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La Operación Cóndor contra Cuba. Asesinos en Nicaragua (II)

José Luis Méndez Méndez

Pedro Etcheverry Vázquez

Es en ese escenario bélico que los maestros cubanos continuaron su honrosa misión. En la agresión contra Nicaragua, el gobierno de Estados Unidos involucró a algunos de sus aliados en el fortalecimiento militar de Honduras como punta de lanza en la región. Según estadísticas entre 1969 y 1988 la República Federal Alemana, Francia, Corea del Sur, Taiwán, Canadá, Bélgica, Argentina, Italia, Marruecos, Inglaterra y Japón, proporcionaron asistencia de este tipo.

Los bandidos nicaragüenses ya se ubicaban cerca de las ciudades principales y causaban terror a las poblaciones civiles. El 7 de junio de 1981, en las montañas de Las Nubes, ubicadas en el distrito de San Miguelito, perteneciente al Departamento de Río San Juan, en Nicaragua, dos maestros cubanos fueron atacados por sorpresa, por una banda. Uno de los jóvenes alfabetizadores, Francisco Concepción Castillo de 29 años, resultó gravemente herido de un balazo. Sus compañeros lograron rescatarlo. Durante cinco horas de marcha forzada a campo traviesa el herido fue llevado a recibir asistencia médica. Había perdido mucha sangre, pero llegó con vida a un puesto médico que le dio los primeros auxilios. Después fue trasladado hacia Managua.

La herida de Francisco fue grave, el proyectil se había alojado entre el corazón y los pulmones, provocando lesiones de cuidado. La atención que necesitaba requirió su traslado a Cuba, donde no obstante los esfuerzos médicos falleció el 6 de septiembre del mismo año, varios días después de practicársele una complicada intervención quirúrgica para extraer el proyectil.

Esta agresión  lejos de atemorizar a los maestros cubanos, renovó la disposición de asumir todos los riesgos y peligros para continuar su obra educativa. Miles de jóvenes se ofrecieron voluntariamente para ocupar el puesto de su compañero caído.

Un mes después de la acción terrorista contra el maestro cubano en Nicaragua, el 7 de julio, se graduaron 10 658 alumnos del Destacamento Pedagógico Universitario Manuel Ascunce Domenech, en el polígono de Ciudad Escolar Libertad, en La Habana. En el discurso que pronunciara Fidel señaló: “…ser maestro significa ante todo serlo en todos los órdenes de la vida. En el ejercicio de la profesión está implícita su ejemplaridad, divisa del educador comunista y condición indispensable para cumplir los altos objetivos de la escuela socialista”.

Con el propósito de continuar atemorizando a los maestros  cubanos y provocar que se retiraran de Nicaragua, los asesores militares argentinos en Honduras indicaron a la Contra nicaragüense que empleara el terror contra ellos. Las emisoras que incitaban a la violencia radiaban una consigna asesina: “Haga patria, mate un cubano”.

Y así sucedió. Muy pronto el terrorismo cobraría nuevas vidas de cubanos. Esta vez el 21 de octubre de 1981, en la localidad de Consuelo Bajo, a unos 30 kilómetros del poblado minero de Siuna, en el Departamento de Zelaya Norte, otra de las bandas terroristas financiadas y abastecidas por la CIA, atacó a los maestros cubanos Pedro Pablo Rivera Cué, de 26 años y Bárbaro Rodríguez Hernández,  de 27, que resultaron acribillados a balazos junto a dos de sus alumnos campesinos que los acompañaban, todo con la intensión de desanimar la campaña de alfabetización que había iniciado el gobierno nicaragüense.

Al día siguiente Fidel recibió un mensaje de Daniel Ortega Saavedra, coordinador de la Junta de Gobierno de Reconstrucción Nacional de Nicaragua, en el que se decía: “en esta hora de dolor común, nuestro pueblo quiere reafirmar su voluntad de seguir adelante en nuestra lucha por una Nicaragua nueva, en cuya construcción, los maestros cubanos están contribuyendo con generosidad y alto espíritu internacionalista”.

Otro maestro cubano asesinado en Nicaragua, fue el joven de 28 años Águedo Morales Reina,  el 4 de diciembre de 1981, cuando se trasladaba en una camioneta junto a varios compañeros. Al cruzar una quebrada, en la comarca de Aguas Sarcas, en las cercanías de Villa Sandino, a unos 50 kilómetros de la localidad de Juigalpa, en el Departamento de Chontales, cayó en una emboscada tendida por la Contra nicaragüense en la que Águedo recibió tres balazos que pusieron fin a su fecunda vida. La hermosa y noble obra de de este maestro cubano no se extinguió con su muerte.  Sus alumnos en Nicaragua aprendieron a leer y escribir. Sus compañeros, sin amilanarse, continuaron impartiendo clases y compartiendo la vida y el trabajo con sus educandos hasta el final del programa. La Revolución cubana siguió brindando su ayuda desinteresada.

El día 6 de diciembre de 1981, la Dirección Nacional del Frente Sandinista de Liberación Nacional (FSLN) remitió una carta a Fidel, donde resaltaba la calidad humana y revolucionaria de los maestros internacionalistas cubanos, hombres y mujeres jóvenes que se habían alejado de sus familias en Cuba, para viajar a los lugares más recónditos de Nicaragua a enseñar a leer y escribir en condiciones muy difíciles a las personas más pobres de ese pueblo.

El 10 de junio del 2008, durante una de las sesiones del Congreso Iberoamericano de Alfabetización y Educación Básica para Personas Jóvenes y Adultas, celebrado en el Palacio de Convenciones de La Habana, Luis Cabrera González, embajador de Nicaragua en Cuba, pidió un minuto. Muchos de los presentes pensaron que era un minuto de silencio, como es habitual para rendir homenaje a los caídos. Pero el representante nicaragüense sorprendió al auditorio, al solicitar un minuto de aplausos para los 4 maestros internacionalistas cubanos, que en 1981 habían sido asesinados en su país por bandas terroristas organizadas, armadas y financiadas por el imperialismo norteamericano.

Un millar de participantes de treinta naciones, incluyendo 125 especialistas cubanos, se pusieron de pie, visiblemente emocionados, para rendir un breve, pero merecido homenaje, a los jóvenes Francisco Concepción Castillo, Pedro Pablo Rivera Cué, Bárbaro Rodríguez Hernández y Águedo Morales Reina. ¡Sus vidas no se habían perdido en vano!

En este año, cuando se cumplirá medio siglo el 22 de diciembre de la heroica epopeya que significó erradicar en menos de un año el secular analfabetismo en Cuba y que ha permitido después sacar de la ignorancia a millones de latinoamericanos y en otros continentes por medio de campañas similares o con el sistema de Yo si puedo, llevado a varios idiomas, es digno recordar a esos mártires de la educación cubana, paradigmas de consagración y entrega.