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Heidy Rodríguez: El voleibol como un arte

Heidy Rodríguez es puro ímpetu sobre la cancha.

Heidy Rodríguez es puro ímpetu sobre la cancha.

Con apenas 24 años de edad, Heidy Margarita Rodríguez López ha visto llegar y partir a un buen número de muchachas del equipo nacional de voleibol femenino. Callada sobre la cancha, de una seriedad imperturbable tras cada ataque efectivo o luego de un potente saque, esta mujer de 187 cm de altura sabe de luchas y sacrificios para formarse un camino en uno de los deportes más seguidos en Cuba.

Luego de la apertura propiciada por la dirección del país para que atletas cubanos firmaran contratos con clubes extranjeros sin perder el vínculo con sus equipos en la Isla, ella fue una de las primeras de su especialidad en marchar a Europa para jugar en el Viejo Continente.

Ahora, cuando el 2017 casi termina, la joven voleibolista repasa su carrera, ve cómo desaparece una lesión que la obligó a permanecer inactiva durante buena parte de la campaña y se prepara para volver a un equipo nacional llamado a revivir viejas y necesarias glorias.

“La historia del voleibol cubano pasa obligatoriamente por Las Morenas del Caribe. Ellas son un espejo y tenerlas como entrenadoras o verlas asistir a cualquier preparación inspira mucho. A veces hacen anécdotas, hablan de sus títulos olímpicos y de cómo Eugenio George les inculcó siempre el deseo de ganar. Ese ejemplo de mujer cubana, junto a la búsqueda constante de la unidad y el trabajo técnico para cometer menos errores en los partidos son algunas claves para rescatar el nivel del voleibol femenino en Cuba”, dice con la seguridad de le dan su casi 15 años sobre las canchas.

Como sucede muchas veces, incluso con varias de las mujeres de aquella generación dorada, para Heidy Rodríguez el inicio en los deportes estuvo marcado más por un deseo de practicar alguno que por una auténtica vocación hacia el voleibol. Según cuenta, desde pequeña sintió inclinación por la actividad física, pero su primera experiencia no resultó como esperaba.

“Mis padres me llevaron a una de las instalaciones existentes en Santa Clara para comenzar a jugar baloncesto. Sin embargo, lo vi muy agresivo, de mucho contacto, y nunca lo practiqué realmente. Como tenía buen tamaño, unos amigos les sugirieron que viera a Guillermina Abreu, la entrenadora de voleibol en el Complejo Deportivo Eduardo García. Allá llegamos y por suerte quedó encantada conmigo”, comenta.

Como atacadora opuesta, Heidy Rodríguez puede explotar mejor todo su potencial

Como atacadora opuesta, Heidy Rodríguez puede explotar mejor todo su potencial

Con cierta dosis de nostalgia hacia la mujer que encaminó su futuro, Heidy recuerda las gestiones de aquella profesora para insertarla con solo diez años en la Escuela de Iniciación Deportiva Escolar (EIDE) de la provincia. “Aunque todavía era demasiado joven y no entraba en ninguna de las categorías, Guillermina hizo todo lo posible por llevarme a entrenar junto a sus muchachas. El voleibol sí me gustaba, porque aunque también eres agresiva con tus contrarias, tienes la net como límite y evitas el contacto físico a cada momento. A ella le debo el inicio de mi carrera”, agrega.

Para la joven voleibolista, su inicio en ese deporte coincidió con la medalla de bronce conquistada en los Juegos Olímpicos de Atenas 2004 por la última gran generación de Las Morenas del Caribe, el fenomenal equipo cubano que dominó entre 1991 y el 2000 todos los Juegos Olímpicos, Campeonatos Mundial y Copas del Mundo convocados por la Federación Internacional de Voleibol (FIVB). Esa cuarta presea consecutiva bajo los cinco aros y la historia de aquel grupo de mujeres eran un lógico referente para todas las atletas cubanas, incluida la muchacha de Villa Clara.

“Veía jugar a la selección nacional y realmente quería ser como ellas. La EIDE resultó mi manera de comenzar a cumplir ese objetivo y sabía que alcanzarlo implicaba sacrificio. En cuanto a edad, era la más pequeña del grupo y todas me cuidaban, pero eso no impedía que participara en competencias en otras provincias y recibiera idénticos regaños a los de mis compañeras cuando algo salía mal. En aquellos años existían equipos muy fuertes en esas categorías y eso obligaba a exigirte al máximo, una premisa que todavía mantengo”.

