Entre dos cielos, el Capitolio de La Habana (+ Fotos)
- Especial de Sómos Jóvenes
Mis primeros recuerdos de esta ciudad están atados a ventanales de cristal de uno de los edificios más altos de la calle Infanta. En puntillas de pie podía deslizarme por la marquetería de aluminio desde el comienzo de la frente hasta la altura de los ojos, y ver un espectáculo a 45 metros sobre el nivel del mar.
Encima, el azul y debajo todas las versiones del ocre, el rojo, el verde. Era una inmensidad al alcance de mi mano, un cielo que miraba a otro cielo, que cobró otras dimensiones, otra vida y color con el paso entre mi niñez y juventud. En esa transición tomaron cuerpo miles de edificios, en particular aquella silueta diferente, remate del horizonte tantas veces visto: el Capitolio de La Habana.
Esta ciudad, con “un clima que propicia flores en todos los tiempos” y una situación geográfica “que pone decoración de mar, nubes o sol, al final de cada calle”, como la retrató Alejo Carpentier en sus Crónicas Habaneras, tiene en su epicentro desde hace casi un siglo una de las estructuras más imponentes de la urbe.
El Capitolio, delirio faraónico del dictador Gerardo Machado, quien lo mandó a construir en 1925, se levanta en la primera manzana del Paseo del Prado con 91,72 metros sobre el pavimento. Es imposible no verlo, desde un ventanal de Infanta o desde casi cualquier punto elevado de la ciudad.
Resaltan la horizontalidad de su fachada, interrumpida por columnas de ángulos que suavizan los remates en forma circular de los extremos del inmueble. La cúpula, que recobra en estos días el esplendor de sus primeras décadas de vida, luego de su inauguración en 1929, reposa sobre la estructura rectangular de piedra muy blanca, y es un espectáculo de pétalos, ventanas y terrazas.
Carpentier siempre volvió al Paseo del Prado, al espacio donde se alzó el Capitolio, “antes desierto y cubierto de ruinas evocadoras de las primeras grandes mangaderas de nuestra vida republicana”, como contó en su crónica “La Habana, ciudad sin terminar”. Hoy la estructura parece detenida en el tiempo. De no haber vivido desde este ventanal de Infanta cada labor de restauración de la última década, diría que aparece ante todos el mismo monumento que apreciaba el joven escritor.
Lograr que el Capitolio parezca inmune al salitre y al paso de los años ha sido arduo, cuenta a Somos Jóvenes Reynier Rodríguez Freire, inversionista residente de la obra encargada a la Constructora Puerto Carena, de la Oficina del Historiador. Mientras recorremos el interior de la cúpula del monumento, puedo comprobar que ha dejado de ser una pequeña selva de andamios, palas mecánicas, martillazos en hierro y acero, coladas de cemento, remaches y percusiones, entre gritos de obreros y acarreo de arena.
Cuando Darío -el fotógrafo- y yo llegamos a la cúpula, despojada ya del armazón de hierro que la cubrió durante años, la ciudad vuelve a aparecer en el horizonte, como en mi ventana.
Hoy, el Capitolio, resplandece noche y día. Los primeros rayos del sol ya no solo se reflejan sobre las aguas de la Bahía de La Habana, imagen que deslumbró al viajero de Carpentier en El Siglo de las Luces. Ahora los 16 pétalos de la cúpula, el farol y el pararrayos de la estructura están revestidos de oro de 24 quilates donado por Rusia a la Isla, en honor al 500 aniversario de la Capital, que se celebra este 16 de noviembre.
Seis mujeres rusas trabajaron sin descanso durante las horas más intensas de calor del verano, pétalo a pétalo, bloque a bloque. “Ellas fueron las encargadas de colocar en esa bóveda las láminas bañadas en oro -conocidas como pan de oro- sobre planchas de cobre. Por cada pétalo se colocaron 1900 chapas doradas”, explica Reynier Rodríguez.
“Con tanto por hacer en la ciudad, destinan esfuerzos incalculables en el oro del monumento”, es un comentario que Reynier Rodríguez ha escuchado en más de una ocasión desde que se develara la cúpula, el pasado mes de agosto.
