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“El diario de René”: Los fiscales procuran probar que Gerardo conspiró para cometer asesinato

V

Donde los fiscales emprenden la tarea de probar que Gerardo Hernández conspiró para cometer asesinato, es decir, que acordó la muerte de personas y que esas muertes se produjeran en aguas internacionales.

Bueno, todavía es viernes 2 y puedo al menos comenzar el recuento del martes 30, antes de que se me escape la noche.

A las 9:00 a.m. tenemos al capitán Bjorn Johansen, bajo la direc­ción del fiscal Kastrenakes, para abrir el capítulo del derribo de los aviones de Hermanos al Rescate en este juicio. El señor es noruego y bastante joven, a diferencia del viejo barbudo que yo esperaba ver, tal vez con pipa y todo. Es un oficial imberbe, con cierto aire de inocencia, que imagino debe inspirar alguna credibilidad como testigo.

Johansen y Kastrenakes recorren la trayectoria del primero como hombre de mar, con sus entrenamientos primarios en Noruega en la marina de guerra de ese país, su paso por la marina mercante hasta ingresar en la Royal Caribbean, línea de cruceros que recorre el Caribe desde su base en Miami.

Después de esta introducción entran de lleno en el día 24 de fe­brero de 1996, cuando el señor Johansen actuaba como primer oficial del buque. Se repasa su itinerario entre Miami, Haití, Jamaica, islas Caimán y Cozumel, hasta que el Majesty of the Seas se encuentra a unas veinticuatro millas al norte de La Habana, a las tres de la tarde de ese día.

El señor Kastrenakes, sobre quien parece haber recaído la tarea de hacer condenar a Many por este infame cargo, hace que el mari­nero explique sus tareas de ese día en el puente de mando mientras da una clase de navegación y marinería, explica algunos elemen­tos de orientación, uso de satélites para ubicar el barco, el radar y también describe el desplazamiento del mismo en el momento del incidente. Al hablar del radar, se refiere a un pesquero detectado a nueve millas náuticas a las tres de la tarde, que vigilaban porque se dirigía hacia el norte, en un curso convergente con el del crucero.

Mientras el capitán Johansen interviene, aparece una joven es­tudiante de periodismo vestida con una minifalda bastante atrevida, se sienta junto a los alguaciles y cruza sus torneadas extremidades. El impacto en la atención de los oficiales fue reflejado en la siguiente caricatura de Many, y provocó una discreta hilaridad que no pareció ser bien recibida al otro lado de la sala donde esperan que nuestro lado parezca un velorio. Espero que sirva también para hacer más ameno este diario.

De más está decir que esta es una interpretación humorística y no implica negligencia por parte de los oficiales ni mucho menos.

Es cierto que desde el principio del juicio hasta ahora, se han ido sintiendo más tranquilos en relación con nosotros, por nuestra actitud y porque ya se deben haber dado cuenta de que nosotros no abandonaríamos nuestros puestos en esta batalla, aunque nos abrieran las puertas de par en par. Después de todo, si de algo han valido dos años de encierro es para vivir estos momentos y no nos privaríamos de esta vivencia por nada del mundo.

Mientras el oficial continúa con su exposición, nosotros adver­timos que está leyendo las respuestas de un papel oculto por la baranda del estrado. El capitán cuenta cómo a las 3:23 p.m. vio un avión a una distancia calculada de siete millas náuticas, justo sobre el pesquero, que ya se había aproximado a esa distancia según el radar de a bordo, y luego apareció un avión a reacción por detrás del primero que fulminó a este con un misil. A las 3:37 p.m., unos cuatro minutos después, según el capitán, otro avión peque­ño apareció sobre el horizonte, volando hacia el crucero, y luego giró hacia el este por unos dos minutos, hasta que otro avión caza apareció del oeste sudoeste y le disparó un misil que lo destruyó. Esta declaración produce un silencio que queda flotando en la sala a la hora de tomar el descanso de las 10:20 a. m. Al retirarnos, el Faquir –espía al fin– alcanza a ver que el oficial Al Alonzo del FBI le retira furtivamente al capitán Johansen el papel que había estado leyendo durante su testimonio.

Concluido el receso, se produce una discusión. Paul quiere pre­sentar un video del derribo, tomado durante los hechos por una pasajera del crucero y ampliamente divulgado en los noticieros. Al parecer, desea confrontar el relato del testigo con lo que muestra la cinta, pero ante las objeciones de los fiscales decide renunciar. Al fin la Fiscalía termina su examen preguntando al testigo si ellos fueron notificados de maniobras militares por el gobierno cubano, a lo que este responde negativamente. Para concluir, muestran al capitán una carta de navegación para que marque el lugar de los derribos, y rematan con el libro del barco donde fueran apuntados los hechos por el marinero. A las 11:50 la Fiscalía deja el testigo a la defensa y toma la batuta nuevamente Paul McKenna.

Hay que admitir que el joven capitán deja una tarea difícil a Paul, a juzgar por su aire de inocencia y la propiedad con que explicó la manera en que calculó distancias, midió ángulos y registró detalles del derribo. Al concluir la Fiscalía todos nos preguntábamos si sería posible asaltar este testimonio por alguno de sus flancos, pero Paul ya había escogido el suyo.

El abogado inquiere si, tras el incidente, la tripulación del barco había llamado al guardacostas norteamericano, la respuesta es ne­gativa.

Seguidamente le pregunta si habían sido el guardacostas y el FBI quienes se habían dirigido a la tripulación del crucero, a lo que el testigo responde afirmativamente. Entonces Paul se refiere al libro del barco, señalando que las notas respecto al incidente eran del día 25 de febrero, es decir del siguiente al del derribo y poste­riores al contacto que tuvieron con las autoridades.

—Usted ha estado leyendo unas notas durante su testimonio. ¿No es cierto? ¿Y esas notas las recogió el agente Al Alonzo del FBI?

Y dirigiéndose a la jueza, añade:

—Su Señoría, solicito que se me entreguen esas notas, según lo establecen los procedimientos.

