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Un pedacito de infancia

Pillerías. Foto; Omar Ríos G. Bauta / Cubadebate

Rufino el gato (ojos verdes) y Evelio jirafita (sobra la explicación del mote) fueron mis grandes amigos de la primera infancia; del inicio en la vida escolar, los dos eran mulatos, a tono con la mayoritaria población de mi barriada natal. No nos separaba el color de la piel y nos unía una humildad profunda que venía de nuestras raíces campesinas y obreras.

Teníamos muchas carencias materiales, pero ninguna de ellas ponía en riesgo nuestra salud, nuestra educación ni nuestros sueños. No siempre fue así, nuestros padres arrastraban el pesado recuerdo del capitalismo más crudo, casi mortal, que se apoderó por muchos años de esos mismos trillos por donde luego correrían sus hijos (nosotros) vestidos de uniforme. Nunca se cansaron de repetirnos cada detalle de sus relatos sombríos salpicados por rufianes de la Guardia Rural y por el aberrante trabajo infantil desde edades tempranas, para ganar los centavos que sostenían una alimentación precaria y que raramente alcanzaban para acceder a la escuela.

Solo habían transcurrido, cuando aquello, menos de dos décadas de triunfo revolucionario y ya era inconcebible la imagen de alguno de nosotros sin zapatos o sin aulas, nada sabíamos de la poliomielitis, a no ser que era la causa por la cual Parmenio Doble Filo, el amolador de tijeras, casi no podía caminar debido a las secuelas terribles de un mal, que fue borrado después de 1959 y del que nos protegían puntualmente con unos caramelos(vacunas) fabulosos y gratuitos.

No sentíamos miedo de la Policía ni del uniforme verde del Ejército, no tuvimos amiguitos (as) ausentes a causa de padres desaparecidos u obligaciones laborales. La maravilla mayor es que no éramos niños del primer mundo, de alguna nación rica o desarrollada, éramos los hijos pequeños de una isla pobre de recursos, pero inmensa en amor, asediada por la maldad de los más poderosos de la tierra y enfrascada en sostener sobre su frente (parados sobre el yugo) aquella estrella; que, al decir martiano, ilumina y mata.

Todos crecimos y tuvimos rumbos diversos, es verdad que Evelio no pudo ser cosmonauta (se le había ido un poquito la mano en eso de soñar) pero de todas formas por el largo de su cuello fue de todos el que más cerca estuvo del sol. Los demás ya somos adultos y con familias, seguimos en Cuba y a veces nos hierve un poco la sangre cuando algunos pretenden que reneguemos de ella o que, en lugar de la memoria ancestral de los abuelos del barrio, pongamos el montaje ilusorio de un pasado al que ahora pintan de rosado donde antes era gris.

Hace poco me encontré con Rufino, él y sus hijos son músicos y le dan la vuelta al mundo, pero regresan siempre, hablando sobre el tema El Gato me confesó: SABES UNA COSA, COMO ENTENDEMOS DE MÚSICA Y DE MELODIAS, NOS ES MÁS FÁCIL IDENTIFICAR LOS CANTOS DE SIRENA.

(Tomado de La Bicicleta)