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En Ciego de Ávila después de la tormenta... no vino la calma (+Infografía y Video)

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Yeney Bello no ha parado de hacer… ni de agradecer. Fotos: Alejandro García/ Invasor.

Hace un año ya que 31 540 casas se (re)sintieron con los soplidos de Irma en Ciego de Ávila; la segunda provincia más afectada del país. Desde entonces, los números de la recuperación (al 63, 6 por ciento) han intentado cifrar el desespero, la felicidad, el agradecimiento, el descuido, el trabajo… y no siempre han podido. Por eso Invasor vuelve a los sitios más arrasados: Punta Alegre, Júcaro y Bolivia, donde hasta hoy muchos han vivido con la prisa de los ciclones y algunos con la calma que, dicen, sobreviene de las tormentas.

—¡Ay, hija, si no hubiera sido por el ciclón yo nunca hubiera tenido una casa así!

(Y en su frase, “ciclón”; más que un término de la meteorología, es la ciclonada de gente que aun en la intermitencia de tardes, mañanas y semanas le cambiaron el hogar de su vida. Podría traducirse, también, en Revolución.)

(En su expresión, “así” quiere decir nueva y segura. Vivir sin el temor de las grietas y las tejas de un caserón centenario que se le vendría encima de todos modos y que Irma solo precipitó con las palmas que un día le dieron el nombre al callejón y también se lo quitaron, cuando cayeron como cuchillos cortándole los techos a la hilera de 13 casas.)

Hoy, Yeney Bello Hernández te deja entrar a la suya con esa expresión que uno interpreta tan fácilmente, y con los ojos llorosos de felicidad; ya no de la tristeza con que nos recibió aquel 10 de septiembre. El pesar venció el año, sin borrarse: lo único empecinado allí, lo invariable, es el nombre; que tiene más fuerza que las rachas de Irma.

Por eso uno se encuentra a Marcelino en otra parte y te dice que vayas al callejón de Las Palmas, y te señala: “Mira, quedó una solita, por la parte de atrás, pegá a mi casa ¿y si ahora viene otro ciclón y por el sur me la tira arriba del zinc?”. Los que descubrieron a Marcelino, hace un año, lo recordarán encaramado en su techo a los 76 años, intentando acomodar tejas desmoronadas. No era un hombre con miedo antes, y tampoco lo es ahora. Pero hay recuerdos muy fuertes.

Yeney, su vecina “pared con pared”, lo entiende; dice que el viejo ha pasado mucho trabajo en su vida, que el sufrimiento se le acumula y que, para colmo, su vivienda quedó muy chapucera. Él la abre, de par en par, y empieza: “Mire pa allá, dejaron huecos en la pared, por ahí me entra el agua, y mira esas cabillas afuera, y mira, aquí no remataron nada, y mira…”, y se queja Marcelino, al punto de parecer que podría morir de un disgusto y no de una delgadez extrema que le adhiere el espinazo al estómago. “¿Ingrato, yo? No, que va, es que siempre me han gustado las cosas bien hechas”.

Félix Montiel, el hombre que vive unas casas más allá, en esa misma hilera, le da la razón. “Aquí lo que pasa, periodista, es que hay cosas muy bien hechas y otras no, esa es la verdad. Y somos afortunados, hay gente que no sabe ni pa cuándo acabar… o empezar…”.

El último parte emitido por la Dirección Provincial de la Vivienda, el 31 de agosto, lo dejaba entrever numerando el desespero. Allí, en la comunidad del desaparecido Central Máximo Gómez, ubicado en uno de los bordes de Punta Alegre, de las 326 casas derrumbadas, solo 46 se habían levantado. En el centro del poblado de Punta Alegre los derrumbes fueron 363, y las concluidas hasta esa fecha eran 31. Los daños de cubiertas y derrumbes parciales mostraban porcientos de avance más esperanzadores para esos otros damnificados. No obstante, en Enrique Varona (Falla), Mabuya, Ranchuelo, El Asiento, Las Palmas… comunidades del mismo mapa de Chambas y donde suman 767 los derrumbes, no se ha concluido el primer hogar desplomado, ¿entonces?

Es que la velocidad de la recuperación sigue siendo relativa: depende del “corredor” que la juzgue y del alcance de su mirada.

Sin embargo, ello no quiere decir que los “atrasados” hayan sido relegados con intención. Más de una vez, las autoridades del territorio han insistido en la falta de mano de obra y de recursos, y hasta el General de Cuerpo de Ejército, Joaquín Quintas Solá, lo ha dejado claro.