Las notas le son entregadas a McKenna y él continúa su ataque. Pregunta nuevamente al testigo si se reunió con oficiales del gobierno y este dice no entender a qué se refiere el abogado por “reunión”. Este último le aclara lo que es una reunión: un grupo de personas que se unen y conversan: “¿No participó usted en algo así el día 25 de fe­brero?” El capitán dice que no y Paul lo confronta con un documento del guardacostas, donde se describe una reunión con varios oficiales, él incluido. Pero el marino dice que no, y Paul le pregunta si no recuer­da que en el documento el máster del barco declara no garantizar las posiciones y los tiempos registrados por el testigo. Este sigue negando su participación en dicha reunión, contradiciendo lo que se lee en el reporte oficial del guardacostas. Mientras, la Fiscalía se niega a que dicho informe sea presentado, lo que provoca un side bar, y finalmente el documento se presenta al testigo. Sorteado este escollo, McKenna lo interroga acerca de una mancha de aceite que atribuye al segundo avión derribado y que dice haber visto a una distancia de tres millas, a pesar de que la misma mide unos 10 pies. El marino insiste en que vio la mancha con la ayuda de binoculares.

Salimos al receso a las 12:30 p. m. De regreso, Paul hace que el testigo trace en una pizarra el buque y su trayectoria. Le pregunta si la posición de babor, desde la que dice haber visto aproximarse a los aviones, apunta hacia Cuba. A la respuesta afirmativa del capitán, le pregunta si antes de haber visto los aviones, sabía lo que habían es­tado haciendo al sur, y este por supuesto responde negativamente.

Entonces el abogado enarbola el pedazo de papel que había sido requisado antes por el agente Al Alonzo, señala algunas tacha­duras en varios datos y pregunta al marino la razón del cambio de los datos. Este explica que el papel es un borrador que fue luego pa­sado en limpio. Pero al tratar de detallar las anotaciones, resulta que fue escrito a dos manos por él y otro marinero, y se enfrasca en una explicación, difícil de entender, sobre cómo uno escribía las horas en el papel y el otro llenaba otros datos, en turnos alternativos. Para finalizar, Paul compara el borrador con el libro del barco, que debía haber sido escrito a partir del primero, y menciona ciertas diferen­cias. Ya al filo de la 1:45, McKenna muestra un aviso a los marineros, emitido por Cuba para esos días, y le pregunta al marino si no lo había recibido. Este responde negativamente y termina la sesión.

Many nos pasa su siguiente caricatura, una parodia de lo que le había pasado a los alguaciles: “Si vas a poner la caricatura en el diario, pon esta otra también”, me dice. Obviamente Many está cansado de tantos cargos injustos y decidió hacer una simpática declaración exculpatoria que te ofrezco a continuación:

Son cerca de las ocho y media de la mañana del sábado 3 de febre­ro y, como ves, anoche justo antes de acostarme pude completar la narración del martes, de manera que solo me quedan tres días, que espero contarte entre hoy y mañana domingo.

Acabo de hablar con Roberto. Estuvimos conversando un poco sobre su seguridad. Porque desde los comienzos del juicio, los ca­nales de televisión hispanos han estado mencionándolo asidua­mente e identificándolo como mi hermano venido de Cuba. Tú sabes cómo la televisión de aquí ha sido utilizada para señalar a quienes no son del gusto del gueto y se presta como instrumento para amenazarlos e intimidarlos. Ayer Ninoska Pérez Castellón, esbirro radial de la Fundación Nacional Cubano-Americana, se presentó en la Corte para, al parecer, incorporarse a estas maniobras. Pero pre­fiero no adelantarme a los acontecimientos y contarte de su repul­siva presencia cuando corresponda en el calendario.

El miércoles 31 de enero, una vez en la Corte, recibimos noticias buenas de manos de Joaquín, quien nos informa que se puso en contacto con el excandidato presidencial Gary Hart, quien habría sido el vínculo para algunos contactos entre Cuba y los Estados Unidos relacionados con el terrorismo. Según el abogado de Fernan­do, la conversación fue muy positiva y podría arrojar buenos frutos.

Paul McKenna introduce un elemento que tomará visos de bata­lla en los próximos dos días. Se trata de un video del sobrevuelo de Hermanos al Rescate a La Habana, el 13 de julio de 1995, del cual quiere utilizar algunos fragmentos en la examinación de Guillermo Lares, programado para testificar próximamente. La discusión gira en torno a si el gobierno estaría de acuerdo en aceptar el video, de manera que el abogado no tenga que llamar al reportero que lo tomó a bordo del avión de Basulto, pues, de tener que hacerlo, este señor que como periodista ha sido autorizado a permanecer en la sala, tendría que retirarse en los próximos días en virtud de su potencialidad como testigo. El gobierno no quiere aceptar el video –en realidad quisieran que la cinta fuera tragada por la tierra con periodista y todo– por mostrar tan gráficamente la violación del espacio aéreo cubano por Hermanos al Rescate.

Después de un buen pugilato la jueza decide que McKenna en­tregue el video a la Fiscalía para su análisis, antes de proceder a admitirlo como pieza en el contraexamen del señor Lares.

A estas alturas la Fiscalía, olvidando toda noción de decencia, muestra claramente su propósito de defender todas las faltas de Hermanos al Rescate y lucha por evitar la presentación del video. La decisión de la jueza no hace más que pavimentar el camino de esa lucha sobre la cual te escribiré pronto. También queda pavi­mentado el camino para proseguir con los reexámenes, esta vez a cargo de Joaquín, ya que la jueza aprobó su moción para completar un documento omitido por la Fiscalía.

Olvidé decirte que el orden de los testigos fue alterado, por ra­zones de trabajo del capitán Johansen, de manera que este miér­coles se terminará con el señor Gianotti y el marinero no regresará a la Corte hasta el lunes.

A las 9:20 vuelve Joaquín al montículo con Gianotti en la caja de bateo. El abogado presenta algunas instrucciones a su cliente Fernando, a raíz de su relevo de Ramón, que se refieren al Coman­do Sur, la base de Boca _ica y las operaciones llamadas Neblina y Girón. A continuación el abogado esgrime el documento omitido por la Fiscalía, que esboza la Operación Neblina, consistente en la vigilancia de Roberto Martín Pérez, quien, según el documento, esta­ría al frente de la creación, por la Fundación Nacional Cubano-Ame­ricana, de un grupo mercenario de cuarenta personas –¿alguna coincidencia con Alí Babá?–, financiado por uno de los potentados de este ambiente. A esta hora las objeciones de la Fiscalía llueven, pero son rechazadas por la jueza para permitir a Joaquín hacer su exposición. Luego este pregunta al agente si las fechas de los documentos coinciden con el tiempo en que se hicieron estallar bombas en Cuba; pero en esta ocasión la Fiscalía objeta con éxito la entrada a este terreno, no previsto dentro de la concesión de la jueza respecto al documento omitido.

