo.

Pero aún sabiendo todo esto, pasamos un momento difícil, pues nos separa solo un pasillo de los familiares de quienes fallecieron en ese trágico acontecimiento, y sabemos bien que las exclamaciones de ese piloto serán manipuladas y puestas en el peor contexto por esa industria.

Por otra parte, se impone el respeto por las vidas perdidas y por el dolor de los familiares. Porque sabemos que tanto familiares como fallecidos han sido víctimas también de un ambiente difícil, donde tantos elementos se unen para saciar oscuras agendas económicas y ambiciones que no reparan en costos. Sería muy largo de exponer, y se saldría del contenido de este diario, el análisis de cómo fueron arrastradas a estas trágicas circunstancias las vidas de quienes, al unirse a Hermanos al Rescate, solo pretendían acumular algunas horas de vuelo y salvar balseros.

Claro que nada de eso lo pensábamos mientras oíamos la grabación en la sala donde suponíamos todos los ojos puestos en Gerardo. Como si nos hubiéramos puesto de acuerdo, los cinco seguimos las transcripciones de la radioconversación concentrados quizás algo más de lo necesario, como el recurso más adecuado para manejar el momento.

Las acciones no habían terminado. Mientras a las 3:22 despega el helicóptero de salvamento y rescate, el control de tierra insiste en que el Mig-2908, el único que ha permanecido en el sitio del derribo, se mantenga sobre el lugar. El piloto del caza tiene intenciones de regresar a su base y así lo informa al control de radar, a las 3:23. Pero recibe la orden de mantenerse orbitando sobre el punto en que cayó el objetivo. Veinticinco segundos después de las 3:24, el piloto reporta: “Tengo otra avioneta a la vista”. El control de tierra le orienta mantener el aparato bajo observación y no perderlo, mientras le pregunta por la posición del mismo:

—Compañero, está en la altura, en el lugar de los hechos.

—Bien 08 y 13 –orienta la voz desde el punto de control–, hace falta se mantengan ahí, encima de la avioneta. No la pierdan de vista.

—Está en la región de los hechos, donde cayó el objetivo. Hace falta que nos autoricen –exclama el piloto del 2908, cuando son las 3:25 con treinta y cuatro segundos.

Dieciocho segundos después, se repite la orden del puesto de control:

—Correcto, 08 y 13, autorizado a destruir la segunda.

Nuevamente la danza mortal del Mig alrededor del segundo objetivo, mientras el piloto corrobora la orden y el operador de radar la repite por dos veces, urgiendo luego al aviador:

—¿La mantienen a la vista 08?

—La mantenemos, la mantenemos. Estamos trabajando, déjanos trabajar –llega la respuesta desde el caza con voz nuevamente agitada, a las 3:26 con treinta y seis segundos.

A las 3:27 con cincuenta y dos segundos se oye al piloto como hablando para sí mismo: “Con calma, con calma”, y veintiséis segundos más tarde su voz emerge de los altavoces con la misma exaltación, a las 3:28 con trece segundos:

—¡La otra destruida. La otra destruida. Patria o Muerte cojoooones. La otra abajo también!

Cuatro mártires más para una causa absurda. Cuatro banderas que serán en adelante esgrimidas hipócritamente por quienes les llevaron irresponsablemente a este desenlace trágico con el fin de añadir las atrevidas incursiones a Cuba a su repertorio de monerías, para ganar popularidad en este concurso de míster Guapo en que se ha convertido el anticastrismo de Miami. Triste destino morir sin saber bien por qué.

Tras estos veinte minutos iniciales, durante casi cuarenta minutos oímos cómo el grupo de salvamento y rescate busca inútilmente los restos de los aviones, los primeros Mig regresan a casa en San Antonio de los Baños, y otra pareja despega para buscar un objetivo que parece merodear algo al norte de Santa Cruz del Norte. El dúo de cazas se aleja bastante de las costas cubanas para identificar otro Cessna 337, que describen como azul y blanco; pero al parecer el objetivo está a suficiente distancia de Cuba y tras pedirles que lo identifiquen, los controladores de vuelo ordenan a los Mig que se retiren sin siquiera activar sus armas. Luego José Basulto declaró que se trataba de su avión y culpó al gobierno norteamericano de negligencia por permitir que los cazas cubanos se acercaran tanto a los Estados Unidos; pero los datos del radar estadounidense no apoyan esta versión del provocador, que en ese momento estaría al suroeste de Cayo Hueso, bastante lejos del área de búsqueda. A mí, por otra parte, no me interesa interferir en las diferencias matrimoniales entre Basulto y el gobierno norteamericano.

