- Cubadebate - http://www.cubadebate.cu -

“El diario de René”: El comienzo de una batalla que será probablemente la más importante en nuestras vidas

Hoy es sábado 9 y me levanté temprano para correr, bañarme y luego hacerte la llamada telefónica de rigor. Todavía me suenan tus palabras en los oídos cuando me siento a contarte sobre lo que pasó el pasado miércoles 6. Y aunque me quedé con la sensación de que estabas comenzando a sollozar, al terminar la llamada, prefiero pensar en tus risas y tus palabras de optimismo.

Ese miércoles comenzó con la expectativa de ver cómo le quedaba la nueva ropa a Medina, y bajamos los cuatro restantes al vestidor con el deseo cómplice de verle la cara cuando le entregaran su ropa y viera su traje nuevo.

Después de cambiarse la ropa, sale con su traje reluciente y la sonrisa en pleno rostro para ser recibido en la celda de tránsito con vítores, chistes y comentarios.

Este memorable día de los argumentos iniciales es el comienzo de una batalla que será probablemente la más importante en nuestras vidas, justo el día del cumpleaños de Elián González; una coincidencia más, pues recordemos que el día del fusilamiento de los estudiantes de Medicina comenzó la selección del jurado.

A las 8:50 a. m. abre la sesión. Es llamado el señor Juanito Millado para que explique su problema a la jueza. Con lágrimas en los ojos se refiere a la salud de su mamá y a cómo no podría concentrarse en el juicio. Se ve conmovido, y ambas partes coinciden en liberarlo de su puesto en el jurado.

El problema del señor Yagle parece menos complicado, pues consiste en un tratamiento que le tomaría solamente el próximo día, y el señor espera estar listo para el lunes que viene. De manera que se le mantiene en el jurado, pasándolo de primer alterno a jurado fijo, y se decide tomar de descanso jueves y viernes, para posibilitar su cita médica.

La jueza vuelve a preguntar sobre qué hacer para completar el jurado, si mover automáticamente a los que siguen en la lista o si dar a cada parte un veto perentorio para procesarlos. La Fiscalía sigue obsesionada con el color oscuro del señor Louis Harrel, primero en sucesión, y Paul McKenna asume el papel de Salomón para ayudar a la jueza. Le propone que, como solo había sido removido un jurado y no dos, como se había anticipado, mejor sería dejar los alternos en tres, a lo cual inmediatamente accede la Fiscalía, aliviada de quitarse a otro ser humano de piel oscura de encima.

De esta manera se pudo tomar juramento al siguiente jurado:

Los jurados alternos son:

Justo después del juramento del panel, Philip me deslizó un papel con un artículo de El Nuevo Herald, otro novelón del mercenario de la pluma Rui Ferreira, donde se deforma totalmente la realidad del día anterior y se tergiversa la batalla de la Fiscalía contra los negros, bajo un manto de anticubanismo por parte nuestra. Nada nuevo por parte del Nuevo.

Así quedan listas las cosas para comenzar los argumentos iniciales. Toma el podio el fiscal David Buckner a las 9:40 a. m.

Mr. Buckner es coherente y maneja bien la comunicación con el jurado. Comienza por referirse a las falsas identidades de Manuel Viramontes –ya identificado como Gerardo Hernández–, Luis Medina y Rubén Campa, para luego identificarnos a Guerrero y a mí. Muestra un diagrama de la Red Avispa con todos sus integrantes, y menciona algunas características del trabajo, como la compartimentación. Después habla de los innumerables documentos conseguidos por el FBI –los mismos que han estado manipulando por dos años para impedirnos su uso durante el juicio–, señalando que mostraban nuestras intenciones: “escritas por ellos mismos”.

Luego de extenderse algo en el tema de las comunicaciones entre nosotros y con Cuba, entra en el asunto de Guerrero y la base naval de Boca Chica, exagerando en todo lo posible las actividades de este y glorificando al FBI por “evitar a tiempo que pudiera obtener información secreta”, sin tomar mucho aliento para luego mentir: “Guerrero era evaluado por Cuba según la información secreta que lograba obtener”. Un poco después del embuste, inadvertidamente, se corrige de nuevo: “Una cosa que ustedes no verán, damas y caballeros, es alguna información clasificada que estos defendidos fueran capaces de conseguir y transmitir al gobierno de Cuba”, esto argumenta para decir que como se trata de una acusación de conspiración no se necesita que se muestre información clasificada. Un término de su invención es introducido para confundir al jurado: “Conspirar para obtener información no pública”. Aborda luego el tema del Comando Sur[1], para cuya argumentación, anuncia, descansarán en el “testimonio” de Joseph Santos. (Yo respondo por las comillas).