Tras el examen de Joaquín, toma nuevamente el podio la señora Heck Miller, mientras Philip me cuenta una anécdota: El día anterior se encontró con Gianotti en el pasillo y este le reconoció que se había anotado algunos buenos puntos. “Ahora Heck Miller vendrá a reponer algunos clavos del ataúd”, dice Philip.

A la señora parece no gustarle la carpintería, a juzgar por el mal talante y el tono admonitorio de su reexamen directo. Vuelve sobre los mismos argumentos, sin añadir nada nuevo, como si tratara de fijar en el jurado algunas de las nociones cuyo fundamento fue estremecido en los contraexámenes. En un arranque, toma la caja completa de postales de aviación –de la que Jack tan hábilmente hizo mofa, mostrando la de un avión anticuado y la de _arles Lindberg– y, con el tono de una profesora de primaria, se dirige a Gianotti, mostrándole la caja:

—¡¡¿Es esto acaso una caja de chicles?!! ¡¡¿Me puede decir lo que se lee en la cubierta de esta caja?!!

—Aviones de guerra.

Y con rostro adusto y gesto brusco, la señora devuelve la caja al montón de evidencia inservible que ha acumulado la Fiscalía.

Heck la emprende luego conmigo, dado que Phil ha dejado bien clara mi falta de interés en acercarme al FBI para otra cosa que no sea denunciar las actividades de drogas de los libertadores de Cuba que se fabrican en Miami. Y hace un uso selectivo y desganado de un par de párrafos escogidos de entre el amasijo de documentos, que no creo que impresionen al jurado. Seguidamente comienza a defender las actividades terroristas preparadas en Miami y hace decir al testigo que las referencias sobre las mismas, aparecidas en la evidencia, no están confirmadas. Luego vuelve sobre mí para dejar claro que yo no me identifiqué como agente cubano ante el agente del FBI Al Alonzo, cuando me abordó para convertirme en informante de las actividades anticastristas. Así termina sin penas ni glorias la labor de la fiscal como reparadora de ataúdes.

Si tuviera que describir en términos deportivos la sesión del largo testimonio del agente Gianotti, diría que fue un empate. Supongo que de la extensa lectura a que fue sometido el jurado, deben haber salido algunos puntos para la Fiscalía, especialmente por la manera en que se escogieron los fragmentos más inculpatorios para nosotros y beneficiosos para los fiscales. Por otra parte, todos los abogados, con excepción de Paul que decidió no examinarlo, hicieron un buen trabajo, añadiendo otros puntos favorables en la evidencia y haciendo notar que la Fiscalía ha sido demasiado selectiva en su presentación. Finalmente la señora Heck puede no haber hecho, a pesar de su mal humor y sus arranques, un trabajo del todo malo durante su interrogatorio, lo que pasa es que no estoy seguro de que sus reiteraciones, después de tantos días anteriores de lecturas, hayan servido para cerrar del todo el sarcófago. Me parece que la principal debilidad de este testimonio sigue relacionada con la principal debilidad del caso en general: todo lo que se refiere a espionaje, conspiración para infiltrar al FBI y conspiración para cometer asesinato está siendo forzado desde el primer día y no encuentra apoyo en la evidencia.

A las 11:30 a. m. hizo su entrada, pavoneándose, Guillermo Lares, nuestro arrogante y autosuficiente amigo de Hermanos al Rescate. No sé si su casamiento con una chica “bien” y diez años de celebridad en el mundillo de la industria anticastrista le han subido el ego, pero me pareció algo más petulante de lo usual cuando se sentó al estrado y miró al jurado con cara de ario pura sangre, para ofrecerle la condes­cendencia de su invaluable testimonio.

El examen del fiscal Kastrenakes transita al principio por el cami­no suave a que se han acostumbrado tras el derribo de los aviones hace cinco años, durante tantas audiencias y juicios sin oposición, con la participación de leguleyos y congresistas gratificados para que hagan las preguntas apropiadas.

Primero Lares se dibuja un perfil de santo. Se refiere a la voca­ción de su familia por la aviación, a su incorporación a Hermanos al Rescate a principios del 91 para salvar vidas de personas –siem­pre en busca de libertad–, y explica cómo había realizado más de novecientas misiones para rescatar a alrededor de cuatrocientos balseros. Luego describe un rescate típico y procede a identificar las fotografías de los pilotos del grupo derribados en febrero de 1996.

Ahí se empieza a producir un giro que cambiará el rumbo de las audiencias. Los fiscales quieren introducir varias fotografías y Paul objeta provocando un side bar en el que la jueza le da la razón, limi­tando el show emocional del gobierno a la presentación de una sola fotografía por persona. El fiscal tiene que limitarse a escoger una de Carlos Costa, otra de Mario de la Peña y otra de Pablo Morales para que Guillermo los identifique.

A continuación repasan juntos algunos datos de los aviones de Hermanos al Rescate. Se presenta la maqueta de uno, lo que Paul McKenna objeta y se produce una discusión, tras la cual la jueza permite su introducción a la Fiscalía. Lares hace un recuento de sus actividades como jefe de pilotos del grupo desde casi sus inicios, y describe sus responsabilidades como organizador de los vuelos. Ex­plica también que Basulto volaba con el grupo aproximadamente cada tres semanas.

De este modo se va perfilando la imagen que la Fiscalía quiere crear, que es coherente con su reticencia respecto a la presentación del video del vuelo sobre La Habana. Conocedores de las violacio­nes legales repetidas impunemente por el grupo, tratan de cubrir­las para imprimir en el jurado una estampa de santidad sobre la organización. Se trata también de distanciar a Basulto de la misma, para hacer creer que sus provocaciones y continuas violaciones de cuanta ley no le gusta no tienen relación con una entidad... ¡de la que él se proclama todos los días su presidente!

Prosiguiendo con el examen del testigo, la Fiscalía introduce el tema de los vuelos de aprovisionamiento al campamento de las Bahamas y presenta la fotografía de un grupo de pilotos ro­deados de niños. Justo cuando la van a enseñar a Lares para que la autentifique, Paul provoca otro side bar, porque en la fotografía aparecen –casualidad– ni más ni menos que dos de los pilotos de los aviones derribados, ya identificados por el testigo. La cosa se comienza a complicar cuando la jueza se da cuenta de que han estado tratando de burlar su decisión de que se presente solo una fotografía por cada fallecido, y da la razón a McKenna. Otro apretón de tuerca para la Fiscalía.

