Por José Dos Santos
Nunca olvidaré la desenvoltura de ese querido "Cabezón" ante hechos noticiosos diversos, dinámicos y hasta singulares en las coberturas que compartimos, en mas de una ocasión: era cual maestro sin aires profesionales asumiendo los retos con una broma a flor de labios.
Nada parecía importunarle, ni el humo del tabaco de otro glorioso colega como Liborio Noval ni la insistencia por marchar a cumplir en tiempo un compromiso. Cumplía con sus deberes informativos para Radio Rebelde escogiendo, cercenando e interpretando los periódicos del día con la naturalidad que sólo aporta un oficio bien aprendido.
Sus agudas observaciones, las entrevistas nada complacientes, el indagar por senderos poco transitados y la fluidez de su verbo-prosa le convirtieron para los que le conocimos en un paradigma de esa profesión que parecía no ser tan compleja cuando de Orlando Contreras se trataba.
Tendríamos que divulgar su obra para que las nuevas generaciones no sólo le conocieran como individuo leal a sus principios y fortaleza inexpugnable a peligros y amenazas. De su etapa como corresponsal en Montevideo podría haber escrito aleccionadores episodios si se hubiera mirado a si mismo con los ojos de admiración que abríamos nosotros, los bisoños de entonces. Desde vejámenes a agresión física soportó sin flaquear en épocas de dictadura.
Nos veíamos luego de tanto en tanto, incluyendo temporadas de ejercicios en el gimnasio del Instituto de Cardiología, y siempre tenía el comentario jocoso y a la vez punzante sobre realidades y mentalidades. A la hora de escribir sus comentarios para Radio Rebelde ponía de manifiesto ese rasgo de su personalidad, el del látigo con cascabeles en la punta.
Lamento conocer de su desaparición física sin haberme despedido como corresponde de un gran amigo, personal, del periodismo y de su-nuestra Cuba revolucionaria. Tenerlo como acicate y ejemplo para intentar ser cada día mejor como persona y profesional será mi mejor homenaje.
