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Pablo y su temeraria condena a Batista

Pablo de la Torriente Brau. Foto: Archivo.

Es muy probable que Pablo de la Torriente Brau y el coronel Fulgencio Batista nunca estuvieran uno frente al otro… mejor así. Pero uno y otro se conocieron de manera indirecta, porque ambos dieron bastante que hablar en su momento, Pablo como opositor revolucionario, Batista como hombre fuerte de Cuba. Si alguien nunca se dejó engatusar por las promesas democráticas de Batista, ese fue Pablo, quien lo reconoció al instante y no cejó en combatirlo.

La correspondencia de Pablo abunda en citas sobre el coronel Batista, aunque solo nos detendremos en esta, la más ilustrativa, una carta del 8 de abril de 1935 desde Nueva York a su amigo José Antonio Fernández de Castro: Tomé parte en la última huelga, y, por mis ataques al Ejército de Batista, contra el que formulé acusaciones por asesinatos, en el propio Campamento de Columbia, ante un Consejo de Guerra, si me cogen esta vez me la arrancan.

Fulgencio Batista “desarrolló” una carrera meteórica dentro del contexto político militar de Cuba. En realidad, Batista se movía como pez en el agua en medio de una situación política convulsa, inestable, represiva, sin presente y para colmo, con un embajador norteamericano en funciones de “poder tras del trono”. Es Pablo quien traza el retrato más exacto que recordemos del siniestro personaje que nos ocupa: El coronel Fulgencio Batista, dictador militar de Cuba, es una figura singular, llena de interés (…) ¿Cómo surgió Batista al poder? El 4 de septiembre de 1933, la madrugada del famoso golpe militar de Columbia contra la oficialidad del machadato, Batista era un sargento taquígrafo… Es decir, era un burócrata en el ejército, que nunca había tenido contacto con la tropa. No sabía ni marchar, ni montar a caballo, ni armar una ametralladora, ni saludar con cierto aire marcial… Nunca había tomado parte en ninguna campaña… Ni siquiera había perseguido nunca a ningún bandolero… Sin embargo, por encima de todos sus compañeros sargentos, que sí eran militares, que sí habían tenido contacto con la tropa siempre, salta el nombre de Fulgencio Batista y el pueblo, con su genial intuición, adivinó que se trataba de un leader de piratas. Después, todavía con las barras de sargento, fue abrazado por los cinco presidentes de la efímera pentarquía… Más tarde, fue abrazado por el doctor Grau San Martín… Poco después abrazó él a Mendieta y lo tomó bajo su protección. Bajo el comentario irónico del pueblo de Cuba, siempre suspicaz, dio largos paseos a caballo con el embajador [norteamericano] Caffery.

Al menos para el lector joven, los párrafos anteriores de Pablo exigen de algunas acotaciones. Aquí van.

En agosto de 1933 el dictador Gerardo Machado ha sido derrocado por el pueblo. Después, el golpe militar del 4 de septiembre, dirigido por un pequeño grupo de sargentos (la revolución de los sargentos se le suele llamar) integrados en una Unión Militar Revolucionaria, depone sin resistencia alguna al presidente provisional Carlos Manuel de Céspedes. De aquel movimiento emergió como hombre fuerte el entonces sargento mayor y taquígrafo del Sexto Distrito Militar de Columbia Fulgencio Batista, de 32 años. Los sublevados formaron un gobierno colegiado (civil) de cinco miembros (Guillermo Portela, Sergio Carbó, Porfirio Franca, José Miguel Irisarri y Ramón Grau San Martín) llamado por el pueblo la Pentarquía, aunque su denominación oficial fuera Comisión Ejecutiva. La pentarquía no tuvo reconocimiento del gobierno norteamericano, y asediada además por discrepancias internas y por la crisis general que vivía el país, no tardó en colapsar. Para colmo, uno de sus miembros ascendió unilateralmente al grado de coronel a Fulgencio Batista, ya por entonces jefe de las Fuerzas Armadas. Disuelta la Pentarquía, asumió la presidencia provisional Ramón Grau San Martín, por cien días, con Antonio Guiteras como secretario de Gobernación y de la Guerra. Y como la injerencia del embajador norteamericano Benjamín Sumner Welles era vergonzosamente abierta en los asuntos nacionales, el gobierno cubano lo declaró persona no grata… solo para ser reemplazado por Jefferson Caffery, llegado en diciembre de aquel tan intenso año de 1933. Mil novecientos treinta y cuatro es el año del médico y coronel Carlos Mendieta Montefur.

Vayamos por pasos: primero Grau San Martín es derrocado por “gestiones” de Batista, lo sucede brevísimamente como presidente el ingeniero Carlos Hevia y a este, por seis horas, Manuel Márquez Sterling. Solo entonces llega, en el propio mes de enero, el momento de Mendieta, que se extenderá hasta diciembre de 1935. A su “mandato” se le denomina gobierno de Caffery-Batista-Mendieta…, este último en papel de marioneta. Es a este período al cual Pablo se refiere en su magistral texto titulado “Este es Fulgencio Batista…” (…) Batista tiene 15 000 soldados; 1 500 cabos, 1 500 sargentos, 3 000 policías en la ciudad de La Habana y 2 600 marineros. Además, un Servicio Secreto numeroso y tan hábil como canallesco. Esto en cuanto a número, que, en calidad, es un ejército que ha combatido y vencido, y que tiene un equipo tan bueno como el mejor del mundo. Los soldados de Batista han dejado de pertenecer a las clases populares y por eso las traicionan; y por eso estas los odian. Los soldados de Batista ganan $30.00 al mes, casa, comida y ropa. (…) Este es Fulgencio Batista, el nuevo Capablanca del ajedrez político de Cuba; el nuevo mastín de cara amable, un poco proclive a la obesidad por la suculencia del rancho militar, de quien dispone la Embajada americana en La Habana, en su apostólica misión imperialista…

Mucha sagacidad política revelan las palabras de Pablo, aunque aclaremos algo: estas opiniones no fueron publicadas en su momento por la sencilla razón de que ninguna de las revistas donde Pablo solía presentar sus trabajos se atrevió. Pablo cayó en 1936. Batista, a quien Pablo no le negó nunca habilidad política, llegó a la presidencia de la República en 1940, por voto popular, directo y secreto. En 1944 entregó el poder a Ramón Grau San Martín. El 10 de marzo de 1952, golpe de Estado mediante, regresó al poder ejecutivo, Pero esta es una historia mucho más conocida y aún recordada que trasciende los propósitos de estos apuntes.