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Cómo cambió el sistema político de Estados Unidos y nadie se dio cuenta

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Hago regresar a mis padres de la muerte para las elecciones de 2016.

Decir que esta es una elección infernal es insultar al infierno

No ha habido nada parecido desde que Washington pasó el Rubicón, o Trump cruzó el Delaware o pronunció el discurso de Gettysburg (ya sabéis; el que empieza “Hace cuatro tantos y once mujeres...”). Si preferís, elegid vuestro propio momento seminal en la historia de Estados Unidos.

Billones de palabras, esa cara, esos gestos, los interminables insultos, las mujeres maltratadas y los correos electrónicos, el espectáculo que dura las 24 horas de los siete días de cada semana que muestra todo esto... Pase lo que pase el día de las elecciones, admitamos una realidad: en este país, hemos entrado en una nueva era política. Solo que no nos hemos dado cuenta del todo. De verdad que no.

Olvidaos de Donald Trump.

¡Caramba! ¿Por qué escribí esto? ¿Cómo podría alguien olvidarse del primer candidato presidencial de nuestra historia que anticipó que no está dispuesto a aceptar el resultado de las elecciones? (en 1860, hasta los sureños aceptaron la elección de Abraham Lincoln antes de intentar separarse de la Unión). ¿Quién podría olvidar al hombre que denunció que con la ley actual las mujeres podían abortar el mismo día del nacimiento o apenas un día antes? ¿Quién podría olvidar al hombre que aseguró ante una audiencia de unos 72 millones de estadounidenses que no conocía a las mujeres que le acusaban de agresión sexual y maltrato, entre ellas la periodista de la revista People que lo entrevistaba? ¿Quién podría olvidar al candidato que se jactaba mes tras mes de los resultados positivos de los sondeos en los mítines políticos y en twits antes de que (cuando esos mismos sondeos se volvieron contra él) se descubriera que todos ellos estaban amañados?

Piénsese lo que se piense de Donald, ¿quién en este mundo –y con esto quiero decir todo el mundo, incluyendo a los iraníes– podría olvidarse de él o de las elecciones por las que apostó tan ominosamente? Sin embargo, cuando pensemos en él no lo convirtamos en la causa de la disfunción política de Estados Unidos. Él no es más que el síntoma –extravagante, trastornado e inquietante– de la transformación del sistema político de Estados Unidos.

Admitámoslo, Donald es un “político” que no tiene igual, incluso entre sus colegas de la emergente derecha nacionalista y movimientos anti-todo del ámbito global. Él hace que la francesa Marine Le Pen parezca la racionalidad personificada y que el presidente de Filipinas, Rodrigo Duterte, se asemeje a un experto táctico de nuestra época. Pero lo que de verdad convierte a Donald Trump y su carrera por la presidencia en algo fascinante y desconcertante es que no estamos hablando solo de la presidencia de un país: Estados Unidos es el país. El país que, en términos del despliegue de sus fuerzas armadas y su poder económico y cultural para influir en el funcionamiento de todo en prácticamente cualquier sitio, sigue siendo la gran nación imperial del planeta Tierra. Aun así, sobre la base de lo acontecido en este insólito año de campaña electoral, cuesta mucho no pensar que hay algo –y no se trata solo de Donald– incómodamente equivocado en el contexto estadounidense.

La generación de la Segunda Guerra Mundial en 2016

Algunas veces, cuando me dejo llevar por mis fantasías (me pasó mientras miraba el último debate presidencial), monto un milagro privado y traigo –de regreso de la muerte– a mis padres para que observen nuestro mundo estadounidense. Con ellos en la sala, trato de imaginar la incredulidad que muchos de la generación de quienes vivieron la Segunda Guerra Mundial con toda seguridad sentirían ante nuestro tiempo presente. Por supuesto, ellos debieron soportar una devastadora depresión económica, a años luz de cuanto hemos experimentado en la gran recesión de 2007-2008, como también una conflagración mundial de una magnitud como nunca se había experimentado, y –aparte de una guerra nuclear– es improbable que vuelva a suceder.

