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México: Un país estremecido (II)

terremoto-mexico-1Rosita donó a los afectados por el terremoto. Nadie se lo pidió. Llegó al centro de acopio sin anuncios ni proclamas. Hubo quienes le ofrecieron ayuda de inmediato pero ella se negó. Cierto que la necesita: vive sola y su esposo encamado no puede trabajar. No tiene hijos que se ocupen de ella. Nadie sabe tampoco cuánto caminó para llegar. Dejó todo lo que tiene: ropa desgastada por el uso, cinco pesos, oraciones por los necesitados…

Miles de ciudadanos han firmado desde el siete de septiembre una petición al Senado de la República: que los partidos políticos donen parte del dinero que les ha sido asignado para las elecciones de 2018. Veinticinco mil millones de pesos mexicanos serán destinados a las campañas políticas, el presupuesto más alto en la historia del país. Los diputados se niegan a entregar los fondos: es ilegal, dicen unos; no hay tiempo para reformar la ley, aseguran otros. Cuando Andrés Manuel López Obrador, líder del partido MORENA confirmó que donarían el 25% de los fondos asignados a su organización, lo tildaron de oportunista.

Dos caras de una compleja realidad. La solidaridad de la gente en oposición a la gestión de un gobierno inoperante en situaciones como esta. A los centros de ayuda para damnificados llegan cada día miles de toneladas de alimentos, agua, ropa. Trasladan los donativos en autos propios, lo distribuyen con sus manos. No confían en el gobierno.

Se han establecido redes ciudadanas para gestionar la ayuda popular. En la web se comparten decenas de videos donde se muestra cómo efectivos del ejército detienen la ayuda destinada a los Estados más afectados y la envían a almacenes privados, donde esperan para ser etiquetados con los indicativos del PRI, partido político en el poder, o de algún gobernante estadual.

A diferencia del terremoto de 1985, cuando el gobierno demoró semanas en reaccionar ante la catástrofe que se llevó a miles de vidas, el actual ha salido a la calle desde el primer instante. Aquel sismo, el de hace 32 años, trajo profundas consecuencias políticas y transformó el panorama en México; este es aprovechado sin pérdida de tiempos a sabiendas de que el menor error puede tener consecuencias electorales.

Pero la gente lo sabe y lo dice. En Facebook, Twitter, Youtube o WhatsApp se pasan los mensajes unos a otros. Los medios convierten en espectáculo la tragedia, la mayoría de los políticos buscan los dividendos que les puede ofrecer.

Llegaron a Jojutla, el municipio más afectado de Morelos poco menos de 24 horas después del sismo. Llevaron consigo a todos los medios nacionales y extranjeros que les fue posible. En helicóptero arribaron y así se fueron. Montaron la escena, los abrazos del presidente y sus ministros, los lamentos de la gente, y se marcharon.

Luego fueron manos solidarias las que enviaron agua, comida, ropa, medicamentos y brazos fuertes para mover escombros, levantar el ánimo en medio de tanta destrucción. Alguien grabó entonces cómo el mismo presidente de la República organizaba la escena para grabar el mensaje que minutos después se transmitiría en cadena nacional: ponía de un lado a “voluntarios” de los medios de comunicación, del otro a ministros con cajas llenas de ayuda. Entre risas bromeaba con la poca colaboración de todos en el montaje de la escena.

Cuando las cámaras se encendieron la primera dama lloró. Pidió ayuda, colaboración, donaciones. Envió sus bendiciones a medio país y cumplió su papel. Mientras, en Jojutla, el ejército nacional prohíbe la distribución directa de los donativos, se filtran videos que muestran almacenes repletos mientras la gente solicita la ayuda, se limita el acceso de los voluntarios, se discute en el Congreso Nacional si es legal o no donar el financiamiento de los partidos para la reconstrucción nacional y las grandes corporaciones trasnacionales abren cuentas para que sean los ciudadanos los que donen.

Los nombres de la reconstrucción son muchos. También los rostros. Rosita es una entre millones de ciudadanos conscientes de que solo se logrará lo que con sus manos se forje.