Podría comprenderse el comentario, si se mira desde la óptica de Carpentier cuando afirmó que La Habana es “la ciudad de lo inacabado, de lo cojo, de lo asimétrico, de lo abandonado”. En esta ciudad, donde todos los elementos de la perfección coexisten, aún la basura se desborda en cada esquina, familias enteras conviven en casas a medio construir y los baches forman parte del entorno de la mayoría de las avenidas de la capital.
Pero cuando se rasga en algún punto, inmediatamente se recupera la vida. La mayoría de los edificios que circundan el monumento nacional estaban en ruinas y es todavía el caso de muchos. Sin embargo, se prevé que el Capitolio no quede como una joya aislada, sino seguir extendiendo la restauración al resto de las comunidades circundantes, dice con optimismo Reynier Rodríguez. Mientras, conviven en un mismo espacio geográfico el oro de la cúpula y, debajo de ella, todas las versiones del ocre, el rojo, el verde.
Desde la linterna de la cúpula, a 81 metros sobre el nivel del mar, con La Habana a nuestros pies y con Darío en un festín de fotos, Reynier Rodríguez habla de la obra como su hija. A mis pies, está la ciudad de columnas que deslumbró a Carpentier, a todo viajero y citadino. Los edificios, las cristaleras, las rejas, los olores, los colores, los sonidos de las cosas… Es un encuadre perfecto: La Habana es una y otra, una ciudad que no se detiene y, en el centro, solo yo reconozco el edificio de la Calle Infanta. Mentalmente saludo a la niña que fui, entre dos cielos.
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Bella y majestuosa obra de restauración
Gracias a la colaboracion Cuba/Rusia por darnos nuevamente esta vista tan hermosa de esta masgestuasa arquitectura simbolo de firmesa, belleza ejemplar para el deleite de todos los ojos y lentes del mundo...
Nuestra bella Habana renace y debe seguir por ese camino, es difícil, es costoso, pero no hay otra: o renace o perece; y todos los buenos cubanos, patriotas; deseamos que renazca, que florezca. Siempre habrá voces disonantes, pero, ¿quién ha dicho que las grandes obras se edifican con criterios unánimes? Es mas bien todo lo contrario, por desgracia, lo gande no está al alcance de todos.
El capitolio, aunque se concibió para mostrar poder del dictador Machado, se convirtió, y para bien, en símbolo de la ciudad y de todo el país, en símbolo de soberanía e identidad.
¡VIVA el 500 aniversario de La Habana!
¡VIVA CUBA!
¡ Bella reparación!
Majestuoso,símbolo de mi Habana en sus 500 años ,eL CAPITOLIO. ! Felicitaciones a nuestra ciudad!.
El Capitolio es puro orgullo cubano.
Bella La Habana
El artículo toca la sensibilidad por su enfoque desde la mirada personal y versa sobre un orgullo ya no de los habaneros sino de todos los cubanos, como es la merecida restauración de nuestro majestuoso capitolio. Felicidades.
BELLA MI HABANA, QUIENES HEMOS VIVIDO FUERA DEL PAIS POR TRABAJO Y VARIOS AÑOS, AMAMOS LA HABANA Y CADA DIA LA VEMOS MAS BELLA. ANSIAMOS VER NUESTRO MALECON Y SENTIR SUS OLORES.
SEÑORES, LA HABANA ES BELLA!!!!
Solo un pero... a pesar de gustarme mucho la remodelacion (la cual tomo 10 años ) tengo que decir que el otro día pase por ahí y vi una espantosa tuberia verde plastica bajando desde la cúpula hasta las oficinas de la planta baja de la parte frontal . Sencillamente desconcertante. No entiendo bien como puede pasar eso . 10 años y no pudieron poner las tuberías por dentro??
Bien Por la restauracion
Hermoso, muy hermoso, feliz con su restauración.Gracias a todos los q lo hicieron posible, en especial al gran Eusebio Leal que abraza cada obra como a hijos propios
EXCELENTE FOTOGRAFIAS Y MAJESTUOSA ARQUITECTURA
Que belleza, un Capitolio digno de Cuba!!!