A pesar de esto, no dudo que nuestro mundo les dejaría boquiabiertos, sobre todo el particular caos con el que convivimos. Para empezar, en el ámbito global, tanto mi madre (que murió en 1977) como mi padre (que falleció en 1983) vivieron varias décadas de la era nuclear, la era de los más grandes –para quienes querían un mundo mejor– logros de la humanidad. Después de todo, por primera vez en la historia, los seres humanos tomamos el Apocalipsis de las manos de dios (o de los dioses) –donde había estado durante miles de años– y nos apropiamos de él. Sin embargo, lo que no llegaron a vivir fue, potencialmente, el segundo rompimiento de contrato –el cambio climático–, que ya está trastornando el planeta y amenazándolo con un Apocalipsis en cámara lenta del que no hay precedentes.

Ciertamente, las armas nucleares no fueron utilizadas hasta el 9 de agosto de 1945, aunque se diseminaron por los arsenales de numerosos países; el cambio climático será visto como la versión paso de tortuga de la guerra nuclear; no olvidéis que la humanidad continúa bombeando gases de efecto invernadero en la atmósfera en volúmenes siempre cercanos al récord. Imagino el asombro de mis padres si supieran que el tema más peligroso y maldito en la Tierra no mereció una sola pregunta –por no hablar de una respuesta– en los tres debates presidenciales de 2016; las cuatro horas y media de acusaciones, insultos e interrupciones que acaban de pasar. Ni un moderador, evidentemente, tampoco un votante indeciso (en el segundo debate en el ayuntamiento), ni un candidato presidencial –cada uno de ellos preparado para cambiar de tema en un momento de apuro con preguntas sobre agresiones sexuales, correos electrónicos o cualquier otra cosa– pensó que eso mereciese la menor atención. En resumen, era un problema demasiado grande para discutirlo, uno cuya existencia Donald Trump (como cualquier otro republicano) niega, o mejor aún, en su caso, rotula como un “engaño” y solo atribuye a una conspiración china para hundir a Estados Unidos.

Otro tanto de locura (y de estupidez) cuando se trata de la cuestión más vasta de todas. En una algo más modesta escala, mi madre y mi padre no habrían reconocido como estadounidense nuestro ámbito político de hoy, y no solo debido a Donald Trump. Se hubieran quedado pasmados por el dinero que se vierte en él: por lo menos 6.600 millones de dólares en estas elecciones según la última estimación; más del 10 por ciento del cual provino de solo 100 familias. Se habrían sorprendido por nuestras elecciones del 1 por ciento; por nuestra nueva Era Dorada; por un famoso multimillonario de la televisión que se presenta como un "populista" y tiene el apoyo de la gente blanca de clase trabajadora que antes era demócrata y que ahora se siente atraída por personas como Trump y su marca de capitalismo de casino, fraudes y espectáculo; por todos esos otros multimillonarios que derraman dinero en las arcas del Partido Republicano para crear un Congreso manipulable que responda a sus pujas obstruccionistas; y por las enormes cantidades de dinero que en estos días se puede “invertir” en muestro sistema político de una forma perfectamente legal. Y ni siquiera he mencionado a la Otra Candidata, que dedicó todo agosto a la verdadera “campaña electoral”, codeándose no con estadounidenses de a pie sino con millonarios y multimillonarios (y una colección de celebridades) para llenar su fenomenal “arcón de guerra”.

Yo debería haber aspirado profundamente y explicado a mis padres que en el Estados Unidos del siglo XXI, por decisión del Tribunal Supremo, el dinero se ha convertido en el equivalente del discurso, aunque sea cualquier cosa menos “libre”. Y no olvidemos esa otra atracción financiera en una elección estadounidense de estos días: las noticias televisadas, por no hablar de los demás medios. ¿Cómo podría siquiera empezar a esbozar eso a mis padres –para quienes las elecciones presidenciales eran un acotado acontecimiento otoñal– la naturaleza extravagante de una temporada de elecciones que se inicia con la especulación mediática justo cuando la temporada anterior está acabando y desde entonces continúa más o menos sin interrupción? ¿O el espectáculo de los comentaristas discutiendo las 24 horas de los siete días de la semana sobre nada que no sean las elecciones en la televisión por cable durante al año entero, o los miles de millones en anuncios que alimentan esta interminable Súper Copa de campañas, llenando las arcas de los propietarios de los cables y las redes de noticias?

Nosotros hemos crecido extrañamente habituados a todo esto, pero mi madre y mi padre sin duda pensarían que estaban en otro país -y eso hubiera ocurrido incluso antes de conocer el sistema político actual, cuyo estrafalario representante es Donald Trump.