De ahí que las comparaciones resulten, cuando menos, humanamente incorrectas, porque hablamos de gente que espera en algún lugar; da lo mismo si el beneficiado completa la estadística de cumplimiento de un municipio o es, apenas, el 0,3 por ciento de una comunidad a la que se le dice adiós desde la carretera. ¿Dónde estaría la diferencia, cómo distinguir la prioridad geográfica?

Isnaiby Mallea Escalante y Yenisley Córdoba Canso se miran dudosas en la tienda de materiales de la construcción de Punta Alegre. ¿La prioridad? “Eso es casi imposible de saber entre tanta necesidad”, explica Yenisley, la técnica de Vivienda. Y Ariel Corra Riquene, que la escuchaba, sirve de ejemplo: “De mi casa solo quedó una pared, y ya estoy a punto de ‘inaugurarla’, salió barata y puedo pagarla poco a poco”, dice. Para ser exacta, husmeo en su expediente: 25 291. 00 pesos con 0.18 centavos; esa es la suma total del crédito que el banco le otorgó para su nueva casa, ahora más alejada del mar.

En la provincia de Ciego de Ávila, alrededor de 20 millones de pesos se han empleado a través de créditos bancarios para la compra de materiales; de modo que las facilidades no se han medido solo en recursos; quienes acuden a una tienda van antecedidos de subsidios, créditos, bonificaciones. Sin ello, la mayoría de las 20 066 casas que se habían recuperado hasta el 31 de agosto —469 de ellas derribadas por Irma— no hubiesen podido borrar, tal vez, ni parte del destrozo.

Quizás aquella fachada (que era un epitafio más que una pared) y fuera portada mientras Invasor mostraba Los cielos abiertos que Irma dejó, aún sería un amasijo mohoso. Y aunque, en parte, todavía lo es, Niesvy Escobar Rodríguez no se resiente demasiado porque, a unos metros de allí, ella, su esposo y sus dos hijos están a días del nuevo hogar y el número 36 será solo el recuerdo del susto que casi los ahoga.

El mismo susto que dejó perplejas a Dairielis y Thalía, y que la resiliencia increíble de los niños logró replegar tres días después, cuando frente a la cámara de Invasor recordaban el desastre.

Hoy posan, otra vez, en el lugar de antes, de espaldas al mar que casi se las traga, y hablan como la gente grande: “A mi casa ya le falta el piso de cemento nada más, y ahora tiene dos cuartos, el mío es el más grande”, dice Thalía. “Y la casa que había aquí, que era la de mi abuela, ya casi se la hacen, lo que en otra parte ¿oíste?”, cuenta Dairielis. Ambas quieren demostrar que el tiempo, felizmente, ha pasado.

Pero para Yoandry Valderrama, el hombre que recolectó el naufragio en tablitas que llegaron a valer (hechas barco) 12 000 CUC, no ha sido un tiempo feliz. La capitanía le negó el permiso para armar el barco que era propiedad de su hermano fallecido, y que navegaban juntos en caudal y caudales. Papeleos, burocracia. Después de idas y vueltas a La Habana, y de más idas y más vueltas, le dijeron que sí. No obstante, los permisos (que todavía no son efectivos), no le alcanzan para recomponerlo. La madera no es suficiente; no lo ha sido ni para las casas.

Desde entonces. Yoandry no ha vuelto a pescar, aunque dicen los que sí han podido que el mar este año ha sido más ingrato que nunca. El propio jefe de producción de la UEB Flota Pesquera Marina de Punta Alegre, lo confiesa: “Los planes ya son imposibles de cumplir, se trae muy poco y, encima, no tenemos frío para guardar el pescado”.

Los recursos entran, prácticamente, “con nombre y apellido”. No alcanzan

"Ahora ha ocurrido algo extraño — señala Noreysi Alfonso Días—, se está pescando mucha jaiba".

Sin embargo, eso es lo peor (comparado con peces de escamas) que pudiera pasarles a las mujeres que lo procesan, pues un kilogramo de esa masa se paga a 0.49 centavos y “es mucho el carapacho que hay que partir y los pinchazos que uno coge pa ganarse, si acaso, 10.00 pesos en un día. Lo que hay que seguir aquí, o si no, ¿con qué se paga un crédito o se levanta una casa?”, cuestiona Yaima Bernal Bandomo, la técnica de calidad.

