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Serie Nacional Sub-23: Alertas y reflexiones

Ya se está jugando el último tercio de la etapa clasificatoria de la serie nacional para menores de 23 años, y muchos aficionados andan alarmados en los parques y peñas deportivas ante algunas estadísticas que, en números rojos, resaltan ante sus ojos, y amenazan con arañar el futuro de nuestro querido deporte nacional.

Es alarmante ver a esta camada de muchachos jóvenes, que muy pronto serán regulares en cada uno de sus equipos provinciales e integrarán selecciones nacionales, con tantos problemas técnico-tácticos y de concentración dentro de un terreno de beisbol. Los errores al campo, la ausencia de grandes conexiones, y el descontrol de los lanzadores, saltan a la vista cuando dedicamos tres horas de nuestro día para ver cualquier partido dentro de esta competencia.

Un average colectivo a la defensa de 962(670 errores en 17 814 lances), 1964 bases por bolas otorgadas (8.72 por juego) y 445 pelotazos propinados (1.97 por juego) en los primeros 225 encuentros, y solo 158 cuadrangulares entre todos los conjuntos en 14 210 turnos oficiales al plato (1 cada 89.93 veces al bate); hablan por sí solos de la marea critica que amenaza las costas de nuestra serie nacional de mayores, y de los nubarrones grises que pueden formarse en el firmamento a corto y mediano plazo sobre nuestras cabezas.

Equipos como Guantánamo, donde sus lanzadores regalan 6.51 boletos por partido, fildean para 943 de average, y conectan un cuadrangular cada 291.66 veces al bate, piden a gritos una revisión de los métodos de trabajo de nuestros técnicos y especialistas, y un estudio a fondo de lo que está pasando con nuestro amado deporte, el mismo que tantas glorias y prestigio nos ha dado por años en las arenas internacionales.

El tema se calienta cuando profesores y licenciados empiezan a señalarse mutuamente con un dedo, y las culpas se refugian dentro del saco de los problemas económicos, el bloqueo de los vecinos del norte, el trabajo en la base, o la falta de recursos. Pero los problemas de nuestro béisbol van más allá de eso; la esencia de todo está en el amor y la técnica, en la combinación perfecta entre la pasión por lo que se hace y los conocimientos de los basamentos que rigen a este deporte en los tiempos modernos, en los métodos de entrenamientos y en los deseos reales de levantar del polvo la bandera de nuestro orgullo nacional.

¿Hasta cuándo vamos a seguir rigiéndonos por libros amarillentos, sentados con los brazos cruzados esperando que se abra el cielo como una piñata gigante y nos caigan pelotas y soluciones, guantes y remedios, bates y milagros?

En Cuba debajo de cada piedra hay un jugador de beisbol en potencia, la materia prima está ahí, está viva esperando por especialistas reales (los hay) que los pulan y lo exhiban en el diamante. Nada tiene que ver el descontrol de los lanzadores ni el pensamiento técnico-táctico con la falta de recursos, prueba de eso tenemos en algunas provincias donde se hace un trabajo muy serio, y en ciertos directores que no son magos y saben sacar jugadores de calidad de cualquier sombrero.

El beisbol es parte intangible de nuestra cultura, es un símbolo nacional como nuestro himno y como nuestra bandera, no podemos dejar que decaiga ni un ápice por malos trabajos y pensamientos obsoletos. Cambiemos todo lo que tiene que ser cambiado. Nos vemos en el estadio.