De cualquier modo, ¿qué planeta es este?

Me gustaría haber conservado un texto de educación cívica de la escuela secundaria. Si tienes cierta edad, lo recordarás: aquel en que un marciano pone pie en Main Street, Estados Unidos, para escuchar una conferencia sobre las glorias de la democracia estadounidense y la cuidadosamente construida, comprobada y equilibrada división de poderes de nuestros órganos de gobierno. Estoy seguro de que el conocimiento de este sistema cambió la vida en Marte para mejor, aunque en tiempos de mis padres ya hubiese algo de fantasía en este rincón de la Tierra. Después de todo, el presidente republicano Dwight D. Eisenhower –mis padres votaron al demócrata Adlai Stevenson– fue quien, en 1961, en su discurso de despedida llamó la atención de los estadounidenses por primera vez sobre “la desastrosa posibilidad de conceder poder a quien no lo merece” y sobre “el complejo militar-industrial”.

Es cierto; todo eso ya estaba cambiando en aquellos días y, aun en tiempos de paz, el país estaba convirtiéndose en una maquinaria de guerra de un tamaño sin precedentes en la historia. Aun así, 30 extraños años después de la muerte de mi padre, observando el panorama estadounidense, es posible que mis padres se creyeran en Marte. Sin duda se preguntarían qué le podría haber pasado al país que ellos conocían. Después de todo, gracias a las tácticas de tierra arrasada del Partido Republicano en estos últimos años en la bipolar Washington, el Congreso, esa colección de supuestos representantes del pueblo (hoy, un grupo de bien pagados y mejor financiados representantes de los intereses especiales del país en una capital plagada de grupos de presión corporativos), ya rara vez funciona. Carente de relevancia, merodea entre los pórticos del Capitolio. Por ejemplo, hace poco tiempo. John McCain (en general considerado un senador republicano relativamente “moderado”) sugirió (antes de dar un paso atrás en sus comentarios) que si Hillary Clinton fuera elegida para la presidencia, sus compañeros senadores republicanos podrían decidir anticipadamente no confirmar cualquier nominación que ella hiciera para el Tribunal Supremo mientras estuviese en el cargo. Esto, por supuesto, significaría que un tribunal, que ahora parece ser un equipo permanente de ocho miembros, encogería en consecuencia. Los comentarios de McCain que alguna vez habían conmocionado profundamente a Estados Unidos, apenas provocaron una marejadilla de incomodidad y protesta.

En mi paseo por este nuevo mundo, yo podría comenzar señalando a mi madre y mi padre que Estados Unidos está hoy en permanente estado de guerra; en este momento está operando en por lo menos seis países del Gran Oriente Medio y África. Todos estos conflictos armados son esencialmente presidenciales; el Congreso ya no tiene un papel real en ellos (como no sea para soltar el dinero que haga falta y batir el parche para apoyarlos). Cuando se trata de asuntos de guerra, que alguna vez eran controlados y contrapesados por la Constitución, el poder ejecutivo está solo.

De ningún modo pretendería que mis padres se limitaran a observar qué sucede en el extranjero. La militarización de Estados Unidos se ha realizado a ritmo acelerado y de una forma que –no tengo la menor duda– los horrorizaría. Por ejemplo, podría llevar a mis padres a la Gran Estación Central, cerca del centro de Manhattan, el barrio donde ellos vivían y sigue siendo el mío; cualquiera que fuese el día de la semana, verían algo inconcebible en otros tiempos: soldados de guardia con armamento de guerra y uniforme de camuflaje. Yo podría comentarles que, en mi estación de metro, vi varias veces un grupo de agentes de la unidad antiterrorista de la policía de Nueva York que muy bien podría tomarse por un grupo de operaciones especiales del ejército, con sus fusiles de asalto, pero ya nadie se detiene para mirarlos con la boca abierta. Podría agregar que los cuerpos policiales de todo el país se parecen más cada día a unidades militares y son pertrechados directamente por el Pentágono con armamento y equipo igual al utilizado en los lejanos campos de batalla de Estados Unidos, incluyendo vehículos blindados de distinto tipo. También podría mencionar que los drones militares de vigilancia, los precursores de la futura guerra robótica (salidos, para mis padres, de las novelas infantiles de ciencia ficción que yo acostumbraba leer), surcan ahora regularmente los cielos de Estados Unidos; que dispositivos de vigilancia de última generación diseñados para operar en remotas zonas de guerra, hoy en día son utilizados por la policía en el ámbito nacional; y que, a pesar de que el asesinato por razones políticas fue oficialmente prohibido en los años setenta del pasado siglo, después del Watergate, en estos tiempos el presidente está al mando de una formidable fuerza aérea de drones operada por la CIA que se ocupa regularmente de tales asesinatos –de los que no se salvan ni los ciudadanos estadounidenses– en grandes zonas del planeta, sin que sea necesario el ‘visto bueno’ de nadie fuera de la Casa Blanca, tampoco de los tribunales. Podría mencionar que quien era presidente en tiempos de mis padres comandó un ejército secreto de modestas proporciones –los paramilitares de la CIA–; en estos momentos, el presidente es el jefe de una fuerza armada secreta –el Comando de Operaciones Especiales (SOC, por sus siglas en inglés)– formada por 70.000 soldados de elite ocultos dentro del ámbito mayor de las fuerzas armadas de Estados Unidos. En el SOC hay equipos de elite preparados para ser desplegados y realizar misiones de tipo ‘comando’ en cualquier sitio del mundo.

