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Fina García y Cintio Vitier: Que alguien me diga si conoce más conmovedor recado de amor

Fina García y Cintio Vitier consumaron para siempre su sentimiento en el altar de la Iglesia del Carmen. Foto: Cortesía del autor.

Aunque antes coincidieran en torno al célebre Juan Ramón Jiménez y su tertulia habanera, lo que llamamos el flechazo de "amor" no comenzó en el "campo", pero sí en el teatro "Campoamor". El jovencito Cintio Vitier asistía a una representación, acompañado por su amigo Eliseo Diego, cuando entre el público ambos divisaron a dos chiquillas que los paralizaron. Deslumbrantes por la pureza de sus rostros, Fina y Bella sobresalían además por lucir unas elegantes boinas, obsequio que el doctor Sergio García-Marruz recién había traído de Barcelona a sus hijas.

Aquel fue el punto de partida de dos noviazgos sublimes. Al cabo, como cristianos de ley, el 26 de diciembre de 1946 Fina y Cintio consumaron para siempre su sentimiento en el altar de la Iglesia del Carmen, frente al único miembro de la familia de Orígenes que llevaba sotana: el padre Ángel Gaztelu.

Cuando intimamos, algunas veces el poeta me complació al evocar aquella etapa en que se fraguó esa compenetración excepcional que ambos evidenciaban a toda hora. Por su carácter, a él se me hacía más fácil preguntarle ciertas cosas que a ella, entonces, no me atrevía. Incluso, mientras Cintio se deleitaba con tales remembranzas, hasta la veía ruborizarse un poco. Tan evidentes eran su discreción y timidez, que no lograba imaginar cuál sería su reacción.

Hace una década Fina perdió a su cabal mitad martiana, y yo, después de respetarle un tiempo prudencial a solas, en vez de alejarme, me fui acercando. Ella, intuyo que consciente de cuánto lo quise y admiré a él, lentamente toleró mi irreverencia, que en este tiempo se trastocó en cercanía.

Apenas cuatro años atrás, con José Martí como pretexto, por fin logré que me concediera una entrevista formal. En una vida tan larga, solo en contadas ocasiones, escasísimas, había permitido que se violara su intimidad. Ni siquiera puedo aportar razones convincentes acerca del porqué de esta licencia, y tal vez es mejor que así sea, para que permanezca como uno de esos misterios que le son tan caros.

Esa mañana le recordé fragmentos de unos versos casi olvidados que ella dedicó a Cintio en fecha tan temprana como septiembre de 1942:

"¡Oh qué gozo tener/ adolescente cielo por historia/ si tan sólo lo azul es mi destino/ si cuando se abre una flor/ tú te sonríes..."

Acto seguido, mi torpeza intentó arrancarle una confesión para la cual aún no estaba preparada: "¿Qué peso ha tenido ese amor en sus días?, Fina.

Mitad sorprendida y mitad angustiada, ella se defendió: "¡Ah, no!, es costumbre vieja en mí el que ese tipo de cuestiones me desconcierte. Eso pertenece a la vida privada de cada quien. Siento que usted sabrá comprender, o perdonar, mi personal capricho."

Al decirlo, yo suplicaba que el piso del apartamento se agrietara rápido y me engullera. Cuando calló, me sentía tan helado que demoré en reaccionar. Había metido la pata. Tal vez echaba a perder una posibilidad irrepetible.

Pero una vez más con el Apóstol como faro, el exabrupto quedó superado y la conversación retomó su cauce por senderos insospechados. Hasta que, casi al final, cuando percibí franca distensión en el ambiente, devolví la estocada: "Fina, la vida humana sería una invención repugnante y bárbara si estuviera limitada a la vida terrestre", afirmó Martí. Como intuyo que usted coincide con ello, me atrevo a preguntarle, a riesgo de perturbar otra vez su intimidad, ¿cómo imagina su reencuentro con Cintio?

Quedó pensativa unos segundos y entonces sobrevino lo que no pude imaginar, y que aún hoy, al reescribirlo, me deja sin aire:

"Ah, Cintio, esa distancia que me falta. Mi claridad, porque yo lo he visto todo en los ojos de Cintio. He visto el mundo; hasta me he visto a mí misma... Él supo morir, como confiaba Martí, pero solo se extinguió para volver a encenderse. ¿Sabe?, a veces pienso que no podríamos reencontrarnos, puesto que nunca nos separamos. ¿Cómo recobrarlo, si él está aquí a mi lado, si su mano querida sigue siempre en mi hombro? Joven: cuán desdichada sería yo sin esa inspiración moral y espiritual, sin mi plenitud suficiente..."

Que alguien me diga si conoce más conmovedor recado de amor.

Lo que llamamos el flechazo de "amor" no comenzó en el "campo", pero sí en el teatro "Campoamor". Foto: Cortesía del autor.

Fina y Cintio consumaron para siempre su sentimiento en el altar de la Iglesia del Carmen. Foto: Cortesía del autor.

Hace una década Fina perdió a su cabal mitad martiana. Foto: Cortesía del autor.

Aunque antes coincidieran en torno al célebre Juan Ramón Jiménez y su tertulia habanera. Foto: Cortesía del autor.

Fina García y Cintio Vitier. Foto: Cortesía del autor.