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Réquiem por Apolinar

Tomás Valido (izquierda) y Apolinar Barrios.

Tomás Valido (izquierda) y Apolinar Barrios.

Para la familia del amigo

Desde el 19 de enero de 1969, el Capitán San Luis se convirtió en el cuartel general vueltabajero. Por la instalación ha desfilado lo que más vale y brilla de la pelota cubana y foránea, con torneos de nivel mundial. Ha albergado encuentros políti­cos y culturales.

Una noche del julio de 1971, cuando Noemí Roig, con su escultural figura se coronó Estrella del Carnaval, comenzó a ser más bello el estadio. Se unieron deporte y arte, a través de la belleza femenina. Ella brilló en piel de lujo, al estilo corintio griego, impregnado de la belleza helénica, con progenie criolla. Por aquella época, el catalán Joan Manuel Serrat cantó a estadio lleno. Con “La Nana de la Cebolla”, hizo llorar a más de una seguidora y estremeció a cuantos lo admiramos. Allí se han realizado otras muchas actividades culturales, políticas y esencialmente deportivas.

Esas y las demás, pasaron por las manos de Apolinar Liborio Barrios Ríos, sencillamente Polo, una figura emblemática de Vueltabajo. Había nacido el 23 de julio de 1922 y falleció a los 95 años, el 14 de agosto de 2017. Siempre anduvo por el estadio como un jovenzuelo. No formó parte de la dirección de Vegueros, Forestales o Pinar del Río, ni se destacó con el bate, el guante o la pelota, aunque tenía las manos llenas para dárselas en buen estado a los ampayas. Su nombre sonaba tanto o más que los demás.

Owen El Gallo Blandino, Servio Borges, Vicente Díaz, el cátcher azul Lázaro Martínez, Bobby Salamanca, Eddy Martin, Héctor Rodríguez, Pacheco, Pity Rivera, Julito Duarte, Ferrer Pimienta... En fin, cuanto jugador, federativo, comentarista o aficionado llegaba a la instalación, su primera mirada no iba a los jugadores, sino al viejo Polo.

Ni qué decir de Juanito Castro, Casanova, Eduardo Laza, Miguel López, (los Linares, padre e hijos)… Lazo lo extrañará y él no podrá brindar por los éxitos del amigo, ni sufrir por las derrotas, ahora en su condición de manager. A todos oyó y aconsejó como pudo. Nine, el sempiterno y corpulento cargabates, otro que pertenece a la farándula beisbolera, lo tenía como consejero. Hasta Tomás Valido trabajó un tiempo con él. Ellos, todos, disfrutaban de su buen carácter.

En la serie 56 (2016-2017), el 19 de enero, en un enfrentamiento Pinar-Industriales, divisamos a dos fundadores del San Luis: Apolinar en su cueva y el exjugador Rodolfo Pepe Chirino en las gradas. Entre innings salieron a la grama del estadio y se les rindió una ovación. Quizás la última de Polo en vida, porque habrá otras muchas en su memoria.

Para sus anécdotas se necesita tiempo. Sin mencionarlo, no se puede dar un paso en nuestro béisbol. Humilde, sencillo, simpatiquísimo, trabajador hasta el cansan­cio, fuerte como un toro. Todos lo quisimos con sus muchas virtudes y pocos defectos.

Goyo Ríos uno de sus notables parientes, fue un hombre orquesta que se destacó como buen lanzador en la pelota popular de los años treinta, padre del guitarrista y cantautor Aldo del Río, ya desaparecido.

Si algo tuviera que escoger de su personalidad, sería la sonrisa, hasta en los momentos de dolor, porque sufrió la pérdida irreparable de seres cercanos. Lo conocí desde hace muchos años, pero comenzamos a compenetrarnos a raíz de la XI Serie Nacional. Me sentaba a escuchar sus cuentos, mentiras tan grandes que no caben en una casa de tabaco y las decía con tal convencimiento, que se les  agradecían.

Cuando Bob Beamon saltó 8.90 metros en los Juegos de la Olim­piada de México 1968, su comentario no se hizo esperar: -- ¿Pero solo eso? El muchacho mío saltó hace días y todavía no ha caído. -- ¿Cuantos días? -- Veinte. -- ¿Solo veinte días? -- No, veinte docenas. -- Y así sucesivamente.

