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El diálogo como trinchera de la Revolución Ciudadana

rafael correa ecuador

Por: Amauri Chamorro*

La tentativa de golpe de estado en Ecuador se hace cada vez más potente y peligrosa. Los sectores más conservadores de la derecha han reorganizado su estrategia radicalizando las acciones en busca de la violencia en las calles. Los insultos, mentiras y rumores promovidos por miles de perfiles falsos en redes sociales han sido complementados con manifestaciones violentas.

En las últimas semanas en Quito, hubo una real amenaza de invasión a la sede de Alianza PAIS, partido del presidente Rafael Correa, y en su defensa, miembros del Movimiento oficialista fueron heridos, inclusive el ex ministro Paco Velazco. La semana pasada algunos opositores marcharon hacia el Palacio Presidencial, pero sus pasos fueron impedidos por las fuerzas del orden.

Son muchas las acciones para la desestabilización. El gobierno ecuatoriano denunció la presencia de venezolanos contratados por la oposición para circular en los buses de servicio público llamando a los ecuatorianos a revelarse contra el Presidente Correa. Sus discursos, disfrazados de espontaneidad, incitaban al pueblo a no permitir que supuestamente Correa transforme Ecuador en una Venezuela. Este es apenas un ejemplo de lo que la derecha continental hace para intentar derrocar a todos los gobiernos progresistas de América Latina.

Llama la atención que esos procesos de desestabilización en Ecuador se hayan fortalecido, pese a que el Presidente Correa gozaba de una aprobación superior al 80%. Surge entonces la pregunta de ¿cómo puede verse amenazada la democracia? ¿Cómo un país que alcanza los mejores índices de desarrollo económico del continente y al mismo tiempo elimina la pobreza extrema, puede en este momento tener seriamente amenazada la continuación del gobierno que logró estas conquistas?

Hay diversas explicaciones, pero repetir que la derecha se ha articulado nuevamente es llover sobre el mojado. La realidad es que la exitosa política redistributiva de la Revolución Ciudadana generó la inclusión de millones de personas en el mercado de consumo, creando una nueva clase media formada en los paradigmas del capitalismo. Valores de una real revolución, por ejemplo la cubana, como la solidaridad y la necesidad de combatir incansablemente la desigualdad, que aún persiste en Ecuador, no calaron en los corazones y las mentes de amplios sectores de la sociedad. Antes del gobierno del Presidente Correa las familia que hoy son parte de la nueva clase media estaban preocupadas de cómo alimentar a sus hijos. La catástrofe económica causada por el neoliberalismo hizo que al final de los años 90, miles de migrantes salieran del país en busca de trabajo. Miles de niños se quedaron solos con la esperanza de que un día sus padres volvieran. El suicidio infantil se transformaba en otra tragedia humana. Ahora los múltiples programas y medidas económicas de inclusión han permitido que esas mismas familias de la nueva clase media tengan casa propia, un trabajo digno, y que sus hijos sean becados en las mejores universidades del mundo.

Pese a esas conquistas que benefician a toda la población ecuatoriana, la nueva clase media mantiene los rasgos que la identifica claramente con la visión capitalista y conservadora de desarrollo, donde el resultado de las mejoras en su calidad de vida es percibida a partir del incremento en su capacidad de consumo como resultante de un supuesto esfuerzo individual, y no del esfuerzo colectivo revolucionario de la ciudadanía. Esa nueva clase media continúa mirando hacia arriba, identificándose con los símbolos de la burguesía ecuatoriana que dicta el discurso en contra los logros del gobierno. Ayudar al pobre que aún no ha conseguido incrementar su capacidad de consumo es responsabilidad de los otros.