A las 12:50 p.m. solo queda estática en el audio y las partes acuerdan poner fin a la grabación. Así termina de exhibirse la evidencia más emotiva que habremos de encontrar en el juicio y que probablemente se presentó con el objetivo de estremecer los sentimientos del jurado. No hay dudas de que, en los segundos culminantes, las expresiones son fuertes, y en eso reside el valor de la grabación como arma contra Gerardo. Como evidencia, el valor es nulo si se tiene en cuenta que no aporta absolutamente nada para vincular a nuestro compañero con los hechos, lo cual sigue siendo, entre otras cosas, el punto más débil de la acusación contra él. Por otro lado, estas comunicaciones tienen un valor de evidencia favorable a nosotros, si se analiza la localización de los hechos, según la constatación del personal militar cubano. Pero yo prefiero que estos elementos salgan a la luz durante el juicio, antes de pasar a exponerlos en el diario. Si al final los jurados analizan esta evidencia por su valor evidencial o por su valor emocional, es algo que no podría adelantar.

De regreso al piso, en nuestras conversaciones telefónicas, Roberto me hace el resumen de sus descubrimientos desde el punto de observación que tiene en la tercera fila de asientos. Dice mi hermano que aumenta la frustración de los familiares de los pilotos muertos ante nuestra compostura, y hoy lo han manifestado verbalmente, después de ver que no nos cortamos las venas ni nos damos cabezazos en las paredes al escuchar la cinta magnetofónica.

Como eso nunca va a pasar yo lo siento sinceramente por ellos. Sé que ya consideran culpable a Gerardo, y por mucha evidencia que lo exonere, se negarán a verla. A veces me hago la fantasía de poder comunicarme con ellos y hacerles entender que sentimos lo que pasó con sus familiares, que nunca debió haber ocurrido, que su muerte fue absurda y que deben entenderlo. Pero sé que eso es imposible. Tampoco los puedo juzgar porque nunca he estado en su lugar y, por supuesto, lo último que se me ocurriría es sentir algún resentimiento contra ellos, por muy lejos que estén nuestras posiciones o por mucho que se empeñen en odiarnos.

Pero hay un gran trecho entre el pesar que nos pueda inspirar su pérdida y el autoflagelarnos solo por el hecho de que se nos quiera imputar un crimen que no existe. No vamos a pedir perdón ni por nosotros ni por ese piloto que, en un momento de tensión reaccionó de determinada manera, bajo ciertas circunstancias que solo él conocerá. Cuando aquí se recibían como héroes a quienes se burlaron de Cuba con sus vuelos sobre La Habana, cuando se vendían a catorce dólares las fotografías del avión de Basulto lanzando octavillas sobre los techos de la ciudad, cuando se pronunciaban toda clase de bravatas como si aquello fuera una gracia y el propio Basulto decía que los Mig no tenían gasolina para hacer su trabajo, nadie tuvo el buen tino de poner fin a la fiesta y llamar a la cordura. En aquella oportunidad era más importante montarse en la tarima y recoger dinero, que ponerse a pensar en las consecuencias de aquellos actos estúpidos. Ahora es muy fácil asumir el papel de víctimas, después de haber estado realizando, por más de cuarenta años, agresiones y provocaciones contra Cuba; como si el hecho de que la Revolución hubiera resistido y los hubiera aplastado ante cada intento, los convirtiera de agresores en agredidos.

Hasta mañana.

Se han publicado 9 comentarios



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  • Eric Rey dijo:

    Impresionante el escrito. Me parece como si estuviera en la sala viviendo ese momento.

  • @adriancamaguey dijo:

    Dura pero necesaria descripción de un hecho que ocurrió como consecuencia de las permisivas politicas yanquis hacia quienes desde La Florida, han agredido a su propia patria. Las avionetas fueron derribadas, y bien derribadas, después que Cuba habia alertado reiteradamente sobre el asunto.

  • SARABANDA dijo:

    LA VRDAD SE ESCRIVE CON V DE VICTORIA

  • Yaniel dijo:

    Sangre de Maceo, Martí, Céspedes. Gracias René. Eres un ejemplo para los jóvenes. Somos continuidad

  • Josep dijo:

    Tremenda tensión.Solo los hijos de esta patria resistimos esto

  • Alejandro Fernandez Costa dijo:

    Muy mesurado y objetivo lo escrito,ante tan serio momento.

  • Manuel David Orrio del Rosario dijo:

    Impactante relato.

  • lili dijo:

    gracias x esto......es historia vivida y vívida......GRACIAS

  • miguel dijo:

    Este recuento está fenomenal, así hay que darles al imperio para que erspeten.

    Saludos,

    Miguel

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René González Sehwerert

René González Sehwerert

Héroe de la República de Cuba. Uno de los cinco jóvenes revolucionarios que se infiltró en grupos terroristas que desde la cuna de la mafia anticubana, Miami, organizan impunes sus ataques criminales contra el territorio cubano. Fue condenado a 15 años de prisión. Su causa contó con una enorme solidaridad internacional. Regresó a Cuba en el año 2013.

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