Después del receso, regresamos a la sala sin la presencia del jurado. De nuevo Paul ha tomado la delantera a la Fiscalía para evitar un show publicitario preparado por este testigo, a partir del hecho que sirvió de pretexto a la flotilla del 13 de julio de 1995, o sea, el hundimiento del remolcador 13 de Marzo justamente un año antes. La Fiscalía aduce con razón que el jurado debe saber que la flotilla se organizó como un acto de conmemoración y no para entrar sencillamente en aguas cubanas. Paul no lo objeta, pero se opone a que Lares dé alguna definición de lo que pasó el 13 de julio del 94, incidente en el que no tuvo participación directa. Obviamente se quiere anticipar a la novela que se proponen fabricar a través del testigo, sobre un suceso tan morbosamente explotado por esta gente.

Lo triste de todo esto, independientemente de que haya razones para que el jurado escuche el relato de los supuestos motivos de la flotilla, es que esto está encaminado a buscar una justificación para la incursión sobre La Habana de ese día, con el pretexto de que fue una decisión de “emergencia” tomada por Basulto al ver que los bo­tes de la flotilla eran atacados por las lanchas de guardafronteras. Otra vez el contubernio entre fiscales y pandilleros para encubrir las faltas de los segundos.

Pero la discusión comienza a verter luz sobre la jueza cuando Kastrenakes comete el error de admitir que la flotilla se planificó para llegar al lugar del hundimiento del remolcador, y que eso se había divulgado públicamente. La jueza pregunta si el lugar del hun-dimiento estaba en aguas cubanas, lo que provoca un estremeci­miento entre los familiares de los pilotos y exclamaciones sordas de “¡No, no, no!”. Pero el fiscal no puede mentir tan abiertamente y tiene que admitirlo, con lo que provoca una expresión facial en la señora Lenard, que en mi opinión señala el camino a otro hundi­miento: el del cargo de conspiración para cometer asesinato. La jueza decide con razón que el jurado tiene derecho a oír que la flotilla se organizó para la conmemoración; pero, por otra parte, ordena que se instruya al testigo de no dar detalles de los hechos del remolca­dor, por cuanto él no los vivió y se trataría de rumores. Dicho esto, se hace entrar al jurado para continuar.

A la 1:15 regresa el jurado para que la Fiscalía concluya su exa­men, pero sin que aún se haya producido el contrainterrogatorio de nuestros abogados, Paul ya ha sellado la suerte de este testigo. La Fiscalía hace un último esfuerzo. Regresa al asunto de los vuelos a los campamentos de balseros en las Bahamas y logran presentar una fotografía donde no aparece ninguno de los pilotos derribados en el 96. Aprovechando esto, nombran la Operación Pan, Amor y Libertad o PAL, un intento hipócrita de supuesta ayuda humanitaria a Cuba, a fin de poner ante el testigo por enésima vez un documento nuestro referido a la “Operación Picada”[i], en que habíamos ponde­rado si sabotear el hangar de Hermanos al Rescate. Paul salta y objeta:

—Señora jueza, este documento ya ha sido leído por cuanto agente ha pasado por el estrado ¿Se pretende que ahora lo lea también este testigo?

Kastrenakes hace un último intento de protesta, acallado por una jueza que lo mira severamente:

—Cambie de tópico, por favor.

El fiscal protesta:

—Pero... señora jueza...

—¡Cambie de tópico!

El derrotado fiscal hace un último esfuerzo para justificar la flo­tilla de julio del 95, a través de la interesada descripción del testigo, que erra garrafalmente al negar haber visto aviones Mig ese día. Pregunta a Lares si esta había sido anunciada. ¡Como si anunciar una violación de la ley significara su legalización! El acusador in­quiere sobre el avistamiento de los Mig anteriormente y este dice que efectivamente había tenido un encuentro con uno en aguas internacionales en el año 93. Ya pretenden establecer un patrón de incursiones en aguas internacionales por la Fuerza Aérea Cubana. Sigue otro craso error cuando dice no haber visto a Basulto justifi­car su incursión sobre La Habana. Un intento de manipular unas supuestas frases de Juan Pablo Roque, dizque dirigidas a los Mig cubanos en 1993, no es bien recibido por la jueza.

Un cambio sutil en la tónica del juicio se advierte cuando es la 1:45 de la tarde y la jueza da por terminada la sesión.

Al salir de la sala, tanto el señor Lares como nosotros sabemos que al día siguiente no le irá muy bien. Al parecer no somos los úni­cos, como lo muestra el noticiero del Canal 23 a las seis de la tarde.

Llegados al piso, tenemos tiempo de observar la reacción de este canal. Al parecer se comienzan a mover los hilos de la confabulación ante el chasco que se avecina; la entrega desinformativa firmada por Bernadette Pardo nos lo demuestra. Se trata de unas tomas que se hicieran durante la primera violación del espacio aéreo de Cuba, el 17 de abril de 1994, cuando montaron un show a tres millas del litoral habanero, en el que la periodista tuvo una activa participación. Ahora han editado las cintas de tal manera que no se ve La Habana, y adaptaron la narración para que coincida con la mentira de Lares acerca del supuesto encuentro en aguas internacionales, en 1993. Superando aún más la falta de ética profesional que la caracteriza, la reportera dice que la jueza prohibió el uso del video en la Corte, lo cual es totalmente falso y nunca se discutió en la audiencia. Claro que todo esto te lo puedo contar por una sencilla razón: yo participé en ese vuelo, podría identificar la cinta original de entre mil.

El jueves primero fue el día del video. Temprano en la mañana estaban en la sala el reportero Hank Tester –quien acompañó a Basulto en el sobrevuelo de La Habana– y el abogado de su cade­na televisiva, para discutir el asunto planteado dos días antes por McKenna. Es decir, si la Fiscalía aceptaba el video, se excusaría al señor Tester de tener que autenticarlo. De lo contrario, el reportero tendría que hacerlo.

Al fin la Fiscalía acepta autenticarlo. Y puede comenzar a las 9:20 la conclusión del examen de Lares por Kastrenakes. Luego se demostraría que la agenda del gobierno no tenía nada que ver con facilitar el uso de la cinta.

