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Mentiras con enredados rastros

Rastros de mentiras, próxima telenovela brasileña en pantalla.

Rastros de mentiras, telenovela brasileña en pantalla.

Si me hubiera tomado en serio Rastros de mentira desde el principio no sé cuantas notas habría escrito. Con excepciones para confirmar la regla soy una defensora de los culebrones de O´Globo, pero en esta oportunidad  no podía seguir las historias de la proposición brasileña, otros asuntos me ocupaban a esa hora.

Empecé a verla hace solo unas dos semanas de manera continua, porque el resto del tiempo  vi (no disfruté) pedazos y, bueno,  ahora entiendo mejor el comentario “La novela brasileña: Ya no hay quien siga este rastro” de mi colega Yuris Nórido. Es verdad que no hay quien le siga el rastro.

Creo que se trata más de una Soap Operas, como se nombraba a principios del siglo veinte a  las radionovelas en Estados Unidos y que permitían agregar historias y personajes mientras el rating lo exigía, porque no pocos estudiosos consideran que la telenovela propiamente dicha no admite adiciones al guion original. Un buen ejemplo de esa manera de hacer fueron Roque Santeiro y Vale todo, verdaderos clásicos de este tipo de obras.

Pero en Rastros de mentiras las adiciones son increíbles: cambios de pareja sin lógica, tránsitos de buenos a malos y al revés; absurdos descubrimientos de documentos y enfermedades que van contra toda lógica, puntos de giros muy poco justificados en su gran mayoría.

Supongo que alguna razón tuvo Walcyr Carrasco guionista principal ( Daisy Chaves, Eliane García, Daniel Berlinsky y Márcio Haiduck también intervinieron) para engarzar esa historia desatinada en la que el Dr César Khoury (Antonio Fagundes) pierda la visión en pocas horas, ingiriendo unas “medicinas” que su esposa (peor que Lucifer vestido con sayas) le suministra.

He buscado en INTERNET este mal adquirido (en algún momento se ha hablado de intoxicación) sin que se descubra la causa y no encontré absolutamente nada. Tampoco dos de mis amigos médicos me han ofrecido alguna posibilidad de que eso sea cierto.

No entiendo como Fagundes un reconocido actor se haya prestado para tal desempeño y que, por supuesto, no puede defender bien  porque se trata de algo irracional.

En Rastros de mentiras destaca Mateus Solano, ese Felix que navega bien de las lágrimas a la maldad, además basado en la cierta lógica de los culebrones y que con un personaje con estados de ánimo contradictorios, permite al actor tener momentos de lucimientos. Y por supuesto, el empaque, como siempre es de calidad: fotografía, maquillaje, vestuario, set, todo lo que arma una pieza audiovisual.

Todavía queda un poco de rastros… pero ¿Qué pasaría si en una telenovela cubana a alguien dejaran ciego sin que sus amigos médicos sepan qué sucedió? ¿Cuántos gritos habría porque una pareja gay “alquila” un vientre y luego esa mujer no acepta el trato porque  “se empató” con uno de los miembros de la pareja?

¿Cómo se vería que un hombre inteligente (Cesar) se deje manipular por Aline  (Vanessa Giácomo) de una manera risible y tonta?.

Estoy segura que lo que hoy se consiente, aunque se  critique con un “apretaron”, no sería aceptado en ninguna preposición cubana. Y lo triste es que no se trata sólo de una exigencia de calidad sino de realidad. Para el público cubano las producciones de sus audiovisuales tienen que ser no solo verisímiles sino verídicas.

Aplaudo tal exigencia porque influye en que la televisión cubana pueda avanzar a   estadíos  superiores, no sólo en las puestas en escenas,  set adecuados, las luces necesarias en fin que nuestros productos audiovisuales estén a la altura de un público que ve a la televisión cubana como suya, y  a esa no le admite errores ni horrores.