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Raúl Capote, un capítulo de su libro "Enemigo": La polémica intelectual

Presentación del libro de Raúl Capote, de izquierda a Derecha: el escritor Rogelio Riverón, Raúl Capote, el Ministro de Cultura de Cuba y el Ministro de Cultura de Venezuela, Pedro Calzadilla.

Presentación del libro "Enemigo", de izquierda a derecha: el escritor Rogelio Riverón, Raúl Capote, el Ministro de Cultura de Cuba, Abel Prieto, y el Ministro de Cultura de Venezuela, Pedro Calzadilla.

Fragmento del libro Enemigo, del escritor y ex agente de la Seguridad del Estado que se infiltró en la CIA, Raúl Capote. La obra fue presentada en la Feria Internacional del Libro de La Habana, el sábado 18 de febrero de 2012.

A raíz de la aparición en la TV de Luis Pavón, antiguo funcionario del Consejo de Cultura, Jorge Serguera y Armando Quesada, vinculados a una etapa gris, donde se cometieron errores e injusticias en el sector intelectual producto de una visión reductora del socialismo, contraria a los principios que preconizaba la política cultural de la Revolución y contraria a la esencia de la Revolución misma, un grupo de intelectuales utilizaron los correos electrónicos para intercambiar mensajes donde se criticaba duramente la aparición de dichos personajes en  programas de la televisión. Algunos fueron más allá y comenzaron a revitalizar el debate sobre un tema para muchos tabú. Se comenzó a hablar de una protesta de los intelectuales y la prensa internacional tergiversó y sobredimensionó lo que estaba ocurriendo en la isla.

Para esa fecha los requerimientos informativos desde los Estados Unidos y desde la oficina en México  dirigida por René Greenwald habían crecido extraordinariamente, pero la solicitud de información sobre lo que estaba sucediendo en Cuba con los intelectuales, sólo podía compararse con lo ocurrido cuando la proclama de la enfermedad de Fidel. Como en aquel momento, ahora sumaban decenas las solicitudes de análisis de la situación, recogida de estados de opinión, petición de datos sobre los principales implicados en la protesta. Trabajaba más de 12 horas al día, hasta altas horas de la madrugada para cumplir con la tarea. Querían saberlo todo, qué pensaba la gente, la magnitud de la protesta, la repercusión en el medio no intelectual, los principales escritores comprometidos en el envío de emails críticos, la actitud de los más jóvenes, la adhesión de estos  a la protesta.

Los mensajes se enviaban a René (usaba el seudónimo EGA, El Gran Amigo) y a Marc Wachtenheim (utilizaba el seudónimo AW, Amigo de Washington) a través de una cuenta de correo electrónico en gmail. Los mensajes iban encriptados y ocultos mediante el programa Puffv 101 Steganographer y Authoring que permitía esconder datos en archivos de audio o imágenes. En una canción cualquiera podía pasar oculto un mensaje o en un mega pixel de una fotografía, sin que pudiera ser detectado, un CD de música podía tener cientos de datos escondidos y funcionar normalmente, nadie que no tuviera el programa y conociera la clave de más de 16 caracteres podía ver la información que contenían.

Para trabajar con ese programa recibí entrenamiento de una personas que vino de los Estados Unidos. Estuve usando el Puffv 101 y el V-Safe100b, este último para ocultar información en memorias flash, hasta que recibí un medio de comunicación sofisticado e indetectable de manos de los norteamericanos.

Usando el Puffv envié en esos días decenas de informes sobre la protesta, pero las cosas comenzaron a tomar un curso que no era del agrado de Washington. La dirección de la Revolución abría espacios para debatir el tema y los intelectuales asumieron esos espacios que les brindaban para allanar el problema dentro de los marcos institucionales, los jóvenes artistas  no se dejaban confundir por las campañas del enemigo y sus lacayos,  la mayoría de la población se mantenía ajena a los acontecimientos.

Las interrogantes que llegaban desde los Estados Unidos eran: ¿Qué hacer? ¿Cómo lograr que la protesta tome el sendero que necesitamos? ¿Quiénes son los escritores sobre los que se puede lograr una influencia mayor? ¿Cuáles son los más descontentos? ¿Los que se sientes frustrados? ¿Los que consideran que las instituciones no reconocen sus méritos? ¿Qué piensan los jóvenes sobre la protesta? ¿Cómo podemos sumarlos?

Fui llamado con urgencia a la SINA, fue una de las últimas veces que entré a ese lugar, las instrucciones de no acudir más a la Sección de Intereses fueron categóricas. Ese día la nueva funcionaria de Prensa y Cultura, una mujer extremadamente nerviosa -fumaba un cigarro tras otro, cruzaba y descruzaba las piernas, no se estaba un segundo quieta en la silla- se dirigió a mí como si fuera su empleado de limpieza, un criado o algo así, lo que llevó a que me negara a intercambiar palabra con ella. Finalmente recibí instrucciones de llevar adelante la entrevista y no quedó más remedio que ir a su encuentro.

Primero le aclaré que no era una de las personas con las que ella había tratado en esos días desde su llegada a Cuba, le hablé con cierta dureza poniendo los puntos sobre las íes. Estaban preocupados porque la guerrita de los emails se estaba desviando a una senda no interesante para ellos, eso no es lo que nosotros queremos, no podemos permitirnos el lujo de desaprovechar esta oportunidad de oro, hay que lograr que se convierta en una protesta de los intelectuales contra el gobierno, hay que hacerles ver que las cosas no han cambiado desde Pavón para acá, sobre todo a los jóvenes hay que venderles la idea de que la represión sigue, que hoy el pavonato se llama Raúl Castro y tiene otros matices, hay que darle oxigeno urgente a la protesta, decía entre cruces vertiginosos de piernas, bocanadas de humo de cigarros encendidos unos con otros. No se estaba quieta un segundo, su mirada denotaba cansancio, un cansancio profundo, abisal. Preguntaba pero parecía no escuchar lo que se le decía, no  miraba nunca a los ojos de su interlocutor.

En esa misma línea se había manifestado Drew Blakeney al inicio de los acontecimientos, en esa misma directriz se expresaban René Greenwald (EGA) y  Marc W. (el Amigo de Washington): Hay que insuflarle oxígeno, darle vida y convertirla en algo mayor. Preguntaban nombres, caracterización de los líderes, sus debilidades; personas descontentas, poco reconocidas, gente que pudiera asumir la dirección con más empuje y decisión. Andaban desesperados buscando un líder que diera un vuelco a los acontecimientos.

La nueva funcionaria quería nombres y apellidos, dirección y teléfono de artistas, escritores, intelectuales en general, quería conversar con ellos personalmente, citarlos a su residencia, organizar una cena con muchos de los más recalcitrantes, buscar la forma de comprometerlos con una acción más enérgica.

Le expliqué: Dudo que algún intelectual asista a esa cena, además -y eso se lo presenté con fuerza a EGA y AW- si los citas a la SINA estás condenando a muerte el movimiento, si alguno de ellos asiste los van a culpar a ustedes de ser los autores intelectuales y a ellos de mercenarios al servicio del imperio. EGA y AW habían coincidido conmigo, pero la señora se empeñó en hacer la cena a la que no asistió ningún escritor, salvo los fabricados por ellos, ajenos a los acontecimientos, sucesos a los que nada podían aportar, pues tienen un principal defecto de fábrica:  no son escritores y artistas de verdad.