Aunque comenzó en el voleibol como atacadora auxiliar, su tamaño y la velocidad para el bloqueo la llevaron rápidamente a la posición de central, una función cumplida durante varias temporadas y que con apenas 13 años le abrió las puertas de la preselección nacional. Según recuerda, luego del campeonato nacional juvenil de 2007 le informaron que de su ascenso hasta la cantera del equipo cubano de cadetes, el tercer grupo de voleibolistas en la Isla, solo por detrás de las juveniles y mayores.

“Aquello fue un choque enorme, porque venía de un lugar donde era buena y tenía un cierto nivel por encima de mis compañeras, pero en la selección nacional la calidad era pareja e incluso habían muchachas con mejores condiciones que yo. El sistema de entrenamiento también resultó duro, porque era una etapa de mucho énfasis en los aspectos físicos y técnicos”, rememora.

Además, vivir a cientos de kilómetros del hogar, junto a personas prácticamente desconocidas e inmersa en un exigente rigor deportivo no parece una tarea fácil para una muchacha de 13 años, mucho menos para alguien que se confiesa amante de la casa y de pasar tiempo con la familia. Sin embargo, luego de una década de entrenamientos al máximo nivel, Heidy reconoce en la voluntad y el empeño la clave para sobrellevar las tensiones. De esos años, recuerda además a Ana Ibis Díaz, ex voleibolista y entrenadora “que sonreía siempre y te hacía olvidar la distancia y la soledad”.

El equipo nacional y las cuatro letras sobre el pecho

Para Heidy Rodríguez, la unidad dentro del equipo es vital para cosechar los éxitos esperados.

Para Heidy Rodríguez, la unidad dentro del equipo es vital para cosechar los éxitos esperados.

Tras varias temporadas en la Escuela Nacional de Voleibol, Heidy Rodríguez integró en 2010 la selección cubana para menores de 20 años. En el estado mexicano de Baja California, el equipo cubano conquistó uno de los cupos al torneo del orbe del año siguiente y la joven voleibolista tuvo la oportunidad de lucir por primera vez el nombre de Cuba en una competencia oficial.

“Aunque no éramos el equipo de mayores, con más tradición y encanto, siempre que llegábamos a algún sitio las personas nos identificaban y reconocían la historia del voleibol femenino cubano. Es una sensación muy bonita saberte parte de ese legado y encontrar aficionados que admiran nuestro deporte. Salir a la cancha con ese nombre en el pecho emocionaba”.

Ubicadas en un grupo compartido con Italia, Brasil y Serbia, las juveniles cubanas apenas pudieron ganar un set en la primera ronda del mundial de Perú y quedaron relegadas a la discusión de los lugares del 9º al 16º. Sin embargo, según dice Heidy Rodríguez, más allá del definitivo puesto 12º resultó vital compartir por vez primera con equipos como Japón, Rusia o las propias brasileñas, “grandes potencias del deporte y capaces de aportar mucho a nuestro desarrollo como voleibolistas”.

Luego vendría un camino marcado por algunas Copas Panamericanas en las categorías juveniles, torneos de la Confederación de Norte, Centroamérica y el Caribe (NORCECA), así como habituales inclusiones en la preselección nacional de mayores. No obstante, con solo 20 años la muchacha de Villa Clara vivió en el Gran Prix de 2013 su primera experiencia internacional al máximo nivel como parte del principal equipo de la Isla.

“Aunque hice equipo y eso significó un impulso para mi carrera, en ese año y en el 2014 tuve la función de jugadora de cambio en los Grand Prix. Sin embargo, la sola experiencia de chocar contra equipos parejos y muchas veces más fuertes que el nuestro siempre aporta. No salía a la cancha como regular, pero ver cómo juegan las contrarias, formar parte de todo ese proceso, me sirvió para tener en el 2015 mi consagración”, comenta.