Definitivamente, la recuperación de Punta Alegre, como la de Júcaro, transcurre dentro y fuera del mar; ninguna le es ajena a la otra.

Y en Júcaro se pesca más fácil una historia, que un pargo

Porque la debacle se midió un día por la fuerza con que el mar arrasó, fue que Bolivia, que sufrió 681 derrumbes totales, quedó a la zaga de las historias que se contaron desde Palmarito, en Júcaro, con “apenas” 114 derrumbes. Allí, al sur, su gente narró sucesos tremebundos.

● Júcaro traicionado por el mar. Nueve instantes.

● La ola gigante.

Si bien ya sabemos que, en números, no fue mayor la desgracia, los estragos de entonces continúan “sobredimensionados” hasta hoy y María del Carmen Sánchez Alonso refuerza ahora la rareza. Está sentada sobre lo único que recaló: una silla de hierro que debe incomodarle hasta la médula por esa obesidad que la obliga, incluso, a dormir sentada. Pero, tanto como eso, le incomoda el hecho de que, hasta hoy, solo haya recibido unos sacos de cemento. “Nada más, ya deben estar duros, ni sé, estoy postrada, no puedo moverme y además soy subsidiada, no tengo forma de construir, tengo un esposo con problemas, un hijo ciego…”.

Todas las desgracias parecen habérsele estancado allí. La suerte que ha tenido ha sido donada: colchón, filtro de agua, hornilla, tanque, calderos, ropa, aseo, sábanas… Desde la Dirección Municipal de Trabajo y Seguridad Social, en Venezuela, aseguran que, con eso, se ha sido muy cuidadoso y equitativo.

“Aquí hemos seguido el curso de los objetos donados, y cuando detectamos el caso de una persona que lo vendió, fuimos, lo rescatamos y se lo dimos a otro. Solo supimos de uno”, afirma Blanca Silvia López, la directora de Trabajo en el municipio de Venezuela.

“Es muy complejo repartir poco entre tantos; no obstante, hemos coordinado las ayudas que han llegado desde diferentes organismos; no para que no participen ellos directamente, sino para que lo hagan en lugares donde otros donativos no han podido llegar. Así garantizamos que todos reciban algo”, refuerza Blanca.

En el nivel provincial, sin embargo, los totales distribuidos de algunos productos no se corresponden con el total recibido, debido a la entrega de donativos al Grupo Empresarial de Comercio, fundamentalmente; lo que pudiera resultar controversial para damnificados que no los obtuvieron por ninguna vía.

El asunto se complejiza con personas que reclaman con urgencia artículos que nunca perdieron porque nunca tuvieron; con quienes manifestaban que no querían una olla, sino una hornilla, y hasta con quienes te dicen en la comunidad de Muñiz, a un lado de Bolivia, “yo perdí mi colchón, no sé pa que me dieron una olla, si yo tenía una, lo que estaba rota antes del ciclón”.

Ante tales tropiezos el trabajador social (junto a otra autoridades) debería mediar e intervenir; algo que Beatriz Marín Pelayo tiene claro en el Consejo Popular de Júcaro, desde que se graduara de trabajadora social, allá por el 92. “Esto es la candela, hay que estar todo el tiempo dialogando con la gente y atendiendo reclamos, justos y no”, confiesa, sin percatarse de que ella misma podría ser objeto de la incertidumbre, al haber reportado su casa en derrumbe total y ser clasificada, luego, como parcial.

No siempre se encuentran exactitudes. La gente comete errores y, a veces, miente con toda intención. Blanca Silvia lo sabe por el día en que aquella mujer, delante del general Quintas Solá, los encaró diciéndole que nunca la habían atendido. Y ella revisó nerviosa el bulto de planillas, creyendo que se les había escapado un caso, y no que aquella mujer mentía desfachatada: era la tercera en la lista de expedientes.

Y no ha sido la única. Durante este año de recuperación, Invasor ha presenciado omisiones, opiniones que se han modificado luego de dos o tres preguntas intencionadas… y del careo. Visiones inexactas de ambos lados (responsables y damnificados). Gente que lo mismo le arman un barullo a las autoridades provinciales y nacionales, en medio de un recorrido, que mal-traducen una respuesta y versionan el hecho “a su entender”. Gente obviada, también. Y muy gradecida, que no tendrían con qué pagar el valor real del apoyo, si tuvieran que hacerlo.