Yo podría señalar que en el siglo XXI, el espionaje estadounidense ha erigido un estado de vigilancia de ámbito global que habría avergonzado a las potencias totalitarias del siglo precedente. Todos los ciudadanos de Estados Unidos –absolutamente todos– están en la mira de este estado de vigilancia; nuestros correos electrónicos (algo desconocido por mis padres) son recogidos por millones, nuestras llamadas telefónicas están a disposición de este estado. En resumen, que la intimidad ha sido declarada anti-estadounidense. También podría observar que, sobre la base de un día aciago [el 11-S] y de lo que en última instancia es la más modesta de las amenazas que se ciernen sobre los estadounidenses, un solo temor –al terror islamista– ha sido el pretexto para la puesta en marcha del estado de la seguridad nacional ya existente hasta transformarse en una construcción de proporciones poco más o menos increíbles a la que se ha dotado de unos poderes que en otros tiempos eran inimaginables y financiada de una manera que dejaría atónito a cualquiera (no solo a los visitantes del pasado estadounidense) y hasta llegar a ser el cuarto poder del Gobierno de Estados Unidos sin haber sido debatido ni votado previamente.

Poco de lo que hace –y hace mucho– está abierto al escrutinio público. Por su propia “seguridad”, “el Pueblo”, no debe saber nada de su funcionamiento (excepto lo que ese poder quiera que se sepa). Mientras tanto, un claustrofóbico secretismo se ha propagado por importantes partes del Estado. En 2011, el gobierno de Estados Unidos declaró secretos 92 millones de documentos, y desde entonces las cosas no parecen haber mejorado. Además, el estado de la seguridad nacional ha estado elaborando un cuerpo de “legislación secreta” –en la que se incluyen normas, regulaciones e interpretaciones de leyes existentes, todo ello debidamente clasificado– que permanece oculto al público y, en algunos casos, hasta a las comisiones de control del Congreso.

En otras palabras, los estadounidenses saben cada día menos de lo que sus gobernantes hacen en su nombre, tanto en el ámbito nacional como en el internacional.

Yo podría sugerir a mis padres que solo imaginen que en estos años la Constitución de Estados Unidos esta en un proceso de permanente reescritura y enmienda realizado con total secretismo y entre bambalinas, con poco más que un gesto de cabeza a “Nosotros, el Pueblo”*. De este modo, al mismo tiempo que nuestras elecciones se transforman en un elaborado espectáculo, la democracia ha sido vaciada de contenido y desechada en todo salvo el nombre; ese nombre es –no cabe ninguna duda– Donald Trump.

Considerad esta nota, entonces, una versión abreviada de cómo describiría yo a mis asombrados padres este nuevo mundo estadounidense.

Estados Unidos, un estado de la seguridad nacional

De nada de esto es responsable Donald Trump. En los años en que el nuevo sistema estadounidense se estaba desarrollando, él estaba echando gente en la televisión. Por supuesto, podéis verle como el muchacho de un cartel en el que se muestra un Estados Unidos donde el espectáculo, los famosos, la clase dorada del 1 por ciento y el estado de la seguridad nacional se combinan en un bebedizo narcisista y autorreferencial de extraordinaria toxicidad.