Se refiere a Hermanos al Rescate y a Democracia como al asilo de caridad de la Madre Teresa de Calcuta, para luego señalar nuestras siniestras intenciones hacia ellos, a partir de la infiltración de Roque y un servidor, y lanzarnos al rostro la mentira de que queríamos infiltrar al FBI. Después entra en el tema de los vuelos de Hermanos al Rescate, de quienes, según él, Cuba “¡sospechaba!” que tiraba volantes en la Isla. Aquí liga aceite con vinagre para convencer al jurado de que Gerardo había conspirado para derribar los aviones, utilizando la misma maniobra de relacionar actividades inconexas con la que armaron el cargo contra él. Finalmente se refiere al acta de acusación y demanda que se nos encuentre culpables de cada uno de los cargos.

No hizo un mal trabajo. Creo que dejó cierta impresión en la sala, escogió no desbordarse en el uso de la mentira y utilizó solo algunas que supo intercalar para recalcar un punto o dejar una impresión determinada, evitando así que luego lo abofetearan por uso excesivo de ficción. Al terminar, a las 10:45, la sala quedó silenciosa y nos retiramos a un pequeño receso, supongo que con todos los ojos puestos sobre los “abominables espías”.

A las 11:10 regresamos a la sala y ocupa su turno al bate Paul McKenna, representante de Gerardo Hernández, alias Manuel Viramontes, alias Giraldo, alias Giro, alias Daniel Cabrera y quién sabe si algún otro.

El 24 de febrero de 1996 –el día del derribo–, justo después que el avión de José Basulto y otros dos de Hermanos al Rescate habían despegado del aeropuerto de Opa-locka, la torre de control se dirigió a Basulto y le deseó: “Tenga un vuelo seguro”. La respuesta de Basulto fue: “Lo necesitaremos”. La pregunta es por qué un piloto con treinta años de experiencia, una licencia profesional y miles de horas en el cielo necesitaba suerte en ese día. La respuesta sin duda es: porque no era una misión rutinaria de rescate de balseros. Era un vuelo deliberadamente dirigido a provocar al gobierno de Cuba, para una confrontación.

Y de esa manera Paul McKenna inaugura el juicio contra José Basulto.

Paul identifica a Gerardo Hernández y admite que estaba aquí siguiendo orientaciones del gobierno cubano; y procede a explicar el porqué de la necesidad de sus actividades. Se refiere a la falta de relaciones entre los dos países y a la situación en que se encontraba Cuba, al tener que defenderse de todos los grupos terroristas que pululan en Miami. Señala la disparidad militar entre los Estados Unidos y Cuba, explicando que la Isla ni puede ni tiene intenciones de llevar a cabo actos agresivos contra aquel país.

Aborda la biografía de José Basulto, desde sus inicios como mercenario de la CIA y luego sus pasos como terrorista independiente. Le concede el favor de reconocer que la fundación de Hermanos al Rescate había tenido al principio un objetivo honorable, pero señala que, después de firmarse el tratado migratorio entre los dos países que ponía en peligro la supervivencia y la razón de su organización, Basulto convierte a Hermanos al Rescate en una organización política. Acto seguido habla de las continuas violaciones del espacio aéreo ejecutadas por el grupo, menciona todas las quejas y avisos del gobierno cubano, así como los repetidos llamados hechos a Basulto por las propias autoridades norteamericanas.

No deja nada para luego, y se refiere a la falta de respuestas concretas de los Estados Unidos al respecto. Al parecer, en un año electoral, no quisieron meterse con un “líder de la comunidad exiliada de Miami” y dejaron de tomar las medidas que la ley dictaba. Más adelante entra en detalles sobre el vuelo fatal del 24 de febrero, cómo se había violado, una vez más, el plan de vuelo; también respecto a las declaraciones anteriores de Basulto dirigidas a apoyar la reunión de Concilio Cubano que tendría lugar ese día en La Habana, y en cómo todo el mundo había tomado en serio las advertencias de Cuba, excepto el señor Basulto. Cita a varios militares norteamericanos de alto rango, que van a servir de testigos para confirmar que los vuelos de Hermanos al Rescate no podían ser considerados civiles por el gobierno de Cuba. Al final, exhorta al jurado a no permitir que se hiciera de Gerardo un chivo expiatorio.

