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La casa de la Cancillería habanera

Cuando la familia Gómez Mena decide radicarse en el Vedado, la rama que encabezaba Alfonso Gómez Mena Vila adquirió los terrenos de la calle Calzada donde edificaría la mansión que sirve de sede a la Dirección de Protocolo y Ceremonial del Ministerio de Relaciones Exteriores.

El Ministerio de Estado era, al triunfo de la Revolución, la entidad encargada de las relaciones exteriores de Cuba. Su sede radicaba en La Habana Vieja, calle Capdevila número 6, en la antigua residencia de la familia Pérez de la Riva, donde ahora se halla el Museo Nacional de la Música, un inmueble que si bien resultaba ideal para cocteles y recepciones, resultaba inapropiado como lugar de trabajo y oficinas.

El Ministerio necesitaba reubicarse, y, en 1958, la dictadura batistiana decidió hacerlo en terrenos de la manzana enmarcada por las calles Calzada, G, H y Quinta, en el barrio del Vedado. Para ello utilizaría la casona que allí se erigía, en el número 360 de la calle Calzada, y aprovecharía el terreno del fondo para la construcción de un edificio de ocho plantas y con fachada principal sobre la calle Quinta, donde quedarían instaladas las dependencias principales del organismo.

Se ganaba así en amplitud y comodidad para las faenas cotidianas, y se aseguraba a los diplomáticos acreditados en el país un acceso cómodo y rápido desde cualquier punto de la ciudad.

El Vedado se extiende sobre la antigua zona vedada —de ahí el nombre del barrio— donde se prohibía vivir, sembrar, talar y criar ganado en interés de la defensa de La Habana ante ataques de corsarios y piratas. En el área ocupada por el Ministerio de Relaciones Exteriores existió, a partir de 1832, un cementerio destinado a negros esclavos bozales que morían sin bautizar. Como hubo protestas por el estado de dicha necrópolis donde, dicen las crónicas, se enterraba a los negros como animales, se adecentó el lugar, se nombró a un capellán y se decidió destinar la mejor parte del campo a la inhumación de extranjeros protestantes. De ahí el nombre de Cementerio de los Ingleses, que recibió entonces, y Cementerio de los Americanos como se le designó a medida que ciudadanos de EE.UU. superaban en número e influencia a los súbditos de Gran Bretaña. Lo clausuraron en 1847.

Tras el fin de la Guerra de Independencia, en 1898, y la instauración de la República, en 1902, la barriada adquirió un auge inusitado. Los ricos de abolengo abandonan la atestada y ruidosa Habana Vieja y compran terrenos y construyen en la barriada. Lo hacen también los nuevos ricos y no pocos altos oficiales del Ejército Libertador que cobran sus haberes.

La familia Gómez Mena decide radicarse en el Vedado. La rama de ella que encabezaba Alfonso Gómez Mena Vila adquirió los terrenos de la calle Calzada donde edificaría la mansión que sirve de sede a la Dirección de Protocolo y Ceremonial del Ministerio de Relaciones Exteriores.

Antes de la existencia en ellos del cementerio aludido, esos terrenos fueron propiedad de don Antonio de Frías, pariente del Conde de Pozos Dulces, dueño de la finca donde se asentó el Vedado. Pertenecerían después, a la Condesa del Loreto quien, en 1920, los vendió a la dominicana Blanca María Vicini Perdomo. Esta los hipotecó a favor de Alfonso Gómez Mena y terminó vendiéndoselos cinco años más tarde, cuando la fastuosa residencia, que adquirió la condición de habitable en 1926, estaba ya en construcción. Para edificarla, Alfonso fue autorizado a demoler las cinco viviendas allí enclavadas. Encargó los planos de la mansión al afamado arquitecto Francisco Centurión, y para su ejecución contrató los servicios de la firma Morales y Compañía.

Al fallecer Alfonso Gómez Mena en 1936, la casa pasó a nombre de su viuda, María Vivanco, que la habitó hasta 1953. Cinco años antes el inmueble, de 1659 metros cuadrados de superficie, fue valorado en 115 000 pesos y los terrenos en 200 000. En 1958 el Estado cubano adquirió los terrenos y la casa por 650 mil pesos; cifras esas equivalentes a dólares. En esa fecha declinaba la estrella y la fortuna de los herederos de Alfonso. Su hijo Alfonso Gómez Mena Vivanco se veía obligado a entregar, en ese año, las dos terceras partes de sus acciones en el central Santa Teresa en garantía por la deuda de 700 000 pesos que tenía con una firma corredora de azúcar. Al no poder saldarla en fecha, los acreedores establecieron un proceso judicial que concluyó con el embargo del central.

El edificio de ocho plantas de la calle Quinta fue terminado después de 1959. Cuando a mediados de ese año el doctor Raúl Roa asumió la cartera de Relaciones Exteriores, sus oficinas no estaban aún concluidas y las instaló en el edificio que ocuparía poco después la Casa de las Américas.

Video mapping viste la Cancillería cubana contra la Ley Helms-Burton. Foto: Ismael Francisco/Cubadebate.