Ya sea que Hillary Clinton sea electa presidente o que el electo sea Donald Trump, hay una cosa incuestionable: la vasta construcción que es el estado de la seguridad nacional, con su 17 agencias de inteligencia y unas formidables fuerzas armadas imperiales, continuará creciendo y expandiendo su poderío en nuestro mundo estadounidense. Ambos candidatos han jurado volcar todavía más dinero en esas fuerzas armadas y el aparato de espionaje y Seguridad Interior que les acompañan. Por supuesto, nada de esto tiene algo que ver con la democracia en Estados Unidos tal como una vez fue imaginada.

Tal vez algún día, al igual que mis padres, “yo” sea llamado del más allá por alguno de mis hijos para ver con espanto y horror el mundo de esos días. Mucho tiempo después de que una inimaginable presidencia de Donald Trump o de que un mucho menos imaginable mandato de Hillary Clinton sean un párrafo de un maldito y a medias olvidado capítulo de nuestra historia, yo me pregunto si en ese momento eso “me” sorprendería o “me” desconcertaría. En 2045, ¿con qué país y con qué planeta “me” enfrentaría?

* We the People son las palabras con que comienza la Constitución de Estados Unidos, que desde 1789 es la ley suprema de esta nación. (N. del T.)

Tom Engelhardt es cofundador del American Empire Project, autor de The United States of Fear y de una historia de la Guerra Fría, The End of Victory Culture. Forma parte del cuerpo docente del Nation Institute y es administrador de TomDispatch.com. Su libro más reciente es Shadow Government: Surveillance, Secret Wars, and a Global Security State in a Single-Superpower World.

Traducción del inglés para Rebelión de Carlos Riba García

(Fuente: CounterPunch)

Se han publicado 22 comentarios



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  • Reynaldo Feijoo dijo:

    Lo curioso de todo eso es que todos los demás gobiernos y personas en el mundo los miran ensimismados como los paladines de la democracia. Los países como Cuba, Nicaragua o Venezuela son para ellos, y para gran parte de la opinión mundial, estados policiales y totalitarios. Da asco cuando uno lee estas cosas. Por eso no puedo creer en Dios. El único Dios que existe es el dinero y el poder ante los que el mundo de inclina servilmente. A los que piensan diferente, como al supuesto Cristo, lo clavan en una cruz, los incineran y esparcen sus cenizas.

  • Miguel3014 dijo:

    Interesante pero muy largo, no terminé de leerlo.
    Saludos.

  • Tláloc dijo:

    Buen artículo. Me llamó la atención sobre todo lo que dice del nivel de vigilancia que tiene el gobierno sobre la sociedad nortemamericana. Hace poco leí en la página Web de la BBC un artículo que calificaba a la Rusia actual como una moderna sociedad Orweliana; yo les escribí al respecto y, entre otras cosas, les recordé el tremendo espionaje que realizan en USA agencias del gobierno o relacionadas con él y, les pregunté, si esa página estaría dispuesta a calificar a USA como una sociedad de ese tipo. A mi juicio, hay dos tipos de espionaje; uno que se realiza como respuesta a estar o sentirse amenazado y otro que tiene por objeto el control para gobernar e imponer voluntad. No pretendo entrar en consideraciones éticas sobre ellos pero; creo, que quien publique sobre el tema sí las debe tener en cuenta.

  • Tláloc dijo:

    Con respecto a los candidatos pienso, que, ambos son pésimos pero; si sale Hilary estaremos más cerca de la Tercera Guerra Mundial.

  • Lobo dijo:

    El enorme Imperio Norteamewricano esta dando señales de quiebra.
    El pais que hace 150 años parecia el paradigma para los demas paises al menos occidentales esta degenerando lastimosamente. Pero mas lastimosamente es que su pueblo siga apoyando a personajes como el tal Tump que no tiene ni idea de lo que es el mundo de hoy. Quizas lo elijan presidente. Eso si que que el autor del articulo no tendria como explicarselo a sus padres y mucho mas dificil sera explicarselo a sus nietos.
    Que esta pasando en la sociedad norteamericana, acaso no exixten hombres y mujeres en ese pais capaces de alzar su voz para condenar este circo antidemocratico.
    Espero que si existan y que este desastre sirva para al que al final la rectificacion ayude a mejorar el mundo.