Este breve diario no alcanza para describir, en su verdadera magnitud, la profundidad de la intervención de Paul. Le habló al jurado con el corazón. Tengo incluso la impresión de que hasta los familiares de los pilotos tienen que haberse sentido tocados por las verdades que expresó. Al terminar su comparecencia, justo al mediodía, había comenzado a inclinarse la balanza del día hacia el platillo de la verdad. Sin dar tiempo para más, tomó el escenario Bill Norris, abogado de Ramón Labañino, alias Luis Medina, alias Allan, alias Oso.

Mr. Norris se dirige al jurado con su tono pausado. Lo insta a no dejarse llevar por las primeras impresiones y a esperar hasta el último día para decidir. Se presenta y presenta a su cliente como Ramón Labañino, lo que provoca un sismo en el puesto de los fiscales y agentes del FBI. Los últimos corren a tomar nota del nombre y luego salen a la carrera de la sala.

Seguidamente señala que el terrorismo contra Cuba era la causa de nuestra presencia aquí. Ataca el mal uso que la Fiscalía hace de la palabra “espiar”, para confundirla con el delito de espionaje, y explica con un ejemplo sencillo la diferencia, señalando el vínculo entre información de defensa nacional y el delito de espionaje, que no puede estar presente si no existe la primera. Toca el tema de las fuentes públicas disponibles para Cuba, a través de las cuales se obtienen datos que, luego de procesados, cubren las necesidades informativas del país en materia militar; y presenta al coronel Amel Escalante Colás, cuya deposición en Cuba utilizará para demostrar este punto. Antes de finalizar se refiere de nuevo a las organizaciones contrarrevolucionarias de Miami y a la necesidad que tiene Cuba de mantenerse informada acerca de las mismas, y recalca el hecho de que mucha de la información que Cuba ha obtenido a través de nuestro trabajo ha sido transmitida al FBI.

Al terminar Mr. Norris, a las 12:25, se había inclinado algo más la balanza del día a nuestro favor. Después de un descanso de veinticinco minutos, toma la palabra Joaquín Méndez, abogado de Hipólito González, alias Rubén Campa, alias Oscar, alias Camilo, alias Vicky.

Joaquín va al grano y explica una vez más los motivos que obligaban la presencia de Rubén Campa en los Estados Unidos. Se refiere a las actividades terroristas de las organizaciones contrarrevolucionarias, a varias de las cuales las llama por su nombre; da también una lista de connotados asesinos que hicieron carrera dañando a Cuba, con lo que provoca la salida intempestiva del abogado de la Fundación, Many García, no sé si para ir al baño o para avisar a los capos de su cuartel. Luego Joaquín enumera, por orden cronológico, los atentados con explosivos en los hoteles y lugares turísticos en Cuba y muestra fotografías. Los compara con una parte de la evidencia, sobre el intercambio de mensajes entre Cuba y nosotros, referidos a dichas actividades terroristas. De pronto, como quien no le da importancia al asunto, nos sorprende a todos cuando anuncia que su cliente se llama Fernando González. Y finaliza enumerando una serie de investigaciones, todas relacionadas con el terrorismo, en las que Fernando había estado envuelto. Tras treinta y cinco minutos de vibrante exposición, Joaquín cede el podio a la Corte.

A la 1:25 p. m. sigue Jack Blumenfeld, abogado de Antonio Guerrero, alias Lorient, y más conocido cariñosamente por nosotros como el Faquir. Jack hace honor a su lugar en la batería, el cuarto, con una vibrante disertación que resulta la sorpresa del día (además del cambio de Hipólito por Fernando, por supuesto).

