Piratas del Caribe: ¿Un naufragio 15 años después?
En junio de 2003 Piratas del Caribe pasó de una atracción de Disneylandia a una de las películas más taquilleras del año. A partir de ese éxito inició un camino marcado por otras cuatro entregas y algunas escenas y gestos para no olvidar. Sin embargo, mientras los cines reponen por estos días los filmes y celebran los 15 años de una las sagas más populares de los últimos tiempos, muchos se preguntan si el barco comandado por Jack Sparrow navega a toda vela o marcha contra el arrecife hacia el naufragio.
A diferencia de otras sagas exitosas como Harry Potter o El Señor de los Anillos, Piratas del Caribe no se inspira en un grupo de novelas y tiene que construir a tientas su universo. De tal manera, se combinan aquí las clásicas historias del mar y los piratas con referencias a culturas precolombinas, grecolatinas o cristianas para articular un argumento que asombra más por sus planteamientos que por los desenlaces. No obstante, luego de la salida de Gore Verbinski del puesto de director, nadie encontró el espíritu para mantener al menos el impulso inicial y el devaneo solo fue a mayor.
Aun con sus defectos y vacíos, la fina cohesión entre las tres primeras entregas de la saga tiene la virtud de atrapar audiencias e ir más allá del puro entretenimiento que siempre mueve a Piratas de Caribe. Una banda sonora y una melodía principal capaz de trascender el cine, sobresalientes efectos visuales, el maquillaje y los escenarios naturales aportan méritos a esa trilogía y se mantienen estables durante el resto de las películas. Sin embargo, las actuaciones y sobre todo un guion endeble y cada vez más reiterativo siembran dudas y diluyen la admiración de los inicios.
Si en 2003 Johnny Deep ganó varios premios importantes y estuvo nominado al Oscar, los BAFTA y los Globos de Oro por su interpretación del capitán Jack Sparrow, en su interpretación del 2017 apenas le queda poco nuevo por mostrar y tal parece un fantasma guiado por las glorias de antaño. El carisma que le supo poner a su controvertido pirata, la peculiar manera de andar, las frases cargadas de sarcasmo y sus divertidas maneras de librarse de las más inverosímiles situaciones, lo convirtieron en el sostén de cada una de las películas. Pero cuando Deep es solo una sombra de ese talento, todo a su alrededor se resiente.
Así, sobre todo en los dos últimos filmes, pesan más las inconstancias de un guion en ocasiones frágil, forzoso e interesado en crear situaciones que garanticen la atención de la audiencia por encima de todo. Apenas un ejemplo: en una de las escenas de la entrega más reciente, Sparrow huye en un pequeño bote de un grupo de piratas fantasmas capaces de andar sobre el mar o por el fondo del océano, y poseedores además de un terrible navío que destruye a quien se le enfrenta. No obstante, cuando encuentran a Jack no emplean todo su poder, sino que envían contra él a dos tiburones zombis, quizás el elemento más forzado de los tantos que tiene la historia.
Al final todo termina en escenas de cámara lenta y encendida acción en medio del mar, pero con cada movimiento se diluye también otro poco de la seriedad y la coherencia necesaria para sostener una producción si se pretende cargar de tantos y tan variados elementos de fantasía.
Esa profusión de apariciones injustificadas, giros poco sólidos en la historia y situaciones reiterativas convierten los últimos filmes en obras demasiado preconcebidas y carentes de brillo. Aun cuando es utópico aspirar a una obra de arte cinematográfico que ninguna de las películas pretende ser, tal exceso de envolturas solo contribuye a restarle más méritos de los necesarios.
No obstante, luego de cinco partes y 15 años en los cines, Piratas del Caribe aun mantiene cientos de seguidores en todo el planeta, porque entretiene y sabe conservar la estética y la riqueza visual. Sin embargo, allí está también su gran problema: en ese afán de diversión y movimiento constante, ha degenerado en una apuesta por una sucesión de escenas con un exceso de ligereza y muy poca fibra debajo de tantos efectos especiales.
¿Cuánto falta en las últimas entregas de aquel Davy Jones mitad hombre y mitad pulpo capaz de quitarse una lágrima con sus tentáculos? ¿O del Sparrow entregado a un monstruo del mar para saldar su deuda? Solo la interpretación de Geoffrey Rush como el Capitán Barbossa mantiene la estabilidad interpretativa y recuerda esas historias interiores tan necesarias para evitar el facilismo y los extremos. En el último Piratas del Caribe todo lo demás parece hojarasca, encartonamiento y piruetas de circo para esperar el final del metraje.
Ni los cameos de estrellas de la música como Kate Richards o Paul McCartney, el polvo que levanta Johnny Deep con su comportamiento durante las grabaciones o la publicidad creada alrededor de la magnitud de cada set de filmación logran frenar la caída de la saga. Mientras un sector importante del público la agasaja todavía, la crítica y otra parte creciente de la audiencia pide a gritos un respiro para una historia que enamoró a casi todos al rescatar con éxito las leyendas de piratas y sus aventuras en el mar, pero que las convirtió después en el justificante para garantizar cada triunfo en taquilla.
Por lo pronto, ni productores ni los principales actores van más allá de tímidas referencias respecto a la posibilidad de una sexta entrega. No obstante, la escena final de la quinta parte dejó las puertas abiertas para un nuevo capítulo, con el regreso de Davy Jones en apariencia muy cerca. Luego de 15 años de placer para unos y desasosiego para otros, lo cierto es que Piratas del Caribe no termina de navegar, sobre todo porque aun existen tesoros por unir y oro por recaudar. Solo resta esperar un giro de timón y un rumbo que lleve a Sparrow y los suyos a menos naufragios de los que merecen.
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Siempre será mi saga favorita, amo la actuación de Jonny Deep es lo mejor de las peliculas