Guillermo Lares, ya algo más humilde, contesta las preguntas res­tantes de la Fiscalía. Regresa a la historia del supuesto encuentro con el Mig, en 1993, en aguas internacionales, que fue solo mencionado como de pasada. A continuación presentan los certificados de aero­navegabilidad de los aviones derribados, los N2456S y N5485S, para que el testigo afirmara que habían sido derribados el 24 de febrero de 1996. Tras presentar un papel encontrado en nuestra casa, en el que está escrita con mi letra la lista de casi todos los aviones de Democracia y Hermanos al Rescate, explican algunas reglas interna­cionales aplicables a los vuelos en las proximidades de Cuba.

La conferencia no es muy profunda. Se limita a explicar el papel del plan de vuelo y sus requerimientos cuando se trata de vuelos internacionales; aborda algunas diferencias entre vuelos bajo re­glas visuales o por instrumentos, y señala la libertad relativa que tiene el piloto que vuela bajo la primera condición, para explicar que esa era la condición bajo la que volaban los Hermanos al Res­cate. Tras hablar del proceso de entrega de los planes de vuelo y de cómo estos son pasados automáticamente al control de tráfico aéreo de Cuba, Lares informa al jurado que, una vez bajo el parale­lo 24, aún en aguas internacionales, los controladores de Cuba son informados por ellos de la operación.

Lo que sigue a continuación es la mentira más despiadada que creo haber escuchado en todo el juicio. Kastrenakes pregunta a Lares si después del año 94 se había observado un cambio de conducta por parte de los controladores aéreos de Cuba en cuanto a las co­municaciones. Con la sangre hirviéndome en las venas, tuve que escuchar lo siguiente de este patán:

—A partir del año 94 el control aéreo cubano cambió su actitud y comenzó a amenazar con que volábamos a nuestro propio riesgo bajo el paralelo 24. Nosotros los obedecimos al principio, pero comenzamos a ignorarlos cuando vimos que la adverten­cia estaba dirigida solo a Hermanos al Rescate y otros aviones podían volar sin problemas.

¡Así tratarán de justificar por qué ignoraron el aviso del control aéreo de Cuba el día del derribo! Uno a veces no puede creer cuán­ta desvergüenza puede albergar el alma de quien, representando a un gobierno, se pone en combinación con una pandilla para cubrir todas sus ilegalidades ante un jurado y una jueza, frente a quienes se ha jurado decir la verdad. En el primer receso nos preguntá­bamos si era posible que la Fiscalía hubiera creído sinceramente todas estas artimañas, nos negábamos a admitir lo que era evi­dente a nuestros ojos. Esta gente se ha comprometido con la mafia anticastrista a entregarle la cabeza de un comunista, o un revolu­cionario, o un castrista, o como ellos le quieran llamar, y no reparan en los métodos para lograr su infame objetivo.

Volviendo al 24 de febrero del 96, Lares dice que cuando fue al hangar, yo no me encontraba allí. Y en el momento en que le piden que me identifique en la sala, yo continúo tomando notas para hacerle pasar trabajo y que tenga que describirme, a diferencia de otras ocasiones en que nosotros ayudamos a algunos oficiales de seguimiento en su identificación, poniéndonos de pie con respe­to. Cuando me señala, usa la oportunidad para decir que yo estaba mirando hacia abajo. Después supe por los compañeros que me había mirado varias veces con odio, supongo que aprovechaba los momentos, durante su testimonio, en que me ocupaba de hacerle notas a McKenna. Pero en las ocasiones que pude mirarlo fijamente, nunca tuvo el valor de devolverme la mirada.

Para concluir dice que me había visto en el hangar al día si­guiente y habíamos tenido una conversación en la que yo había manifestado sorpresa por la ida de Roque y lo había condena­do fuertemente; todo esto supongo que preparado por la Fiscalía para su coincidencia con el mensaje radial donde se orienta que yo mantenga esa actitud hacia Basulto tras la ida de Juan Pablo.

Lo cierto es que nosotros, efectivamente, nos encontramos en el hangar al día siguiente del derribo; pero yo no pude haberle comentado sobre la ida de Roque porque, a pesar de que a esa al­tura ya suponía que había regresado a Cuba, no estaba seguro y el hecho no era aún de conocimiento público. Si yo hubiera hablado en ese momento del regreso de Juan Pablo habría sido colgado de la viga más alta del hangar de Hermanos al Rescate.

Las siguientes tres horas y diez minutos se dedican al video. Primero hay un side bar que pide McKenna, una vez terminada la exposición de Lares. La jueza nos manda a todos a pasear para reunirse con las dos partes y echar un vistazo a la grabación.

Me atrevería a decir que este podría ser el momento más importante del juicio, pues es muy posible que la honorable Joan Lenard haya comenzado a darse cuenta, por esa cinta, de la clase de gente con la que estamos lidiando.

En el side bar se discute la admisibilidad del video. La Fiscalía se resiste desesperadamente a que el jurado lo vea, por la re­percusión que puede tener en la credibilidad de este santurrón sentado en el estrado; pero McKenna plantea que el video tiene el valor de que pone precisamente en cuestión esa credibilidad, dado que hay dos afirmaciones suyas que se contradicen en la grabación: la primera fue negar que había aviones Mig en el aire durante la violación del espacio aéreo cubano –lo cual no quieren admitir porque muestra su desdén por la aviación militar de la Isla–, y la segunda fue su afirmación de que Basulto no había declarado en el avión los motivos de la incursión sobre la ciudad, no recono­ciendo así la declaración que, efectivamente, hace Basulto ya sobre La Habana. El siguiente fragmento del side bar que pude anotar en una hoja, muestra el impacto del video en la jueza.

La jueza: El testimonio directo ha sido caracterizado de cierta manera. Yo creo que lo que McKenna está tratando de hacer mediante su contraexamen es establecer que las cosas no ocurrieron tal y como las caracterizó su testigo.

Mckenna: Exactamente.

La jueza: Yo no puedo imaginar que alguien pudiera volar sobre Washington D. C. o, según el caso, un avión de Cuba pudiera volar sobre Miami sin que eso creara un problema.

Mr. Kastrenakes: Él admitió haber volado sobre Cuba.

La jueza: ¿Usted cree que nuestro gobierno podría permitir que alguien volara sobre Washington D. C. en un avión desde Cuba?

Mr. Kastrenakes: Eso es algo para discutir otro día.

La jueza: Me inclino a dudarlo...

