Cubadebate

Narendra Modi, a la izquierda, habla con el presidente chino Xi Jinping la cumbre del BRICS: Foto: Washington Post.

Por si fueran pocos los focos de tensión presentes en los cuatro confines del planeta, tanto de índole política, como militar, surge ahora una nueva causa de inquietud por tensiones fronterizas entre China y la India, que han acantonado tropas en su frontera común.

Esta no es la primera vez que ambas potencias nucleares vecinas se ven envueltas en diferendos que derivan en choques armados de magnitud, la más reciente hace tres décadas, en 1987 y, la primera, en 1962.

En julio pasado circuló un documento en el cual el portavoz oficial de Beijing, expone “los hechos y la posición china concerniente al paso de tropas fronterizas indias por la frontera China-India en el sector de Sikkim en territorio chino”.

Según el texto, más de 270 tropas fronterizas indias entraron en territorio chino el pasado 18 de junio y obstruyeron la construcción de una carretera en el área de Dong Lang, un hecho que califica de “grave desafío a la paz y estabilidad regionales y a la normalidad del orden internacional, que no será tolerado por ningún estado soberano”.

Semanas después, el martes 1 de agosto, el presidente chino, Xi Jinping, afirmó que su país está “preparado para vencer a cualquier posible invasor (…)  Nunca dejaremos que un pueblo, una organización o un partido político separe una parte del territorio chino”, declaración de especial significado porque fue hecha durante la celebración del 90 aniversario de la creación del Ejército Popular de Liberación.

El embrión de conflicto cobra especial significación debido a que ambos países poseen armas nucleares y vectores para dispararlas a largas distancias y porque interrumpe una secuencia de esfuerzos bilaterales para disminuir las fricciones y establecer una cooperación de beneficio mutuo en el marco del Grupo de los 77 más China y el Brics, aquí y ahora la alternativa más tangible a la unipolaridad planetaria tanto en política, como en el comercio.

Pero lo significativo del caso es que en la génesis del conflicto subyace una tara de la dominación colonial británica en la India que, contra la oposición del imperio chino, trazó en 1914 una frontera arbitraria en la llamada Línea McMahon, impugnada tanto por el gobierno chino, como por el tibetano, manzana de la discordia que persiste hasta nuestros días.

Las disensiones renacen ahora, por factores que al comentarista le son desconocidos, aunque no descarta, vistas las formulaciones del presidente chino, una influencia de la plataforma de sectores de poder en Nueva Delhi, a pesar de que durante su visita a China el primer ministro indio Narendra Modi, acordó con el presidente chino Xi Jinping buscar "una resolución justa" para las disputas fronterizas.

La historia de los estallidos bélicos entre los dos gigantes tiene un sabor amargo para la India, en particular el de 1962, cuando en octubre de ese año el Ejército de China Popular se infiltró tras las líneas enemigas, las bombardearon y lanzaron aniquiladoras oleadas de infantería que bloquearon la retirada de las tropas de Nueva Delhi.

Un avance arrollador de los soldados chinos, previa aniquilación de una brigada india, aislaron a las fuerzas enemigas en las localidades de Se La y Dirang y de las acantonadas en la región de Bomdila, entre otras operaciones ofensivas que, para el 20 de noviembre hacían patente la victoria de las fuerzas chinas.

Sin embargo, la dirección de la República Popular China optó por situarse en la línea que reclamaba como suya en vez de invadir la India, como temían las autoridades de ese país.

Pero los tiempos han cambiado desde entonces y lo que en 1962 fue una serie de operaciones tácticas con predominio de la artillería y la infantería, ya que ninguno de los beligerantes empleó la aviación ni la Marina, hoy podría convertirse en una confrontación de mayores proporciones que se sabría cómo comienza, pero no en qué forma terminaría.

Las opciones son claras: las partes están condenadas por las circunstancias a entenderse, so pena de verse envueltas en un apocalipsis que atrasaría lo que con tanto esfuerzo han logrado ambas a lo largo de décadas en sus respectivas economías.

Y lo peor, estarían contribuyendo a una polarización regional en la cual tendrían que invertir recursos que les harían más provecho si fueran a parar a sus objetivos económicos estratégicos.