- Cubadebate - http://www.cubadebate.cu -

La "guagua de la música" que alegró fiestas y armó romances

Corrían los años de la década del 90 del pasado siglo, tiempos difíciles en los cuales se puso más presente que nunca, aquella sentencia que muchas veces escuché en boca de un célebre dibujo animado de mi infancia (Huckleberry Hound) quien solía decir: La necesidad es la madre de la invención.

Fue en ese tiempo que apareció en mi pueblo la "guagua de la música", algo así como una de las actuales "bocinitas" que pululan en calles y parques, pero aquella podría decirse que era de tamaño familiar y cumplía fines mucho más nobles y menos bullangueros que las pequeñas réplicas actuales.

El artefacto musical rodante tenía su base de operaciones permanente en la Plaza del pueblo, donde amenizaba largas noches de sábado y calurosas tardes de domingo. Poseía una potencia considerable y aunque entonces no se hablaba mucho de contaminación sonora, nuestra guagüita debe haber sido altamente agresiva en esa materia, pero no eran tiempos de andar criticando la iniciativa que había salvado la recreación municipal, bastante afectada después de la desintegración de los Rítmicos del cañaveral, única orquesta que había logrado sobrevivir a los rigores y carencias de instrumentos, en pleno periodo especial.

Los muchachones de ese conjuntico de marras resistieron hasta el final; pero, para colmo de males, una tarde lluviosa le cayó un rayo a la tarima del cabaret, se les quemaron los bafles, se les achicharró el piano Yamaha y del impacto a Rigoberto La Rima, el vocalista estrella, se le fue la voz por más de seis meses.

Después de un tormentoso silencio y algunos intentos de hacer resurgir la música por aquí o por allá, se decidió apostarlo todo a la referida Guagua; así que, manos a la obra, en el taller del central armaron el ómnibus que estaba a media vida, lo pintaron y rotularon con grandes signos musicales y le instalaron dentro todos los recursos sonoros de la Casa de la Cultura.

Su debut fue una noche sabatina y más parecía que vendría a la plaza la orquesta Los Van Van que una simple guagua recién ataviada. La gente se aglomeró temprano, hubo quienes estrenaron sus buenas Manhattan (camisas) y hasta sus coreografías de casino se estuvieron ensayando en casa de Belarmino Patín Feliz.

Por fin llegó la hora cero, el vehículo asomó su cara azul en la punta de la Avenida y una algarabía terrible lo estremeció todo, incluso con más fuerza que los ruidos metálicos del central azucarero aledaño al lugar. El entusiasmo era desbordante, con algunos toques de histeria municipal y uno que otro empujoncito rumbero.

Fue una experiencia, no tanto como religiosa, pero sí muy peculiar. Daba inicio a un largo periodo de guaguificación de la cultura, porque a dos o tres se le fue la mano en el uso del invento y estuvo en peligro la creatividad y el rescate de otras formas de recrearse y como guagua había una sola, cuando rodaba para otro poblado del municipio, la cabecera se quedaba como si por allí hubiesen arrastrado un muerto.

Con el tiempo, la mencionada "guagua de la música"  pasó a la historia y con la aparición de algunas pequeñas unidades de sonido de mejor factura y el renacer del talento local, se diversificó algo la cuestión, aunque a cada rato, cuando regreso por el pueblo, algunos me hablan con añoranza de aquella música enlatada que alegró fiestas y armó romances.

(Tomado de La Bicicleta)