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Entre La Demajagua y el mar: Una historia de orgullos

La rueda dentada encarcelada en un jagüey forma parte de las ruinas del Ingenio La Demajagua. Foto: Irene Pérez/ Cubadebate.

Los libros de historia no suelen contar que el ingenio La Demajagua está cerca del mar. Uno no imagina el sonar liberador de la campana ni el discurso de Carlos Manuel de Céspedes llamando a la lucha, aquel histórico 10 de octubre, con imágenes de costas al fondo. Tal vez por eso la mayoría de los visitantes se sorprenden al llegar al hoy Monumento Nacional y descubrir que apenas a 670 metros están los muelles del que fuera ingenio.

La Demajagua fue, en ese sentido, un ingenio privilegiado en tiempos de la colonia. El mar era un elemento importante para las industrias azucareras porque a través de él se aseguraba el comercio con el exterior. La mayoría tenía que buscar diversos métodos de transporte para llevar a él las producciones, pero en La Demajagua el traslado no era un problema. Aunque sus instalaciones eran en sentido general de baja productividad, ahorraban tiempo y dinero al tener el mar tan cerca.

César Martín García fue el director del Parque Nacional La Demajagua entre 1985 y 2017, aunque ni su reciente jubilación ni la debilidad visual que lo acompaña desde hace cuatro años han sido suficientes para alejarlo de allí. Conocer hasta el más mínimo detalle del lugar que dirigió y narrar sus historias con pasión han sido sus principales ocupaciones casi toda la vida. Cuentan que cuando dejó de ver le decía a los visitantes que escuchaba los relatos del viento, de la rueda, de la campana y también del mar porque había aprendido a ser uno con las ruinas del ingenio.

César Martín García cuenta la historia de La Demajagua con el corazón. Foto: Irene Pérez/ Cubadebate.

César nos cuenta que el mar es uno de los elementos que más impacta a los visitantes del museo, pero que a los efectos de la historia su cercanía tuvo también consecuencias negativas. “Aunque no es tan conocido, siete días después del alzamiento de Céspedes una fragata española llamada Neptuno lanzó todo el odio español hacia el lugar y destruyó todo el escenario patrio. De hecho, este fue el primer lugar destruido y cañoneado durante las guerras independentistas. Tal vez por eso ahora no se conservan más detalles de lo que fuera el Ingenio”, relata el antiguo director.

Por unas razones o por otras, a uno le queda claro tras unas horas en  Manzanillo que el mar juega un papel fundamental en las esencias y tradiciones de La Demajagua y del pueblo. Tal vez porque el lugar histórico y la ciudad que lo acoge tienen sus costas en el Golfo de Guacanayabo y están orgullosos de ello.

Manzanillo no es Bayamo. Y no quiere serlo. Basta con sacarle el tema a cualquiera de sus habitantes para que te respondan entre risas, unos con más vehemencia que otros, que la Ciudad del Golfo tiene una historia propia y rica que compite con la de cualquier otra ciudad, pero sobre todo con la de Bayamo. Para demostrarlo recurren a sus mitos y principales orgullos.

Roberto Salgado es pescador. Nació, se crió y ha vivido sus 71 años a las orillas del malecón manzanillero. Cuando le preguntas sobre las tradiciones de su pueblo, responde sin dudarlo: el mar, el parque y la historia. “Yo sí soy regionalista. Este es mi pueblo y mi vida. Y soy así porque Manzanillo tiene muchas cosas de las que sentirse orgulloso. Todo el mundo lo sabe: sin el mar, el malecón, la glorieta del parque y La Demajagua el pueblo no sería nada”, dice y asiente una y otra vez.

Malecón de Manzanillo, al atardecer. Foto: Irene Pérez/ Cubadebate.

En el Malecón de Manzanillo se mezclan jóvenes y pescadores. Cuando cae la tarde una buena parte de la vida del pueblo se desarrolla allí: los adolescentes caminan de un extremo a otro bromeando, cantando y enamorando mientras los pescadores lanzan sus botes al mar. En el Malecón se viven también los carnavales en la ultima semana de agosto.

“Aquí se pesca mucho, nada más que en mi base hay más de cien pescadores. Han surgido muchos mitos por eso: se dice que el come la liseta en Manzanillo –ese pez solo se pesca aquí-, no se va del pueblo. Y eso no es solo una historia porque nació en la época en que la situación económica del pueblo era tan buena que la gente se quedaba en la ciudad por lo bien que se vivía. Por eso surgió el mito del pescado”, cuenta Roberto.

El otro foco de vida y tradiciones en esta ciudad es el Parque Central, el de la Iglesia, el Céspedes. En su centro se encuentra la Novia de Manzanillo, una glorieta de estilo morisco que representa y enorgullece a la ciudad.

En el parque de la Glorieta se enamoraban los jóvenes muchos años atrás, cuando no iban al Malecón. Rolando Olivera, otro manzanillero orgulloso de 77 años, conoció ahí a su mujer, en los mismos bancos donde hoy se sienta.

“Una de nuestras tradiciones más grandes es la que nace en el parque. Antes se le daba la vuelta todos los domingos, las mujeres en un sentido y los hombres en el otro y así se enamoraban. Bastantes vueltas que dí yo hasta que conocí a mi mujer. Pero esta además es la tierra del poeta Navarro Luna, de Paquito Rosales, el primer alcalde comunista de Cuba y de Carlos Puebla, el trovador que componía canciones en este mismo parque. Por todas esas cosas manzanillero que se respete prefiere su ciudad”, así narra Rolando otras historias de este lugar.

Parque Céspedes. Foto: Irene Pérez/ Cubadebate.

En el Parque Céspedes la ciudad esperó este 10 de octubre. Porque al final todos los manzanilleros reconocen que su tradición y orgullo más grande es ser la cuna de la historia independentista cubana.

César Martín, el historiador y antiguo director del Parque Nacional La Demajagua, explica que el alzamiento del 10 de octubre en ese lugar trae consigo varios valores importantes para el pueblo que lo acoge. “Posee un valor extraordinario por ser donde se levantan por primera vez los hombres para defender este país. Está el hecho de que se conserven las ruinas del ingenio a pesar de los ciento cincuenta años transcurridos y además, aquí se conserva la campana original del Ingenio que hace y hará posible por siempre convocar a los hombres y a las nuevas generaciones de nuestro país a la continuidad de la lucha”.

Roberto, el pescador, lo cuenta a su manera: “Por todas esas tradiciones este pueblo siempre ha sido de revolucionarios, trabajadores, luchadores, hombres cultos… Le puedes preguntar a cualquiera, a cualquier niño, y te sabe contar del alzamiento independentista, de Céspedes, de los esclavos y lo hace con orgullo. Por esas cosas es que a mí hay que enterrarme aquí, a orillas del mar, en Manzanillo”.

Manzanillo es también una ciudad de pescadores. Foto: Irene Pérez/ Cubadebate.