A las 11:05 se continúa la discusión en la sala, todavía sin el jurado. Aunque la jueza cree en el valor del video como pieza para refutar las declaraciones de Lares, tiene algunas dudas sobre si au­tenticarlo; y parece que la Fiscalía ha dado marcha atrás en cuanto a aceptar su validez. Paul no descansa y dice que, de todos modos, el periodista Hank Tester se encuentra en la sala y puede auten­ticar el video, por lo que la jueza llama al señor Tester, a pesar de las protestas de la fiscal Heck Miller. El reportero llega y yo pienso: “¡Bingo! Al fin será autenticado el dichoso video”. Pero la suerte no anda tan apurada hoy, Tester pide que venga su abogado. Nos vamos a almorzar sobre las 11:10, regresamos a las 11:45 sin que el abogado haya hecho su aparición, aun cuando dijo que se encon­traba a solo ocho calles de la Corte. Seguimos esperando. Envían al jurado a tomarse un buen almuerzo. A las 11:58 llega el abogado de Tester, que debe de haber venido a gatas a juzgar por el tiempo empleado en recorrer las ocho calles.

El abogado plantea no tener problemas, siempre y cuando se res­pete el status del reportero, y limita las preguntas a cuestiones gene­rales sobre las circunstancias en que se tomó el video. La sofista Heck Miller trata de complicar las cosas para evitar desesperadamente que se vea la cinta: “¿Por qué no se nos avisó antes que se iba a utilizar?”, dice. “Yo no sabía que su testigo iba a mentir en el estrado”, respon­de McKenna. Tester está indeciso y conferencia intermitentemente con su abogado... ¡Qué guerra para ver la grabación! El periodista pide ver el video y Kastrenakes empuja: ¡Preguntará sobre el tipo de micrófono utilizado por Basulto, el lente de la cámara y casi por la cantidad de glóbulos rojos del camarógrafo! ¡Plaff! Lenard lo man­da a freír espárragos y le dice que no se preguntarán esas cosas al reportero. ¡Al fin! Tester ve el video y está dispuesto a autentificarlo. A las 12:27 la jueza le hace las preguntas, corroborando las circuns­tancias de la filmación. Y a las 12:30 tenemos video. Las caras en la mesa de la Fiscalía dan lástima.

La jueza impone ciertas limitaciones a la cinta en concordancia con los procedimientos de presentación de evidencia por parte de la defensa durante el caso de la Fiscalía. El audio se limitará a la declaración de Basulto mientras violaba el espacio aéreo cubano, uno de los puntos negados por el testigo y en el que se basa la moción de Paul para exhibir la pieza.

Son las 12:30 cuando creemos que se verá el video, pero la Fis­calía todavía se contorsiona y Kastrenakes pide más limitaciones: que no se pare la imagen en la risa divertida de Lares sobre La Ha­bana y que la secuencia en que este señala a un Mig, el otro punto en que Paul quiere mostrar las mentiras del testigo, sea eliminada del interrogatorio. La jueza accede a la primera petición y niega la segunda, admitiendo que McKenna muestre a Lares señalando hacia el Mig. Eso es suficiente para un McKenna que está imbatible esta tarde. Ya tiene los dos pilares del ariete con que desmoronará la estatua de barro de san Guillermo Lares de Opa-locka.

¿Nunca has visto desplumar un pavo real? Yo tampoco..., al me­nos hasta el jueves 1.o de febrero del año 2001 del tercer milenio de la era cristiana. Y no creas que es una manera desproporcionada de describir el contrainterrogatorio de Paul McKenna al testigo Gui­llermo Lares, quien es la mejor carta de presentación de Hermanos al Rescate por su juventud, su buen parecido, su tipo de chico de anuncio comercial y su pasado menos turbulento.

Paul le recuerda su afirmación de que Basulto no había hecho ninguna declaración respecto a los motivos del sobrevuelo de La Habana. Y ante su reiterada negativa, el operador de video, mi abo­gado Philip Horowitz, lo pone de frente a su propia imagen, no sin antes repetir, para poder buscar el punto exacto de la grabación, la risa burlona de Lares durante su temeraria violación de la soberanía cubana: “Esto es un acto de desobediencia civil y sabemos lo que estamos haciendo. Queremos demostrar al pueblo de Cuba que la desobediencia civil es posible”.

Las palabras de Basulto resuenan en la sala con la imagen de la ciudad agraviada bajo las alas de su avión.

—No recuerdo –repite Lares automáticamente para acuñar la fra­se que más usaría en el resto del día.

Lo demás es tarea fácil para un abogado que se lanza implacable:

—¿Usted dijo no tener en su avión nada que se pudiera considerar como un arma?

Lares niega y Paul le muestra en el video una bomba de humo que es lanzada por Basulto:

—¿Usted dijo haber lanzado solo papeles sobre La Habana?

Lares asiente y el abogado lo obliga a admitir que también ha­bían lanzado medallones; y nuevamente Paul ataca otra afirmación –una falacia más preparada con la Fiscalía para explicar la presen­cia “casual” de volantes en el avión–:

—Usted dijo que los volantes los llevaban siempre a bordo para pegarlos a las botellas de agua que lanzaban a los balseros. ¿También lanzan ustedes medallones a los balseros? ¿Los tiran al agua para que los recojan?

Ya Lares no sabe qué decir y balbucea, pero el ataque sigue:

—¿Usted aprendió a volar en una academia? ¿Le enseñaron a lanzar objetos y medallones desde el aire?

—¡Yo no era el piloto al mando. Yo solo era un pasajero!

Este es el hombre que arrogantemente violó la soberanía de Cuba en un avión con matrícula N2506, tan pomposamente puesta al apa­rato, en alusión a la brigada de asalto aplastada en Girón hace casi cuarenta años. Y que ya no exhibe la sonrisa con que mancilló a nuestra Habana, ni es ya el jefe de pilotos de Hermanos al Rescate, ni el piloto graduado de una academia, y no es siquiera piloto en esa acción absurda. ¿No nos reserva la historia a veces coincidencias interesantes? ¿No fue bajo ese mismo número 2506 que algunos “invencibles” guerreros pasaron a convertirse en cocineros?

Lares ensaya una última pirueta política y dice, con la voz entre­cortada, que lo que hicieron les salió del corazón y que se ha hecho antes contra dictadores. Pero ya ni él mismo se lo cree y las palabras le salen como un quejido. Paul sigue despiadado y lo arrolla con una pregunta tras otra:

—¿Usted lo haría en Washington? ¿Ustedes lo anunciaron? ¿Estados Unidos los apoyó?

—Yo no sé.