Jack es incisivo, directo, ameno, humano, y defiende a Guerrero con un ataque sólido. Al presentarse, explica que no quiere ser repetitivo y que su papel durante el juicio será el de precisar y no redundar, para ayudar a crear un panorama lo más completo posible del caso. Presenta a Antonio con afecto y respeto y, a partir de ese momento, no deja de llamarlo Tony durante toda su comparecencia. Humaniza a Guerrero, explicando algunos de sus datos personales: sus nexos y familia en Cuba, sus estudios, cómo se había casado dos veces, primero en Cuba y después en Panamá, para posteriormente asentarse en Cayo Hueso (Key West, en inglés), donde consiguió trabajo en la base de Boca Chica, tras haber desempeñado otras labores poco remuneradas en la ciudad. Se refiere a las características de sus trabajos en Boca Chica, sin pretensiones ni grandes responsabilidades, a través de los cuales, efectivamente, realiza las observaciones que sus actividades le permitían, con el solo objetivo de proteger la tranquilidad de su país. Después entra de lleno a analizar las alegaciones de la Fiscalía, llamando mentira a la mentira –en el caso de Guerrero los fiscales habían cargado un poco más la mano– y poniendo sin titubeos sobre la mesa las más serias alegaciones de la acusación, otorgándoles su real dimensión. Luego habla sobre las características de la base, para hacer ver al jurado que su cliente nunca había accedido a nada secreto ni había intentado hacerlo. Y termina con una breve frase: “Tony es un patriota en su país y, en cuanto a nosotros, nunca quiso hacernos daño”.

Jack cierra así el día con broche de oro y, al salir, recibe el abrazo emocionado de Mirta. A la 1:45 de la tarde había concluido una jornada memorable para todos nosotros y, por qué no, para todos en la sala.

No siempre es fácil analizar un hecho del que se es protagonista, sobre todo cuando se trata de un enfrentamiento tan fuerte, en el que uno está de un lado y los clásicos “malos” del otro. Creo haber sido lo más objetivo posible en mis observaciones y no peco de parcialidad si digo que nuestros abogados desbordaron a los acusadores.

No estoy suponiendo que esta jornada ni las que le sigan puedan decidir el resultado legal a nuestro favor, puesto que aquí están en juego muchos sentimientos, prejuicios sembrados durante años por una educación deficiente y una propaganda brutal, y quién sabe cuántos otros factores completamente subjetivos que siempre incidirán en la decisión que tome el jurado.

Y si digo con satisfacción que la balanza se inclinó a nuestro favor, no es para disminuir a la otra parte, que creo que hizo un buen trabajo desde su posición, sino porque la solidez de nuestros alegatos se basa en que asumimos de frente la verdad, en que no tenemos que falsear los hechos para adaptarlos forzadamente a la ley, en que sabemos que no hemos hecho daño a nadie aquí y en lo justa que es la causa que defendemos.

Por otra parte, independientemente de este balance, lo sucedido hasta ahora no debe de tener repercusiones concretas en la decisión del jurado, más allá de abrir las primeras fisuras que permitan al panel ir descubriendo al embustero en este litigio. Pero los cinco salimos de la sala satisfechos, mejor dicho felices, pues se escucharon algunas verdades que nadie hubiera soñado oír en Miami.

Esa noche, cuando hablé por teléfono con Roberto, me dio una versión arquitectónica: “Hermano, después de lo que se dijo en esa sala, ya me daba lo mismo que el edificio me cayera encima”.

Regresamos al penal llenos de alegría, reconstruyendo lo que había pasado en la Corte y riéndonos de la tomadura de pelo que nos había hecho Fernando: “Cuando anuncié que me llamaba Hipólito vi que les gustó tanto, que preferí no decepcionarlos”, nos dijo riendo.

Nota:
[1] Comando Sur. Uno de los nueve comandos unificados en el Departamento de Defensa de Estados Unidos. Entre todos se adjudican la “responsabilidad” de las actividades militares en el planeta entero. El Comando Sur es el “responsable” del área de América del Sur y Centroamérica, abarca diecinueve países.

René González, alias Iselín, a mucha honra, alias Castor y un servidor

Hoy es domingo 10, y trataré de poner al día este diario, porque mañana reanudamos el trabajo en la Corte y no quiero comenzar la semana con retraso.

Son las nueve de la mañana y acabo de subir de la visita con Roberto. También vino Margarita a ver al Faquir y tuvieron un diálogo franco sobre el caso, conversaron sobre las revelaciones hechas durante los argumentos iniciales y que, durante dos años, él ha tenido que guardarse, por razones obvias.

Margarita fue muy comprensiva y reiteró su apoyo a Tony; ella realmente lo quiere y le tiene mucha confianza, además lo conoce muy bien y sabe que él no sería capaz de hacer daño a nadie. Aunque, por supuesto, ella no tiene por qué compartir íntegramente todas sus ideas, en política ambos coinciden en su visión humanista de la vida, y comparten muchos valores. Creo que esta charla le ha hecho mucho bien a Antonio y espero que se refleje en su estado anímico, pues lucía algo aprensivo en los últimos días y nosotros lo atribuíamos a la expectativa que le causaba la inminencia de esta conversación.