Su capacidad para la riposta ha sido única. Nadie podía irle delante, estaba preparado para todo. Si usted se tomaba una caja de cervezas, él se había bebido diez, si usted veinte, las de él eran centenares. Pasadas las nueve décadas de vida, mantenía el buen humor, con anécdotas criollas, tragicómicas y serias.

Hay versiones de las versiones, García Márquez ha dicho que la vida no es la que se vivió, sino la que se recuerda para poder contarla. Veamos una que se pinta sola. Ya Lucio Bencomo, en su libro Ellos, del 2005, en una crónica titulada Si se suelta le tiran, publicó la suya. Pero para no apartármele, aquí expongo la que contaron los testigos presenciales José Joaquín Pérez [1], conocido por El Zurdo y Lacho Rivero, quienes trabajaron cerca de San Luis, un apasionado a la pelota, pues desde que llegó a Vueltabajo se incorporó a diferentes equipos y sobre todo al softbol. Por entonces le hablaron de Apolinar con sus cuentos y decidió jugarle una broma que resultaría tragicómica.

El Delegado del Minint tenía cada segundo ocupado en un sinnúmero de problemas, incluyendo bandas de alzados y penetraciones del exterior. Una noche jugaban softbol en un improvisado estadio, de luces también improvisadas, colateral al Borrego Park, hoy Pepe Chepe. Allí Apolinar vendía refrescos, coquitos y otras chucherías. La trastada comenzó cuando le escondieron, entre sus cosas, un listado con números y algunas cuentas.

En medio del partido, con paso decidido, San Luis se acercó: -- ¿Apolinar Barrios? -- Preguntó seriamente el oficial. -- Sí señor. -- Respondió el aludido con mirada picaresca. -- Queda detenido por ventas clandestinas y apuntar números para la bolita.

El "chiste" no pudo ser más sorpre­sivo. -- Amárrenlo, y que no se suelte. Lacho, cumple la orden. -- Con el gusto del mundo, el otro jodedor cubano, amarró sus manos con un cinto, bien flojo para que pudiera soltarse. Entonces protestó: -- Oiga Capitán, esto se está zafando, y yo quiero vivir. -- Las risas llovieron, pero la chanza se prolongó. Una llamada hizo desplazarse al jefe con urgencia hacia la zona oriental de la provincia, y olvidó el asunto. Se alargó la “prisión” del “reo”. Es bueno señalar que San Luis no era propenso a jugar con todo el mundo, tenía un carácter más bien serio, pero las cosas de Apolinar lo llevaron al jolgorio. Después, con humildad, le pidió miles de disculpas.

Entre tantos ratos alegres con peloteros y amigos, ése debió ser el más amargo para nuestro hombre, que en su juventud fue un militar de honor, del entonces llamado Ejército Constitucional de Cuba, que no lo era por el cuartelazo de Batista en 1952. Muchos jóvenes que vivían en la miseria se incorporaban por unos míseros pesos a la institución militar, incluidos los negros como él, apartados socialmente.

No le quepa a usted duda alguna, sin Apolinar, a la pelota de Pinar del Río le faltará algo y al estadio, casi todo. A veces pienso que su eterna sonrisa ha tenido que ver con los resultados del béisbol vueltabajero. Y para bien.

En la Peña Deporte y Cultura se le rindió homenaje el día de su inhumación y se le dedicó una de sus emisiones. La noche antes se pidió un minuto de silencio en el San Luis. Ironías del destino, la gente en lugar de buscarlo y hasta gritarle para provocar sus respetuosas ocurrencias, hizo mutis por un corto espacio de tiempo, el mismo que sirvió para guardarlo definitivamente en el recuerdo.

Apolinar ha muerto. ¡Viva Apolinar! 

 

[1] Conocido por El Zurdo, un buen lanzador de la Liga Popular Amateur, que desarrolló una larga carrera militar en el Ministerio del Interior y fue cercano colaborador del Capitán San Luis.

Lacho, El autor, Berto Chori, Apolinar, Zurdo Pérez y Roberto Llende (marzo de 2008).

Lacho, El autor, Berto Chori, Apolinar, Zurdo Pérez y Roberto Llende (marzo de 2008).

Lacho Rivero y Apolinar Barrios.

Lacho Rivero y Apolinar Barrios.

Apolinar Barrios Ríos.

Apolinar Barrios Ríos.

Con Polo y Reinaldo Costa.

Con Polo y Reinaldo Costa.