El proyecto de Ley Orgánica para la Redistribución de la Riqueza, presentado a la Asamblea por el Presidente Correa, que aumenta el impuesto sobre las grandes fortunas heredadas por los hijos de unas pocas familias, fue incomprendido por diversos sectores que serían beneficiados por la mismo y acabó sirviendo como combustible para las marchas golpistas. Esto es un claro ejemplo de cómo no se han desarrollado acciones para que la Revolución Ciudadana se enrede lo suficiente en el tejido social. La eficiente comunicación gubernamental apenas ha conseguido teñir algunas partes de esa compleja tela, pero los procesos políticos indispensables para darle sustentación al proyecto revolucionario han sido claramente fallidos.

Desde que la Revolución Ciudadana llegó a la Presidencia, la promoción y las propuestas de desarrollo del país han sido constantes, pero lo mismo no ha ocurrido con la consolidación del poder popular que las viabilizará y defenderán. Las fuerzas conservadoras del país se aprovecharon de esa debilidad y sin duda el gobierno cedió terreno al no tomar en cuenta una mejor comprensión de la nueva demografía luego de 8 años de la Revolución Ciudadana.

Pese a la legitimidad de 10 elecciones ganadas, llegó la hora de hacer un punto de inflexión. Los resultados de la desestabilización han sido fructíferos gracias a la incapacidad de haber consolidado un frente popular, orgánico y revolucionario que adopte como suyo lo que “Mashi” (compañero en quichua) Rafael ha conseguido. Sin un giro estratégico de timón, que apunte al fortalecimiento y empoderamiento de la Revolución Ciudadana por las y los ecuatorianos, será muy difícil que soporte la violenta ofensiva conservadora que en un primer momento intenta tumbar ilegalmente al gobierno, pero que en realidad busca debilitar a Alianza PAIS para las elecciones del 2017.

Hubo un exceso de confianza al creer que el simple hecho de promover las conquistas sociales y económicas sería suficiente para dar continuidad al proceso de cambio. No se alcanzó la formación de cuadros a lo largo y ancho del país, organizando la política en el territorio para la defensa de las conquistas, y que en los momentos de radicalización del proceso revolucionario, como en esta coyuntura, sea posible responder sin mayores traumatismos.

Después de esta nueva etapa de la ofensiva conservadora, el gobierno ecuatoriano inició un gran Diálogo nacional alrededor del debate de la redistribución de la riqueza, buscando comprender mejor las demandas ciudadanas y aproximarse aún más al pueblo. Esta metodología fue utilizada de manera exitosa por el ex presidente Lula en Brasil, a través de lo que se denominaban “Conferencias Nacionales”, precedidas por conferencias municipales y regionales. A partir de los documentos formulados por la ciudadanía, el gobierno diseñaba el presupuesto del Estado, fueron 74 conferencias en menos de 8 años. El resultado fue un proceso democrático que al mismo tiempo que apuntó un norte al desarrollo de sectores clave del país, permitió el empoderamiento de la sociedad sobre el Estado a través de una cultura del diálogo y construcción colectiva.

Durante el Diálogo Nacional es imprescindible que el gobierno ecuatoriano produzca un acuerdo, un nuevo pacto social con la ciudadanía, que transforme al diálogo en la principal herramienta para la formulación de políticas públicas que atiendan de manera más eficiente las demandas populares. Este proceso podrá resultar en una amplia participación social, y consecuentemente en la defensa de la Revolución Ciudadana, cuyos valores se sedimentan en una visión de país justo y equitativo.

*El autor es Comunicador Social, de la Universidad de Sorocaba, Brasil, y candidato a Magister en Comunicación Política de la Universidad Autónoma de Barcelona. Más de 20 años de experiencia en diseño, desarrollo e implementación de estrategias comunicacionales junto a gobiernos, partidos y organizaciones sociales progresistas en América Latina. Articulista y panelista invitado de varios medios de comunicación para temas de política. Ha participado de diversos seminarios y conferencias como ponente. La más reciente, en junio del 2015, en la Conferencia Internacional “Nuevos Escenarios de la Comunicación Política en el Ambito Digital”, en La Habana, Cuba.