Roberto comparte nuestro optimismo después de la exposición de los argumentos iniciales. Estuvimos recordando algunos momentos significativos y conversamos sobre otros temas relacionados con el caso, que mejor no exponemos a través de este diario a los censores; ya tenemos suficiente con que nos graben las conversaciones telefónicas.

Por lo pronto, regresemos al miércoles en la noche, cuando llegamos a nuestro piso cansados pero felices y esperando ansiosamente a que llegara el lunes para reanudar la batalla. Esa noche la dedicamos a relajarnos, después de ocho días de intenso trabajo, todos nos acostamos temprano y dormimos como piedras. Creo que lo merecíamos.

El jueves nos llamaron a los cinco para una visita legal y todos supimos que era nuestro amigo Rafael Anglada, a quien habíamos visto el día anterior durante los argumentos iniciales. Nuestro hermano de Borinquen nos venía a dar un abrazo y a compartir con nosotros la alegría por los resultados de la víspera en la Corte. Conversamos sobre el caso e intercambiamos criterios. Compartimos amigablemente con Anglada durante algo más de hora y media y nos despedimos con un abrazo y mucho optimismo.

Estos cuatro días libres se han ido volando. Como podrás ver, he empleado buena parte de este tiempo escribiendo el diario y también revisando las transcripciones, así como algunas evidencias que el gobierno planea presentar.

El viernes por la mañana vinieron a visitarme Philip y Julio Melo. Estuvimos revisando los argumentos iniciales con los que Philip abrirá a primera hora el lunes. Confío en que tendrá el mismo éxito que tuvieron sus cuatro predecesores. Philip está consciente de que los otros abogados le subieron la varilla y se está preparando para pasarla.

Por la noche pienso trabajar en algunos documentos del caso e ir a la cama temprano. Quiero levantarme fresco para no perder una palabra del abridor de la mañana, Philip Horowitz, abogado de René González, alias Iselín, a mucha honra, alias Castor y un servidor.

Nos vemos en la Corte...

Los argumentos iniciales, la introducción de un viaje que durará meses

Y habló Philip en la mañana de este lunes 11 de diciembre. A las 9:15 a.m. la jueza Joan Lenard la da la palabra para sus argumentos iniciales. Phil es ameno. Explica al jurado que los argumentos iniciales son como la introducción de un viaje que, en este caso, durará meses y en el que nos embarcaremos juntos el jurado y nosotros. De modo que lo que él adelantará hoy será lo que se va a ir desarrollando durante el juicio. Enfatiza que el gobierno tiene la obligación de probar lo que alega la acusación, porque esta en sí misma no es prueba. Recorre en pocas palabras mi vida desde que llegué a Cuba, en los 60, mis estudios, mi experiencia militar y mi formación como piloto, hasta que finalmente regreso a Estados Unidos en el 90.

Se refiere a mi vinculación con Hermanos al Rescate y al resto del mundo anticastrista, y señala que salvé vidas con aquella organización mientras se dedicó a esa tarea, antes de emprender sus provocaciones. Luego menciona los mecanismos de financiamiento de las organizaciones contrarrevolucionarias y explica el círculo vicioso que significa el justificar el dinero recibido mostrando resultados, ya sea la violación del espacio aéreo de Cuba, el estallido de una bomba en un hotel o cualquier otro tipo de provocación, para así recoger más dinero y proseguir con ese círculo vicioso de dinero-operaciones-dinero. Aborda el tema del narcotráfico como medio de financiamiento y esclarece mis relaciones con el FBI a partir de la propuesta que me hizo un anticastrista de traer drogas desde Honduras; niega rotundamente que yo hubiera intentado infiltrar al FBI, alegando que fueron sus agentes quienes repetidamente trataron de hacer de mí un colaborador que les informara desde el interior de las organizaciones anticastristas, sin resultados. Afirma que es falso que yo hubiera querido manipular a algún congresista para traer a mi familia de Cuba; y termina exhortando, también él, al jurado a oír toda la evidencia antes de dar su veredicto que, espera, sea no culpable.

A las 9:40 Philip cede su palabra a la sala. Había hecho un buen trabajo en los veinticinco minutos de su intervención, demostrando agudeza, ingenio y poder de síntesis.