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El irlandés: Sangre y muerte en el corazón de la mafia

Una película donde confluyan tres clásicos del cine como Robert de Niro, Al Pacino y Joe Pesci ya tiene carta de presentación. Sin embargo, si esa tríada protagoniza una historia sobre gánsteres, pero también marcada por profundas reflexiones sobre la amistad, la lealtad y la culpa, el filme se agiganta. Ese es el caso de El irlandés, la última entrega de Martin Scorsese y una de las grandes favoritas para llevarse varios premios Óscar.

Producida por Netflix luego del rechazo de algunas casas tradicionales, la cinta sigue la vida de Frank Sheeran, un repartidor de carne que termina por convertirse en la mano derecha de la mafia en varias ciudades de Estados Unidos. En ese camino deberá mostrar lealtad y sangre fría, pero también capacidad para traicionar, mentir y asesinar si así lo dicta el poderoso de turno.

Dominada por la melancolía hacia ese mundo gansteril que el propio cine construyó a partir de clásicos como El padrino o Los intocables, confluyen aquí todos sus grandes cánones. Lujosos clubes nocturnos, tragos y tabaco, relaciones de poder, jefes de familias, pleitesía de unos y deudas de otros, así como los infaltables toques de jazz, blues o música country, conforman una pintura que Scorsese se deleita en recrear una y otra vez con extrema maestría.

El irlandés reproduce todos los cánones del cine de gánsteres. Foto: Netflix.

Junto a ello, el director neoyorquino se detiene en los diálogos, en los paisajes y en los pequeños elementos que aportan cada gramo de tensión. El asesinato más importante puede tardar dos segundos en pantalla. En cambio, el proceso que lo desencadena, la exposición de toda la escena, puede demorar más de diez minutos. Ese juego con los tiempos y ese control del ritmo narrativo, son solo dos de los elementos que convierten a El irlandés en una joya del género.  

En ese sentido, esta es una obra que sabe partir de lo clásico y adentrarse en terrenos tan escabrosos como los límites del poder, la amistad, la traición, las contradicciones familiares, la culpa y la búsqueda de redención. Y esa dualidad entre lo puramente físico y lo emotivo resultan otras de sus claves imprescindibles.

De un lado, una puesta en escena que apela a las vistas panorámicas, a una fotografía preciosista, a grandes planos secuencia y a la narración también desde lo sonoro y lo musical, sostiene con solidez la historia. Del otro, la implicación y el debate que inevitablemente surge entre la cinta y el público, convierten las tres horas y media de metraje en un ejercicio de actividad constante.

La actuación de Al Pacino como el sindicalista Jimmy Hoffa realza aun más el filme. Foto: Netflix.

Desde el primer minuto Scorsese se preocupa porque la audiencia forme parte de la trama. De hecho, el protagonista es el encargado de narrarlo todo, mientras que la propia estructura de la cinta permite que más de un espectador intuya los sucesos por venir. Sin embargo, lejos de fallos o incapacidad para disfrazar lo obvio, esas cuestiones forman parte de los intentos por priorizar más las sensaciones que la historia en sí.

Quizás el punto más flaco de todo el metraje sean los efectos digitales empleados para rejuvenecer a los protagonistas. Aunque los rostros convencen, por momentos choca ver a personas aparentemente de 40 años moviéndose como sujetos de 70. Fuera de ahí, y aun sin grandes innovaciones, técnicamente es una película envidiable.

A pesar de tanta sangre, disparos, explosiones y muerte, El irlandés es una cinta sobria de principio a fin. Aun marcada por la violencia, su intensidad no radica esencialmente en escenas que obligan a contraer la respiración, sino en los elementos que las rodean y obligan al espectador a experimentar qué puede sentir cada personaje ante cada uno de sus actos.

Articulada a partir de recurrentes saltos temporales, esta producción habla sobre el nacimiento, glorificación y derrumbe de una persona, pero también de un modo de vida y de una época. Como ser humano, Frank Sheeran asiste a su propia exaltación como intocable en un mundo donde la muerte es el pasajero más cercano, aunque también descubre que el paso del tiempo pone en su lugar tanto a los más poderosos como a los últimos de la fila.

La película cuenta también la caída de una época. Foto: Netflix.

A su vez, como miembro de la mafia, el personaje interpretado por Robert de Niro vive el desmoronamiento del gansterismo y la pérdida de visibilidad del crimen organizado frente a un supuesto incremento de la legalidad y el control. Sin embargo, el propio Scorsese se encarga de demostrar cuánto hay de ironía en esa lucha.

Así, mientras cuenta la vida de Sheeran coloca también algunas de las páginas más turbias de la historia de Estados Unidos. La presidencia de Kennedy, el ataque a Playa Girón o el ascenso de Richard Nixon a la Casa Blanca, no escapan a los roces con la mafia y hablan de un sistema tan corrupto como oportunista.

Violenta sin rozar en lo grotesco, emotiva sin caer en lo cursi, El irlandés es ante todo un extraordinario ejercicio de creación cinematográfica. Con sus más de 200 minutos, coloca la mirada en una de las zonas oscuras de la sociedad norteamericana de la segunda mitad del siglo XX, pero también en el interior de hombres con las manos manchadas de sangre y muerte.

Y en esas reflexiones sobre un escenario que ya no conocemos, bien pueden aparecer también buenas preguntas sobre lo que hacemos para perpetuar cada legado.