De todo ello sabe Manuel García Neyra, el delegado de Palmarito, no tanto porque abunden esos casos en su barrio, sino porque el liderazgo que asume en Júcaro le asegura un dominio de la vida que acontece allí. Podría tasar la debacle y las interioridades de la recuperación, como pocos. Y no se inclina por condolerse de unos por encima de otros, no, “aquí todos los arrasados, son críticos”, sostiene. La precariedad está definida para Mercedes Pérez y su hijo Yajasín, que viven en un ranchito pasando mucho, mucho trabajo, y para Humberto González, que pudiera arreglárselas un poco mejor cuando vuelva a pescar en su barquito roto, pero igual es hoy uno de los arrasados que viven en el litoral de Júcaro y saldrán de allí un día no tan lejano, pues dos edificios, alejados a más de 10 kilómetros de la costa, deben entregarse a mediados del 2019 (el primero, asegura el Director de la Empresa Constructora, antes de que acabe el año).

Las donaciones en Palmarito han aliviado la rutina de quienes viven en facilidades temporales, a la espera de un hogar definitivo

En realidad tienen que irse, porque la Tarea Vida ya delimitó hasta dónde puede vivirse en esa zona, sin riesgos; y ellos lo harán en una comunidad sin olor a salitre, sin la vista…, dentro de apartamentos confortables. “Después se verá el problema de la pesca”, exclama Manuel quien, de paso, asegura que ni los calores de agosto han sacado “a flote” el pescado.

Ajena a esos vaivenes, y concentrada en hechos menos lógicos y más dañinos, al menos de manera inmediata, Yolanda Domínguez de la Fuente reclama con fuerza varias medidas que podrían agilizar las viviendas de su gente, a partir de la producción local de materiales de la construcción. “Si aquí fallan los áridos debe ser porque Chambas (municipio con yacimientos) está al norte y nosotros al sur”, ironiza la Jefa de Brigada, a sabiendas de que cuando se violan los ciclos de distribución de materia prima, se incumplen los planes.

“Aquí lo único que sobra son las plaquetas, esos cuadrantes para techos que nadie usa porque dependen del flameado, el gas licuado y el manto. Se encarece y nadie lo compra. Tanto así, que hace unos tres años que tenemos un bulto en el patio, estancadas —se lamenta Yolanda—. “Me dijeron que en Bolivia las usan cantidad. Si van, pregunten por allá, a ver” —solicita.

En Bolivia el silencio es más alto

Muchos dicen que los bolivianos no tienen las “purgas” de la gente de Punta Alegre ni de Júcaro; que la timidez en ellos es tan común como las casonas del siglo pasado; las que sobrevivieron a Irma y no engrosaron la lista de las 681 derrumbadas totalmente, las 402 casi caídas (derrumbe parcial) o las 363 que perdieron todo el techo.

Se equivocan un poco porque, de hecho, Irel Pérez Núñez, uno de los cuatros productores de materiales que allí “echan palante” la recuperación, no se ha cansado de buscar alternativas y de empujar, para hacer algo más que el pírrico plan de 25 losas semagrales.

Un subsidio de 25 metros cuadrados se lleva 17 y, por esa cuenta, no podrían techarse ni dos casas al mes; y aunque, a veces, él puede hacer 48, no siempre tiene la materia prima y los moldes. “Hasta tengo que decirle a los subsidiados que traigan varios litros de aceite quemao pa que la mezcla no se me pegue al molde, porque eso tampoco lo dan”, cuenta Irel.

Lo de las plaquetas, refiere, sí es más sencillo. “Aquí las hacemos y, después de pegarlas, le echamos encima una especie de plaquita fina, una capa de cemento… y queda que parece placa. No hay que flamear ni poner manto… mira por el camino la cantidad de casas que las tienen. ¡Y ni se filtran!", concluye.

—¿De verdad que no las quieren en Venezuela? —interroga incrédulo el subdirector de Inversiones de la Dirección Municipal de la Vivienda, Fernando Pruneda Rodríguez, al enterarse por Invasor de que allá están “ociosas”—. Pues vamos a buscarlas, asegura.

—¿Aceptarían, también, unas persianas de cemento que están sustituyendo la ausencia de…? —y me interrumpe sin que acabe la pregunta.

— No, esas salen muy malas, se parten… —y sostiene su opinión, a contrapelo del criterio del Subdirector General de la Vivienda del Ministerio de la Construcción, Reynol Miguel Díaz, quien reafirmara que son una solución eficaz y de calidad.

