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Elecciones del 2020 en Estados Unidos: Telón final de una generación sobreviviente

El presidente de Estados Unidos, Donald Trump. Foto: AP.

Plagado de trifulcas, acusaciones, insultos, desavenencias y amenazas, está el telón de fondo ante el cual se desarrolla en Estados Unidos, desde el pasado mes de abril, el proceso de las elecciones que el 3 de noviembre de 2020 determinará quién presidirá la nación del 20 de enero de 2021 al mismo día y mes del 2025 .

Las abominables matanzas cometidas por racistas nacionalistas blancos los pasados sábado 3 y domingo 4 en El Paso, Texas y Dayton, Ohio, respectivamente, son trágicos exponentes sobre cuán profundamente enraizada está la crisis por la que atraviesa la sociedad estadounidense y cuánto odio y racismo albergan los promotores y culpables directos de estos hechos.

La reacción de Donald Trump ante estos deleznables hechos achacando la responsabilidad a Internet, a enfermedades mentales y cuestiones migratorias, ha tenido el propósito de desvirtuar la estrecha vinculación que guardan con la negativa por su parte a apoyar medidas efectivas para controlar adecuadamente la posesión de armas de fuego por la población, aceptando las presiones e intereses en tal sentido de la Asociación Nacional del Rifle (NRA, por sus siglas en inglés).

Aunque Trump inicialmente había anunciado que se tomarían acciones para fortalecer la verificación de los antecedentes de personas que compraban armas y hasta enlazarlas con su reforma migratoria, horas después propuso medidas que nada tenían que ver con las esbozadas anteriormente, para no buscarse problemas con la cohorte del rifle.

Estos hechos son un ejemplo de que Trump se encuentra en una situación muy vulnerable en este proceso electoral, aunque goza de un sólido apoyo de las bases conservadoras y el Partido Demócrata está fragmentando y con un bajo nivel de confianza por parte de los electores. La razón es que ahora, a diferencia de lo ocurrido en 2016, Trump debe defender su gestión de gobierno y en realidad no tiene mucho de positivo o exitoso que mostrar como resultado de su labor presidencial.

Todos los pronósticos y las realidades políticas electorales de los Estados Unidos indican que en agosto del año que viene Trump será nominado como candidato a la presidencia del país por la Convención Nacional Republicana y, por tanto, desde el punto de vista de la mecánica electoral, hasta ahora Trump tiene allanado el camino hasta que comience la etapa de las elecciones generales el 7 de septiembre de 2020.

Sus apoyos más relevantes provienen de los trabajadores blancos asalariados, particularmente los del Medio Oeste septentrional y del empresariado que ha sido beneficiado por las sustanciales reducciones de impuestos y eliminación de regulaciones gubernamentales sobre la actividad empresarial.

Aunque es demasiado temprano para aventurar pronósticos, diversas circunstancias pueden lastrar el tránsito electoral de Trump. Así, por ejemplo, hasta el 5 de agosto, diez congresistas republicanos habían anunciado que no buscarían la reelección en el 2020 y aunque no es inusual que esto ocurra, reduce las posibilidades de que el Partido Republicano recupere la mayoría en la Cámara de Representantes en las elecciones de noviembre de 2020. Entre los renunciantes se haya el único afroamericano republicano de la Cámara, dos de las trece mujeres de la bancada republicana y el único de origen árabe. Cuatro del total representan al estado de Texas, donde en los últimos tiempos ha ido cediendo fuerza y espacio el Partido Republicano.

Otro aspecto negativo para Trump radica en su estilo unilateral de gobernar, sin el necesario proceso de consultas con sus colaboradores más cercanos, tanto del equipo de trabajo de la Casa Blanca como del Gabinete ministerial. Como resultado, un grupo de funcionarios del primer nivel, en número sin precedentes, han sido despedidos o han renunciado a sus cargos durante estos primeros años del mandato presidencial. En su inmensa mayoría todos, de una forma u otra, han roto sus vínculos con Trump. Es otro ejemplo de un saldo negativo de su gestión presidencial y que tendrá repercusiones en las elecciones.

Esta falta de relaciones sistemáticas sucede también con la bancada republicana en el Congreso y con el Comité Nacional Republicano.

Tampoco Trump ha practicado el estilo “bipartidista” tradicional de buscar un consenso político con la contraparte demócrata, que ha sido distintivo del sistema político electoral norteamericano, al menos desde el fin de la Guerra Civil en 1865.

Para los demócratas, desde el punto de vista electoral, el asunto que más atención atrae es la pugna entre los 25 demócratas aspirantes a la nominación presidencial. Si se toman en cuenta los datos relativos al desempeño de esos candidatos en cuanto a dinero recaudado, donantes captados, ubicación o concentración territorial de la recaudación y de los donantes, aceptación en las encuestas, propuestas políticas y desempeño en las dos rondas de debates que se han celebrado entre los 20 aspirantes que han cumplido con los requisitos  para participar establecidos por el Comité Nacional Demócrata, 15 de ellos están predestinados a desistir de la aspiración en el transcurso de los próximos seis meses y sumarse en el arca del olvido a los 5 que no lograron participar.

Se estima que para el próximo debate entre los aspirantes a celebrarse el 12 (y 13 de ser necesario) de septiembre, solo diez consigan cumplir los requisitos para participar (que duplican los parámetros establecidos para los dos anteriores); en esta ocasión: demostrar para el 28 de agosto que cuenta con 130 mil donantes únicos; contar con 400 distintos en 20 estados diferentes; y alcanzar al menos el 2% a su favor en encuestas aprobadas por el Comité Nacional Demócrata qué se realicen en Iowa, New Hampshire, South Carolina y Nevada.

En la actualidad, 8 aspirantes alcanzan estos requisitos y 4 más están cerca de lograrlo. Quedar eliminado de los debates equivale a un dictamen del Comité Nacional Demócrata de que esa aspiración no es viable.

Por supuesto, un resultado práctico, concreto y material de la reducción de aspirantes, es que las fuerzas que estaban apoyando a ese aspirante deberán decidir y buscar a que otro aspirante demócrata traspasar su respaldo.

Se considera con posibilidades para llegar hasta la etapa de las primarias a los siguientes aspirantes:

(Debe señalarse que en las dos rondas de debate que han celebrado los aspirantes demócratas el 26 y 27 de junio en Miami, Florida y el 30 y 31 de julio en Detroit, Michigan de este año, hemos percibido señales de que existe la voluntad mutua de Sanders y Warren de no atacarse entre ellos).

Estos son los cinco más relevantes candidatos presidenciales demócratas. Lo esperado es una confrontación final entre las fuerzas tradicionales liberales y conservadoras demócratas, cuyo preferido es Joseph Biden y los llamados socialdemócratas, progresistas e izquierdistas, que dan su respaldo, principalmente, a Bernard Sanders y a Elizabeth Warren. Los tres están en una misma faja etaria: la de los nacidos antes de la explosión demográfica posterior al fin de la II Guerra Mundial.

Si a estos tres aspirantes, agregamos al republicano Donald Trump (73 años, nacido en 1946), resulta altamente probable que el próximo presidente de Estados Unidos, sea un septuagenario, con cuatro generaciones posteriores ya actuantes en el panorama político estadounidense.

Aunque el proceso está en una etapa muy incipiente, si puede expresarse, con certeza absoluta, que está es la última ocasión en que esa generación, nacida antes de la explosión demográfica posterior a la II Guerra Mundial, jugará un papel protagónico en la política de los Estados Unidos.