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Manuel Calviño: Ser insaciable con la vida es una virtud

Manuel Calviño en "Con 2 que se quieran". Foto: Petí.

Sólo faltan dos años para que el programa Vale la pena llegue a las tres décadas. Lo veo con sistematicidad y mi primer comentario sobre el espacio lo hice el principio de los años 90, por la emisora Radio Reloj.

Entonces y hoy, alabé la esencia del programa; la telegenia y el poder de comunicación de Manuel Calviño. Casi tres décadas atrás creo no era Doctor en Ciencias Psicológicas, ni Profesor Titular de la Facultad de Psicología de la Universidad de La Habana, pero si un psicólogo de raza y un comunicador congénito.

En una excelente entrevista con Amaury Perez Vidal, el también músico confesó “por suspender Física, fui profesor de Física y esto es un hecho interesante, hoy muchas personas dicen: los profesores jóvenes, los emergentes. ¡Yo fui un emergente!, pero con un sentido de responsabilidad, estudié Física como nunca en mi vida y allí descubrí mi vocación por el magisterio. Yo no puedo dejar de ser maestro y lo descubrí allí. Por un accidente, dirían algunas personas. Los psicólogos diríamos: alguna causalidad en la historia de tu vida. Y con la Psicología me pasó igual, terminé ese año el preuniversitario, la misma directora me dijo: ‘¿Y usted qué va a estudiar?’ Y con una cosa así, absolutamente prepotente y altanera, que yo no era así.

Amaury le dijo: “Tú no eres así, ¿no?” A lo cual Calviño respondió: “Era mi relación con la directora, era como decirle; usted no me va a poner un pie encima y le digo: ‘¿Cuál es la especialidad más difícil de entrar?’ Me dijo: ‘entre ellas, Psicología’. Le dije: “Apúnteme en Psicología” y ahí fui, hice las pruebas y matriculé Psicología.”

La música perdió un representante profesional pero la ciencia, los estudiantes, la televisión, cubanos y cubanas ganamos un comunicador excepcional que cada semana, menos en el verano, se nos cuela en nuestras casas para conversar de temas que pueden ser los más acuciantes en ese instante para algunos de los televidentes.

Ahora bien, como Cuba no es lo que era en 1991, ni en el 2001, ni siquiera en el 2011, no se nota que Vale la pena ha mantenido su formato (una cámara, un corte para decir la dirección postal y electrónica del programa por varios lustros) porque su guionista y conductor, con los pies puestos en esta tierra, navega con el tiempo y los cambios, en asuntos del aquí y del ahora.

Calviño me confesó en una carta en Cubadebate que es “un servidor público (noción olvidada por muchos que deberían asumirla con responsabilidad y entrega). Soy un luchador por el bienestar y la felicidad de nuestra gente, de las personas que tenemos el enorme privilegio de vivir, y que queremos hacerlo acompañados del bien-estar, del bien-hacer, del bien-ser; hacerlo – entiéndase vivir – de modo que también otros, hoy y mañana, puedan disfrutarlo.”

Por esa loable vocación de servicio, Calviño no duda en meterse en asuntos variopintos y “molestos” para algunos televidentes. Si yo tuviera poder, el programa ¡SER INSACIABLES!, del miércoles 3 Abril de este año, lo convertiría en material de reproducción entre maestros, padres, todos los que pueden decidir acerca de los más jóvenes, es más, además de ponerlo de nuevo en la TV con una buena promoción, lo “colaría” hasta en el Paquete para darle ese sabor de “no oficial”.

El Vale la pena al que me refiero, arrancó con una carta de un joven que con toda razón reclama su espacio, sin establecer una lucha generacional ni nada de eso, sino como parte activa de la sociedad.

Calviño razonó que la lucha por mejorar es insaciable y que en el caso de los jóvenes deviene demanda de crecimiento personal, de realizar una función existencial. Y puso un ejemplo lapidario: cuando a él le asignaron un lada, su hijo se alegró mucho. El padre le dijo que en unos años, en dependencia de su desenvolvimiento profesional podría tener uno. El hijo con la insaciabilidad de la juventud le dijo “Yo lo quiero ahora”.

Al sicólogo, me imagino, le removieron el piso en ese momento, pero hombre inteligente al fin tomó el reclamo como experiencia porque “ser insaciable con la vida es una virtud”.

Desgraciadamente, no todas las personas piensan en los jóvenes como lo que son: hombres y mujeres del mañana, que hoy necesitan que le trasmitamos nuestros saberes, sin pretender que piensen como nosotros.

Hace poco, en un encuentro entre colegas, propuse que un programa en vías de realización tenga el suficiente “gancho” para atraer a los más jóvenes y para mi asombro alguien que respeto mucho y en su años mozos fue un rebelde en defensa de lo novedoso, expresó que había que pensar en la gente que quedaba en casa, no en la que salía a la calle. Claro que se debe pensar en los mayores, muchas veces he reclamado su tiempo televisivo.

Pero esa forma de recapacitar, en cuanto a muchachos y muchachas, no es privativo de una persona, es más común de lo que nos imaginamos y letal para quienes trabajan en el área de la comunicación. Dialogar con los más jóvenes desde el respeto, teniendo en cuenta su derecho a querer más, que va desde viajar, a ver un musical con los códigos actuales, es contribuir a que nuestros sucesores amen y se entregan al proyecto social que padres y abuelos defendemos.

Por eso casi treinta años después sigo diciendo que Vale la pena… vale pena; quizás porque con su guionista y conductor creo con José Martí que "Quien se alimenta de ideas jóvenes, vive siempre joven."

(Tomado del Portal de la Televisión Cubana)