En Bolivia tienen argumentos para lo contrario. Pero no lucen igual de convincentes cuando Manuel Lorenzo Álvarez, vicepresidente de la Defensa en el Consejo de la Administración Municipal, plantea que el 100 por ciento de las viviendas que perdieron todo su techo ya lo recibieron y nombra una lista de comunidades donde las donaciones trajeron la seguridad. Habla de Liborio, Sofía, Manga Larga, La Loma, Muñiz…, e Invasor llega hasta Enriqueta y encuentra a Raisa Días Medea, una mujer que asegura, y muestra, que no tiene techo porque lo perdió todo.

¿Dónde el error? Si bien Invasor no pudo desentrañarlo, sí supo que, por errores durante el levantamiento de las afectaciones, en Bolivia, 117 casas afectadas quedaron fuera de las cifras oficiales. La de Raisa pudiera ser una de ellas. No sabemos.

Ante la duda, Aramís Hernández Rodríguez, vicepresidente del Consejo de la Administración Provincial reafirma que nadie quedará sin solución. Reitera de algún modo aquel mensaje de Raúl, que emitiera a 24 horas de que Irma arrasara.

Sin embargo, un año después ha sido complejísimo solventar necesidades acumuladas “porque los recursos no alcanzan para todos y hoy entran a las tiendas contra un ordenamiento previsto. La idea es que los subsidiados, por su crítica situación, sean los priorizados”, aclara Aramís.

En medio de un contexto que apenas ha construido el 11 por ciento de los derrumbes totales, la recuperación puede juzgarse de múltiples maneras; a la de Yeney Bello, en el callejón de Las Palmas o la de Raisa Días, en Enriqueta.

Depende, incluso, de si opinan quienes han levantado su casa o quienes no han levantado ni un dedo. Del 63, 6 por ciento que ya selló su desespero, o del 36, 4 que sabe que después de la tormenta nunca viene la calma, y, en el peor de los casos, espera confiado un techo; y en el mejor, lo pone.

(Tomado de Invasor)

Se han publicado 9 comentarios



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  • gabriel rojas gonzalez dijo:

    ojo con las ¨facilidades temporales¨..hay gente que lleva ahi toda luego de estos desastres naturales.

    • gabriel rojas gonzalez dijo:

      toda una vida

  • DCAlessyAr dijo:

    Avileños no se preocupen que desde el 2001 en Pinar del Rio, cuando pasó el Lilly y el Isidore hay muchas casas en el piso todavía y personas viviendo en albergues!!Este es un proyecto a largo plazo!

  • VENENO dijo:

    lo mas importante es el valor que tuvieron los directivos de este sitio de prensa para publicar este artículo los felicito pero sorprendeme mas porque mira que hay cosas por resolver.

  • Crash dijo:

    todo eso esta muy bonito, pero "si no hubiera sido por el ciclón(meteorologico) ella nunca hubiera tenido una casa así"

  • ALEXIS dijo:

    Estimados, cominezo citando: "...Más de una vez, las autoridades del territorio han insistido en la falta de mano de obra y de recursos, y hasta el General de Cuerpo de Ejército, Joaquín Quintas Solá, lo ha dejado claro." El país se vio inmerso en una situación de Emergencia, sin embargo no se dejaron de construir hoteles en la cayería donde los recursos y la mano de obra no falta...Entonces por qué no tomar parte de esos recursos, equipos, mano de obra, dinero o lo que haga falta y terminar todas las viviendas, terminada la faena podrá continuar construyendose hoteles..PERO NO, mientras estén las dos economías separadas (una mayor que la otra) esto va a seguir conforme lo narrado y sin solución. Por otro lado la burocracia que nos caracteriza por la inopia y desidia de nuestros funcionarios que con sus trabas producen malestar y disgusto a nuestra población.

    • Roberto Carlos dijo:

      Quizás te flate información, no son dos economías, es una sola y es por eso que hay que seguir construyendo hoteles, para con sus ingresos intentar llegar a cada uno de ls damnificados. Es verdad que hay situaciones que dependen del hombre, pero también es verdad que hay muchas que dependen de los recursos, que no están y hay que seguir haciendo hoteles para buscar el financiamiento.

      • ALEXIS dijo:

        Sueño de una noche de verano...Actualízate

  • Daniel dijo:

    Importante recordar las donaciones de la iglesia católica cubana a todos los damnificados que han sido suministradas por los feligreses cubanos y extranjeros.

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Katia Siberia

Periodista del diario Invasor de Ciego de Ávila.

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