  • gilberto puerto urra dijo:

    Cuando se habla de que el capitalismo está metido en una profunda crisis estructural y sistémica no es palabrería vana. He aquí un buen (mal) ejemplo.

    • bladimir laborit infante dijo:

      Con mis mas sinceros respetos, no creo que sea sano generalizar…A qué capitalismo se refiere?
      Hay muchas naciones capitalista que difieren en cuanto a modelo capitalista y no deben compararse con el capitalismo de los Estados Unidos de America. Por ejemplo, yo vivo en Canada y puedo asegurarle que no estamos hablando del mismo capitalismo. Existen muchos mas ejemplos. Tenga buen dia.

    • KeKo dijo:

      Si bien que los candidatos ninguno de los dos transmite confiaza, creo que no deberian criticar el sistema de elecciones de ningun pais. cada pais tiene su forma de hacer las elecciones.

  • Pino dijo:

    Al pueblo de Estados Unidos no puede ser que permitan que un dinosaurio llegue al gobierno de ese pais ,un hombre que recibe el resplado de pandillas de la extrema derecha y de las cientos de milicias de organizacionmes neo Facistas que amenazan con tomar la capital del pais si no sale este hombre, que evidnetemente quiere revivir la epoca de la Alemania Nacista ,porque Alqa Aida anuncia que habra ataques en NY si no es elegido el moustro, cuales son sus vinculos con esta organizacion y con el fcismo internacional. Norteamericanos honesto no le den su voto a este degenerado,loco,insolente reperesentatne de los mas sucios intereses de ese pais , no permitan que el representante de esa fuerza tome el gobierno ,cuidado con un golpoe militar no crean que eso esta muy lejos de ocurrir en EEUU tal como estan las cosas bajo el facismo

  • Contraelolvido dijo:

    Por favor Tom Engelhardt incluya en en esa historia imaginada que pese al descumunal poderío, pese al más extenso, caro e inescrupuloso servicio de inteligencia, que pese a tener su dinero en todas partes y en todas las economías, que pese aque muchos gobiernos incluso de Europa claudicaron ante el gigante del Norte, hubo una pequeña isla, algo así como un grano de maíz como el que mencionó nuestro José Martí que resistió decadas de agresiones de todos los perfiles y que finalmente sentó al gigante a conversar y a razonar formas civilazads de convivir aunque el gigante siguiera deseando la muerte de ese grano de maíz y consecuentemente la siguiera planificando con métodos edulcurantes.

  • RRR dijo:

    La realidad es que ambos candidatos son un verguenza para el pueblo de Estados Unidos son impredecibles y pueden influir en una 3ra Guerra Mundial; cualquiera de los dos.

  • Pino dijo:

    Sr Miguel 3014 pregunto si Ud habra terminado de leer un solo libro en su vida, por favor su comentartio denota ante que persona estamos .Ud esta imposibilitado de hacer un minimo analisis de lo se plantea en ese extraoordinario articulo,.estamos ante el auge del facismo en EEUU y la psosibilidad de que uno de sus promotores tome la direccion de esa nacion ,tenemos que alertar al mundo para detenerlo gracias.

  • pjmelián dijo:

    No le presto la más mínima atención. Para mí es toda una farsa, payasada y bufonada. Espectáculo circense montado por la mafia financiera transnacional terrorista y el sionismo genocida que son los verdaderos gobernantes del imperio del Tío Samuelillo.

  • Jose Antonio dijo:

    Esto si es un sistema democratico. El voto del pueblo es el que cuenta.

    • cesar dijo:

      De acuerdo contigo Jose Antonio

    • Adolfo dijo:

      En la ¨democracia¨ ¿cuando una mayoría del pueblo no vota que significa en cuanto a la voluntad del pueblo?

      • LIDIA E GONZALEZ dijo:

        Significa una respuesta silenciosa, significa un desacuerdo con los políticos aspirantes al poder, significa no ver en los presidentes, la solución a los males del sistema.... eso y mucho más...

  • EconomiadeInternet dijo:

    A mi lo que me parece una locura es como en un país de tantos millones de personas los candidatos presidenciales, que son la elección más directa del pueblo en un estado de democracia, sean esas dos personas con tantos problemas y trapos ocultos. Que en sus intervenciones más que dar elementos claros y precisos únicamente se atacan.