—¿Usted vio el barco Democracia? ¿No estaba zigzagueando para jugar al gato y al ratón con los guardacostas de Cuba?

—No sé.

—Usted dijo a la Fiscalía que no vio aviones Mig ese día. ¿Lo re­cuerda?

—No recuerdo lo que dije a la Fiscalía.

McKenna indica a Philip que pase el video donde aparece el tes­tigo divertido, mientras señala a un objeto en el aire, que en la instantánea del video detenido no se puede precisar, aunque es un Mig, como lo hemos corroborado todos en la sala cuando vimos todo el video en movimiento sin el jurado presente. Guillermo dice que el objeto no está lo suficientemente claro y no se puede reco­nocer de qué se trata, y para Paul es suficiente por el momento. Ya habrá tiempo para que el jurado vea todo el video.

El abogado no pierde el impulso e inquiere sobre las caracterís­ticas de Hermanos al Rescate y la posición del testigo en el grupo:

—¿Hermanos al Rescate está registrado como una corporación?

—Bueno..., sí, es una corporación no lucrativa.

—¿Manejan finanzas? ¿Recaudan fondos? ¿Usted conoce los sala­rios? ¿Conoce el salario de Basulto?

—¡Objection! –salta Kastrenakes.

Y se produce otro side bar en el que la Lenard (¡está que corta!) hace prevalecer a McKenna:

—¿Usted no es miembro de la dirección de Hermanos al Rescate?

—Sí.

—¿Y no sabe cuánto gana Basulto?

—No sé.

—¿Ustedes no se reúnen a discutir las finanzas del grupo?

—Bueno..., ehhh.

Seguidamente McKenna afloja la brida y hace parar al testigo frente a un caballete con pizarra que apunta al jurado. El abogado le pide que desglose para el panel los novecientos vuelos de rescate y los quinientos balseros que dice haber salvado, distribuyendo las cantidades por año entre 1991 y 1996. Kastrenakes trata de objetar los estimados que el abogado está requiriendo, pero este explica que, efectivamente, se trata de estimados, y lo repite al jurado, por lo que la

jueza le permite continuar. Todo parece indicar que ella ya quiere que no quede nada oculto y, por otra parte, la petulancia y falsedad de Lares no parecen inspirarle buena impresión. Finalmente el testigo dibuja la gráfica que solicita McKenna y queda demostrada la dismi­nución de la cantidad de balseros a partir de los acuerdos migratorios.

Paul ha aliviado la presión sobre Lares durante esta parte, utilizan­do un tono relajado y coloquial para indicarle que dibujara el gráfico y se dirigiera a la jueza en relación con la objeción de Kastrenakes. Pero una vez establecido el punto de la declinación de balseros, se lanza nuevamente al ataque, elevando gradualmente la presión y lo perentorio de su tono:

—¿Qué fueron los acuerdos migratorios? ¿No comenzaron los bal­seros a ser retornados?

La Fiscalía objeta y esta vez la jueza acepta, creo que apropia­damente.

—¿No cambiaron ustedes sus misiones después de los acuerdos migratorios? ¿No reenfocaron sus actividades? –sigue McKenna.

—No.

—¿No? ¿No fue la flotilla un cambio de las actividades de Hermanos al Rescate?

—Bueno... ehhh.

—¿Usted voló el avión N58BB?

—Algunas veces.

—¿No es este avión una variante militar?

—No recuerdo.

—¿No tenía pintadas las insignias de la USAF, United States Air For­ce?[ii] ¿No tuvo la FAA[iii] que enviarles una carta para que borraran las insignias?

—¡Objection!... Side bar... –salta Kastrenakes.

—¡Denegada!

—No.

—¿Voló usted el avión N58BB?

—Sí.

—¿No fue ese modelo utilizado en Vietnam?

—Solo para salvamento y rescate.

—¿No para misiones de propaganda?

—No recuerdo.

—¿No recuerda los pilones para cohetes bajo las alas del avión N58BB?

—No recuerdo.

—¿Usted inspeccionaba ese avión todos los días antes de volarlo y no recuerda los pilones para cohetes bajo sus alas?

El abogado esgrime un ejemplar del boletín oficial de Herma­nos al Rescate, Paralelo 24, y pregunta al testigo si conoce a Koki Lares, que es su hermano. Paul también pregunta a Guillermo si no recuerda que Hermanos al Rescate se dedicó a vender las fotografías del sobrevuelo de La Habana del 13 de julio de 1995. El testigo se niega a recordarlo y Paul lo confronta con el boletín, donde un artículo escrito por su hermano exhorta a comprar las fotografías; pero ya Lares está rendido y solo se limita a repetir como un autómata que no recuerda nada:

—¿No tenía usted buenas relaciones con su hermano? ¿No leía lo que este escribía en el boletín?

—No recuerdo, no recuerdo...

La campana salva a Lares a las 2:45 p.m., cuando la jueza de­creta un receso, pero él ya está casi fuera de combate al abandonar la sala con las sienes sudadas y las mejillas encendidas. ¡Y aquí no se vale tirar la toalla!

De regreso al ring Paul le muestra otro ejemplar de Paralelo 24 del que la organización debe haber lanzado cientos de ediciones. Pero ya Lares está en shock y no recuerda ni el boletín. Paul le pregunta si ellos han enviado dinero a Concilio Cubano, de acuerdo con lo que aparece en el boletín, y Lares responde que se trata de una organiza­ción humanitaria y de derechos humanos. El abogado no da tregua:

—¿No se dedica Concilio Cubano al activismo político?

—Bueno, pero...

—¿No se propone la remoción del actual gobierno de Cuba?

—¡Objeción, objeción! –de nuevo Kastrenakes.

—Usted habló de campamentos de refugiados en las Bahamas, aunque hubo otros campamentos de balseros en la base de Guantánamo a los que ustedes volaron, ¿no es cierto?

—¡Objeción! –y dale con Kastrenakes.

La Fiscalía sabe que se entrará en el escabroso tema de otra flagrante violación de Basulto de la soberanía nacional cubana, en esta ocasión el desvío, después de despegar del enclave militar nor­teamericano, para lanzar volantes en punta de Maisí en noviembre de 1994. El abogado repite a Lares si sabía sobre los vuelos a Guan­tánamo y este, modificando la letanía de su negación, contesta:

—Yo solo sabía sobre rescates de balseros y nada más.

Entonces se produce otro side bar.