Según cuenta, a mediados de esa temporada el entonces director técnico de la selección nacional le propuso un cambio hacia la posición de atacadora opuesta, quizás la función de más responsabilidad dentro de cualquier equipo. Aunque la decisión la sorprendió un poco, hoy reconoce que fue gracias al trabajo constante y al empeño de aportar siempre la mayor cantidad de puntos en cada partido.

“El profesor Roberto García trazó esa plan para aprovechar mi físico y la posibilidad de jugar en varias posiciones. Cuando el equipo salió de gira antes de los Juegos Panamericanos de Toronto, decidió dejarme en La Habana para pulir mi preparación como opuesta, porque ya la dirección técnica planificaba sumarme al grupo para los eventos finales de ese año”, recuerda.

Y la estrategia funcionó. Heidy Rodríguez debutó en su nueva posición apenas tres meses después de aquel cambio y obtuvo en el estado mexicano de Morelia la distinción de mejor atacadora opuesta del torneo NORCECA. En un evento donde la selección nacional terminó en un discretísimo quinto lugar, la joven voleibolista resultó la única antillana integrante del todos estrellas y demostró sus avances en la nueva posición.

“Como opuesta tienes la obligación de aportar la mayor cantidad de puntos en el ataque y echarte el equipo a cuestas si hace falta. Sin embargo, la clave para el éxito radica en contribuir también en el bloqueo, mostrar agresividad en el saque y ayudar incluso en la defensa de campo. Además, una buena técnica, visión de juego, empuje y desplazamientos resultan esenciales para esa función”, analiza.

Con esas premisas llegó a Japón para disputar la Copa del Mundo, un evento que reúne cada cuatro años a los mejores equipos de cada zona y pone a prueba su rigor y estabilidad competitiva. En el país asiático, la antillana terminó entre las mejores anotadoras por Cuba y tuvo puestos de privilegio en el bloqueo y el servicio. Sus 5 aces contra Perú y similar cantidad de bloqueos versus Corea del Sur la convirtieron además en merecedora de los premios a las voleibolistas más destacadas de cada jornada.

“En la Copa del Mundo son un total de once partidos, con pocos días de descanso y siempre contra equipos complejos. Eso fue otro aprendizaje, porque ves el nivel de todas las selecciones y el roce constante durante varios días desarrolla mucho. En Japón el voleibol es pasión y cuando entras a la cancha con el nombre de Cuba ese furor se agiganta. Todavía allá recuerdan los choques de las Morenas del Caribe con los conjuntos locales y el público enloquecía ante cada ataque o bloqueo”, comenta.

Con el reconocimiento de su inclusión entre las mejores voleibolistas cubanas del 2015 y la seguridad de obtener un puesto como regular en la selección de la Isla, Heidy recibió un 2016 para consolidar resultados. En el Grand Prix de ese año terminó como la atacadora más efectiva de su equipo y en la Copa Panamericana resultó la tercera mejor anotadora de la lid y la única cubana incluida en el top 10 del torneo.

Aunque en esa temporada la Mayor de Las Antillas quedó fuera de los Juegos Olímpicos, terminó en un humilde puesto 25º en el Gran Prix y cedió espacio también en el área, la muchacha de Villa Clara se consolidó como uno de los pilares de la selección nacional de voleibol femenino e iría hasta otro continente para continuar su formación.

La ruta hacia Europa, una lesión y el reinicio del camino

Con el VK Agel Prostejov, Heidy Rodríguez conquistó oro y plata en los principales torneos de la temporada

Con el VK Agel Prostejov, Heidy Rodríguez conquistó oro y plata en los principales torneos de la temporada

Cuando el 4 de octubre de ese 2016 Heidy Rodríguez firmó un contrato con el equipo checo VK Agel Prostejov para jugar durante siete meses en aquel país, todavía le quedaba una cierta dosis de asombro. Según confiesa, el director técnico cubano le había informado de la posibilidad de ir al Viejo Continente, justo hacia la selección donde el año antes debutaron sus compañeras Sulian Matienzo y Melissa Vargas.

“Pensé que debía hacerlo bien y me puse la meta de cumplir al máximo todos los entrenamientos y las expectativas del club, porque posibilidades como esa no ocurren a diario. El nivel es muy alto, no solo en lo deportivo, sino también en la responsabilidad con el equipo. El frío, el idioma, el tratamiento hacia los atletas bien puede convertirse en una barrera. Si llegas tarde, dejas de entrenar o no asistes a las actividades extradeportivas, por ejemplo, te sancionan con multas económicas”, comenta.