    Pero incluso si seguimos hablando de locuras es como el pueblo les cree a uno o a otro sobre la base de un dime que te dirán constante en la TV...en fin...

  • Pavel Milanes (CO7WT) dijo:

    Por favor corrijan, en el encabezado del artículo mencionan...

    En este artículo: Democracia, Donald Trumpi <<>>

    Saludos.

  • Dino dijo:

    Muy interesante el artículo y sobre todo me gustó mucho la fina ironía que usa el autor para tratar un tema tan serio. Personalmente leerlo me recordó el título de una de las últimas películas de Spencer Tracy, allá por los años 60: "Ese mundo loco, loco, loco...", porque pareciera que el mundo está al revés. Trump es un fascista en el siglo XXI y la Clinton, como decimos en Cuba "no es fácil". Pero parafraseando al poeta: "No os asombreris de nada...Es la oferta del sistema". O lo que es lo mismo, la cruda realidad a la que el mundo tiene que afrontar o enfrentar, según sea el caso. En fin, HORROR.

  • Pierre dijo:

    El artículo puesto a nuestra consideración resulta un análisis minucioso de la realidad política que vive EU hoy día, el mundo y si tiene la necesidad de conocer que cualquiera de los dos candidatos elegidos mañana 8/11 es el presidente de EU, país que influye en el resto del mundo, política, militarmente y económicamente, hoy en día de forma negativa para la vida en la tierra, enfrascado en diversos conflictos en el Medio Oriente y en África como revela el artículo.
    Califico las elecciones como uno de aquellos programas de San Nicolás del peladero con su presidente Plutarco Tuero, cualquiera de los dos es este cómico personaje, ahora la realidad que vivirá el mundo a partir del 8/11 es muy seria.
    Esa es la receta que el señor Obama, nos quiere llevar a imponer en el país, si leemos detenidamente la directiva presidencial del pasado 14 de octubre y lo escrito en la Enmienda Platt no hay muchas diferencias, salvo que en la enmienda, la intervención en el país era con tropas, hoy es con asalariados pagados por el presupuesto de EU, es intervenir en los asuntos internos de los países en aras de imponer su desgastado sistema democrático como lo demuestra Tom Engelhardt, o relacionado con Word Learning y otras formas de intervenir en los asuntos que solo a los cubanos nos interesan y tenemos el deber de hacerlo para bien de nuestros descendientes.
    Obama se va, nos deja el bloqueo, la Base Naval de Guantánamo, los programas de subversión en nuestros asuntos, las políticas de radio y tv Martí, y nada en mejorar nuestras relaciones con ese país, no nos llamemos a engaño “EU no tiene amigos solo intereses” expresado por John Foster Dulles secretario de Estado cuando el gobierno de Eisenhower

  • Hugo Andrés Govín Díaz dijo:

    Muy completo el artículo. El asunto está anclado directamente al SISTEMA. Todo gira alrededor de los intereses de quienes tienen el dinero y lo hacen circular por los escasos bolsillos y cuentas bancarias de los millonarios. Además, siguen con la enfermiza idea de creerse el ombligo del Mundo.
    Absolutamente de acuerdo con el forista Contraelolvido. Nuestra islita rebelde se ha posicionado sobre dos pilares estratégicos en acción y pensamiento: José Martí y Fidel Castro. Ambos conducen con sabiduría el accionar de varias generaciones de cubanos decididos a no dejarnos tragar por la voracidad del norte revuelto y brutal que nos sigue despreciando, a pesar de los edulcorados discursos de nuestros tiempos.
    No hubo negocio de soberanía para quitarnos al colonialismo de encima ni habrá arreglos para recibir "perdones" por nuestra actual posición de principios.
    Bajo condiciones desfavorables, los cubanos de ayer en la manigua no aceptaron zanjones. Cinco décadas y media de acoso y persecuciones no nos han doblegado a los de hoy. Sin duda alguna, los de mañana sabrán estar a la altura de sus tiempos.
    ¡Viva Cuba!

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Tom Engelhardt

Tom Engelhardt

Es cofundador del American Empire Project, autor de "The United States of Fear" y de una historia de la Guerra Fría, "The End of Victory Culture". Forma parte del cuerpo docente del Nation Institute y es administrador de "tomdispatch.com". Su libro más reciente es "Shadow Government: Surveillance, Secret Wars, and a Global Security State in a Single-Superpower World".

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