Resulta que la abogada de Hermanos al Rescate ha estado ha­ciendo señas al testigo. ¡Desde su puesto en la hilera de sillas del gobierno! Philip se ha dado cuenta, y para tener otro testigo hace el comentario a Jack, quien junto a mi abogado se dedica a seguir la pista a esta picapleitos de nombre Sofía Powell Cossío. Una vez seguros, los abogados se lo hacen notar a la jueza, quien llama a la señora y le advierte que, de seguir con esa conducta, no podrá entrar más en la sala. La señora Cossío regresa a su asiento con la sonrisa cínica que la ha adornado desde que hizo su aparición en las au­diencias, dos días antes.

Tras este pequeño respiro, McKenna vuelve a la carga:

—¿Usted no ha visto los volantes impresos por Hermanos al Rescate?

—No.

—¿Ustedes no han tomado las frecuencias de Cuba para enviar mensajes a la Isla?

—No recuerdo.

—¿Le refrescaría la memoria este periódico?

—No recuerdo.

—¿Usted conoce del concepto de áreas restringidas y NOTAMS[iv] o avisos a pilotos? ¿No había sido emitido uno por Cuba antes de su violación del espacio aéreo en julio del 95?

—No recuerdo.

—¿Ustedes no llenaron un plan de vuelos?

—No recuerdo.

Paul lo lleva de nuevo ante el caballete situado frente al jurado y le pide dibujar un vuelo típico de rescate. Kastrenakes objeta el uso del término “típico”. McKenna le pregunta si ellos habían ido a buscar balseros el 13 de julio del 95, antes de incursionar en aguas cubanas y, dada la respuesta afirmativa de Lares, le pide trazar en el mapa la ruta seguida ese día.

Ya Paul tiene lo que quería, que no es otra cosa que el trayecto de un vuelo típico de rescate, dibujado por Lares, que le habrá de ser útil en el futuro. Solo quedan unas pocas preguntas para terminar con este señor y el abogado las va haciendo, mientras pasa ceremoniosamente de una referencia a otra sin mostrarlas al testigo:

—¿Ustedes llenaron sus planes de vuelo en julio del 95 para en­trar en las zonas prohibidas de La Habana?

—No sé.

—¿Estaba el guardacostas norteamericano volando en esas zonas prohibidas?

—No sé.

—¿Está el vuelo visual autorizado en aguas territoriales cubanas?

—No sé.

—¿Las regulaciones norteamericanas no suponen que usted se estudie las de Cuba antes de volar hacia allá? ¿Usted respeta las regulaciones norteamericanas y no las cubanas?

—Bueno... ehhh.

—¿Usted conoció de las pruebas que hizo Basulto para probar armas antipersonales que serían lanzadas sobre Cuba en caso de una revuelta?

—No sé.

—¿Conoció de los planes de Basulto acerca de un Mig-23 estacio­nado en Opa-locka?

—No sé.

—¿No había un Mig-23 estacionado en Opa-locka alrededor del año 1993?

—No sé.

—¿No conocía los planes de Basulto para comprar un avión de entrenamiento militar L-39[v] de fabricación checoslovaca?

—No sé.

—¿No recuerda los avisos tanto del FAA como del FBI después de los acontecimientos de julio de 1995?

—No sé, no sé, no sé.

—¡Esto es todo Su Señoría!

A las 4:05 p.m. un Kastrenakes desmoralizado acude en auxilio de un aún más desmoralizado Lares. Juntos repiten la mentira de que Cuba quería impedir que Hermanos al Rescate atravesara el paralelo 24, mientras otros aviones se paseaban en esa área. Tratan de explicar que la bomba de humo de julio del 95 fue lanzada sobre el mar; argumentan desganados alrededor del asunto del salario de Basulto y su condición de piloto voluntario, y terminan tratando de desvirtuar lo que todo el mundo vio en el video, para hacer creer al jurado que las declaraciones de Basulto en su in­cursión sobre La Habana habían sido hechas cuando volaba sobre la flotilla y no en el momento en que lo hacía sobre tierra firme. McKenna objeta y la jueza, que ya está hasta la coronilla de las mentiras de Lares y Kastrenakes, acepta la objeción para poner término a la farsa y a la audiencia al mismo tiempo.

—¿Para qué traer a este tipo como testigo? –me pregunta Philip mientras recogemos para irnos.

—Philip –le respondo–, es que este señor es el más impoluto y santo que pudieron conseguir en Hermanos al Rescate.

Tras sopesarlo un poco me dice Philip:

—Ya lo veo. Joven, bien parecido, se cree lo que está diciendo... in short… a shit head [en pocas palabras... un seso hueco].

Y más adelante sus conclusiones:

—Tú sabes que en esta ocupación un día tú te comes al oso y otros días el oso te come a ti. Yo creo que hoy tuvimos una buena cena.

Philip no está solo. Ya la radio vertical de la sagüesera comienza a reaccionar y esa noche, en su programa, Marta Flores califica el juicio de una burla, diciendo que está tomando matices raros, que no es serio y que las cosas informadas por la prensa no presagian nada bueno..., al menos para ellos.

Basulto, invitado al programa, dice que una orden de la jueza le impide hablar sobre los hechos. No obstante está lanzando una cruzada para el envío de firmas al nuevo presidente, George W. Bush, a fin de que se acuse criminalmente al gobierno de Cuba por el derribo. Necesita desesperadamente otro culpable antes de que nuestro juicio tome matices más oscuros para él y sabe que el tiempo se le escapa de las manos: “Al fin y al cabo nosotros no hemos pedido nada a este presidente, a pesar de que está ahí por nosotros”, dice Basulto.

Notas:
[i] Estudio de la situación operativa del hangar de Hermanos al Rescate. Se consi­deró la posibilidad de sabotearlo, pero la idea fue desechada.
[ii] Fuerza Aérea de los Estados Unidos.
[iii] Federal Aviation Administration o Administración Federal de Aviación. Entidad federal que regula y supervisa y las actividades aéreas en los Estados Unidos, equivalente al Instituto de Aeronáutica Civil de Cuba (IACC).
[iv] Notice to Airmen o Aviso a Pilotos. Boletín que avisa de actividades que afectan las operaciones aéreas. El piloto debe chequear los relativos a su ruta de vuelos antes del despegue.
[v] Avión militar de entrenamiento, de procedencia checoslovaca. Usado como equipo de transición a la aviación de chorro, está dotado de armamento ligero y de la capacidad de lanzar bombas.