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¡Ah! La Telenovela

La esclava Isaura. Foto: Archivo.

La Esclava Isaura, fue la primera Telenovela Brasileña que causó furor allá en mi barrio natal, recuerdo aquel verano en la década de los años ochenta del pasado siglo, cuando se estrenó en Cuba. La gente se enganchó con aquello y capítulo tras capítulo fue subiendo la teleaudiencia y aumentando la influencia de su trama y sus personajes en la vida cotidiana de todo el pueblo. Fue el primer gran golpe al monopolio que tenían los hombres cubanos sobre los televisores nocturnos, para ver La Pelota.

Toda una generación recibió aquel influjo en momentos en que la TV era la reina indiscutible del mundo audiovisual, sin competencias de las PC, los teléfonos celulares o los Tablet. La novela en cuestión dejó sus marcas. Como consecuencia de su impacto la peor gripe de ese año fue bautizada como "Leoncio" (el más ladino de aquellos personajes protagónicos) y numerosas niñas que nacieron entonces hoy llevan el nombre de "Isaura"; se registraron además hasta diez perritas con igual denominación, seis vacas lecheras y una puerquita blanca y dócil que tenía la hija de Marcelino.

Después y hasta el día de hoy, año tras año han seguido llegando puntualmente las telenovelas del gigante sudamericano, que se han imbricado en la idiosincrasia de los cubanos; capaces de asimilar, con nuestro humor picaresco, no solo los nombres de héroes, heroínas o villanos, sino de lugares o situaciones aparecidas en la pequeña pantalla y que pasan al acervo popular identificando nuestras cosas y casos.

Así nació la denominación de "Paladares" para numerosos restaurantes o cafeterías surgidos al calor del trabajo por cuenta propia, derivado de una cadena de vendutas de similar nombre fundada por un personaje femenino  y antes incluso, recuerdo que tuvimos un timbiriche por allá por mi zona natal, que menguada su oferta por los rigores del periodo especial, se bautizó popularmente como la TCA, nombre que provenía de una empresa en uno de estos culebrones televisivos y que se asoció a dicho centro gastronómico porque el nuestro  solo ofertaba Té, Cigarros y Agua.

En los más complicados días del periodo especial, cuando la cocción de alimentos era todo un reto, tanto por los féferes como por los combustibles para elaborarlos, fabricamos un fogón al que se puso el nombre de "Nonó", debido a que ese era un personaje de la novela de turno, notorio por su desmedido sentido del ahorro, que lo convirtió en símbolo de tacañería entre los cubanos.

De otro melodrama, esta vez mexicano, titulado "Gotita de gente" que se puso dentro de la programación de verano de aquella misma época, incorporamos la definición de "Merolico" para identificar a los vendedores callejeros y todo porque así denominaban a quien asumía unos de los roles principales de esa obra.

Algunas de estas producciones audiovisuales han mostrado una facturación de buenos quilates y nos han dejado, además de lo dicho, actuaciones memorables de artistas de gran prestigio, otras lamentablemente son folletines de pésimo gusto, muchas veces con tintes racistas y una edulcoración desmedida y torpe de la actualidad social latinoamericana que buscan tender una cortina de humo sobre la vida real y hacer que la gente mire hacia otro lado, lo cual me recuerda un fragmento de una canción interpretada por Rubén Blades:

“Anoche escuché varias explosiones, tiros de escopeta y de revólveres.

Carros acelerados, frenos, gritos, eco de botas en la calle.

Toques de puerta, quejas, por dioses, platos rotos

Estaban dando la telenovela, por eso nadie miró pa’ fuera”

(Tomado de La Bicicleta)