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De héroes anónimos: la Ondina que muchos no conocieron

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Ondina, en acto del 26 en Granma con su mama Carolina, y su hija. Foto: Archivo.

Desde un cajón de recuerdos conocí a la niña de cabellos rizados, retozona y alegre que correteaba con sus hermanos en una finca en la localidad de Torriente, Matanzas, allá a finales de los años 30. Y entre tantas imágenes reveladoras, medallas y condecoraciones escuché anécdotas y recuerdos–que solo contó a su hija- y desde entonces estoy en deuda con Ondina Matheu Orihuela, una de esas mujeres, que a decir de Martí, están hechas de piedra.

Su talante de revolucionaria nació en casa de los padres en la barriada de Lawton, cita de conspiración contra la tiranía batistiana. Fue allí donde conoció a Fidel Castro en franco intercambio con sus hermanos Wilfredo y Horacio, a quienes asoció con acierto cuando supo la noticia del asalto a la segunda fortaleza del Cuartel Moncada.

No los vio nunca más. Habían sido asesinados en el hospital civil Saturnino Lora. Ya ella había escogido el mismo camino y junto a Melba y Haydee se enroló para siempre en los proyectos que desde la cárcel fraguaba Fidel.

Mujer de increíble rectitud, así la describieron siempre sus más cercanos, pero también de alma noble, y de ética y austeridad sin límites. La Historia de Cuba se bordó con sus hilos y agujas. Vivía de la costura y para la causa revolucionaria alternando ambas funciones en la clandestinidad.

No vaciló en fingir como novia de los combatientes Ñico López y Arsenio Rodríguez o cuando el alto mando del Movimiento 26 de Julio le indicó distribuir los ejemplares de La Historia me Absolverá en apoyo a la lucha en el llano. También fue compañera en acciones heroicas y amiga de Gerardo Abreu Fontán.

En la Sierra Maestra combatió en el III Frente Oriental al mando de Juan Almeida, de quien admiró siempre sus cualidades de estratega, líder y sobre todo humanas. Respetaba y admiraba a cada mujer bajo su mando, repetía Ondina al recordar aquella etapa de su vida.

Lamentó no haber podido llegar a la Habana con Fidel tras el triunfo revolucionario. Por órdenes superiores algunos tuvieron que abandonar la Caravana de la Victoria. Llegó un poquito después y su primera encomienda fue trabajar junto a Faustino Pérez en la recuperación de bienes malversados. Y más tarde se integró al Ministerio de Relaciones Exteriores, donde cumplió misiones diplomáticas en España, Bélgica y en la ex Unión Soviética.

Siempre activa, responsable, muy preocupada por su familia, así la llevan en mente sus colegas y amigos. Y cuando de elegancia y buen gusto al vestir se hable, habrá siempre que mencionarla. Su niña nunca creció para ella y el nieto se las ingeniaba para robarle una sonrisa.

El destino hizo coincidir la muerte de Ondina y de Fidel el mismo mes del mismo año 2016. Un mismo ideario, una misma causa. Y al final del viaje está el horizonte, nos lega el cantautor Silvio Rodríguez… así la niña de cabellos rizados se convirtió en la mujer virtuosa y valiente imposible de olvidar, tan sonriente como su amiga María la vio por última vez asomada al balcón de su casa, sin saber que padecía la triste enfermedad que le provocara la muerte.

Este 20 de noviembre la recordamos como deben recordarse a los héroes y heroínas de la patria, no con lágrimas en los ojos sino con el orgullo de haberla tenido en tiempos de gloria.

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Ondina en la Sierra Maestra con sus compañeros de lucha. Foto: Archivo.

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Ondina mientras cumplía misión diplomática en Moscú. Foto: Archivo.