En un sistema de competencias donde cada conjunto juega la Copa Checa, la Extraliga Checa y la Liga de Campeones de Europa y muchas de esas voleibolistas integran luego sus respectivas selecciones nacionales, la inclusión de atletas cubanas en esos torneos reporta un indiscutible beneficio. “Al final estás chocando todo el año con las mismas jugadoras que luego ves en los Grand Prix o Campeonatos Mundiales y muchas veces consideras indescifrables”, analiza en una especie de breve resumen.

No obstante, para varios aficionados estas experiencias atentan contra la calidad de la preparación cubana para sus principales torneos del año. A su vez, hablan del peligro de la desmotivación de algunos atletas y del bajo rendimiento luego de toda una temporada de juegos con sus respectivos clubes. Para Heidy Rodríguez, en cambio, todo pasa por el respeto de cada deportista hacia su profesión.

“La preparación y el cuidado que uno ponga con su entrenamiento resultan vitales para rendir al máximo por tu país. Indiscutiblemente requiere un nivel de compromiso y una ética, porque debes entender que más allá del club también formas parte de una selección nacional necesitada de tu aporte y de tu crecimiento como voleibolista. Si las grandes potencias tienen a sus atletas insertadas en estos clubes y luego ganan los principales torneos internacionales, por qué Cuba va a ser la excepción”, dice con una madurez que asombra a sus 24 años de edad.

Sin embargo, como si la vida quisiera burlarse de sus palabras, una lesión en la rodilla izquierda justo antes del partido final de la temporada la alejó de la cancha y la devolvió a Cuba con una operación pendiente y el resto del año dedicado a su recuperación. Un daño en los cuádriceps interiores, el menisco lateral y una afectación menor en los tendones cruzados le pusieron otro desafío por vencer y la regresaron al inicio de un largo camino.

“Esa lesión jamás la esperé. Salté en tres ocasiones a atacar bolas incómodas y en la última sentí un dolor muy fuerte en la rodilla. Allá se acababa la temporada y en cuanto regresé a Cuba fuimos a ver al antiguo equipo del Dr. Rodrigo Álvarez Cambras. El grupo decidió una artroscopia y luego continuar el tratamiento con células madres. Aunque sentí la mejoría casi de inmediato, no podía saltar durante varios meses”, recuerda.

Inmersa en su recuperación, la joven integrante de la selección nacional vivió los seis meses finales del 2017 entre boleos, ejercicios de fuerza en el gimnasio y fortalecimiento en la arena, pero sin emular los más de tres metros de altura que alcanza cuando se impulsa para atacar o bloquear. Sin embargo, ahora casi termina la última fase de su tratamiento y tiene la mirada puesta en los compromisos internacionales de un 2018 cargado de eventos de nivel.

“El primer gran objetivo del año es discutir el título en los Juegos Centroamericanos y del Caribe de Barranquilla, pero también aspiramos a tener un buen papel en los otros eventos internacionales y mejorar el desempeño en el Campeonato Mundial de Japón, una cita donde pasar a la segunda fase ya representa un avance para nosotras”, asegura.

En el país asiático, Cuba compartirá la primera ronda con los equipos de China, Italia, Turquía, Bulgaria y Canadá, y deberá ubicarse entre los cuatro primeros de ese grupo para avanzar a la segunda fase, una meta que Heidy Rodríguez considera “posible y necesaria”. Para ello, según dice, resulta vital “combinar una potencia en el ataque, la constancia en el bloqueo y la agresividad en el saque con la mejora constante en la defensa y el recibo. Además, mostrar más empuje en los partidos, estar más unidas y lograr un mayor sentido de equipo”.

Cuando habla, cada vez que gesticula y mueve los brazos que tantos balones han rematado, apenas puede ocultar la pasión por un deporte que forma parte de la memoria colectiva de una nación. Ella lo sabe y lo disfruta, porque para esta muchacha salir a un terreno de juego, saltar a la net y anotar puntos increíbles, es también una forma de vivir y dejar su huella.