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Ciudad en rojo: La Reivindicación de los jóvenes de Santiago de Cuba

Gilberto Calderón Romo
Cineforever
México

Ciudad en Rojo, ICAIC 2009

Ciudad en Rojo, ICAIC 2009

México, D. F. Mayo de 2010. Tal vez por ser un producto tardío de la Revolución Cubana, la película Ciudad en Rojo (ICAIC, 2008) coproducida con Venezuela y bajos los auspicios del programa Ibermedia, dirigida por la santiaguera Rebeca Chávez, no es un canto apologético del movimiento que terminó en Cuba con el gobierno de Fulgencio Batista el 1 de enero de 1959, ni una loa  a los sempiternos dirigentes barbudos.

De talante discreto, Rebeca Chávez se ha pasado la vida colaborando a la sombra de grandes directores como el documentalista Santiago Álvarez, y ella misma se ha consagrado como una eficaz realizadora en la especialidad. Tal cosa se pone de manifiesto en ésta su primera gran incursión en el género de ficción, por el cuidado casi miniaturista con el que cuida los detalles y por la minuciosidad con la que consigue el armado completo de la obra.

Ciudad en Rojo, es una elaboración fílmica de la novela Bertillón 166 de José Soler Puig, que mereció amplios reconocimientos en los medios literarios insulares. Se le agradece el haber prescindido -con algunas bienvenidas excepciones- de los grandes nombres cinematográficos, ya que lo común en el ICAIC es que las pocas filmaciones que se hacen se confíen una y otra vez a un reducido número de actores, que se autoprotegen del desempleo rampante y le obstruyen el camino a los jóvenes valores y es frecuente que en las cintas participen miembros de una misma familia.

Entre las excepciones referidas, hay que destacar la presencia de los consagrados Albertico Pujol (1960) y Patricio Wood (1961), rodeados esta vez, de un conglomerado de jóvenes frescos que además, dan perfectamente el tipo de los que existieron en los años 50 del siglo pasado, que es cuando la trama ocurre.

La ambientación del Santiago de Cuba de aquella época es notable, ya que se reconstruyó un fragmento de la zona comercial, se vistió a los personajes según la moda de la época y se utilizaron vehículos que en Cuba siguen  circulando, mientras en otros países son apreciadas piezas de museo.

El guión de la misma directora, es sobresaliente por su concisión y eficacia. Utiliza los modismos insulares y los ciñe estrictamente a la acción. La dirección de actores es pertinente y el desempeño de éstos, es puntual sin alardes melodramáticos ni exageraciones. Rebeca Chávez consigue que el hilo de tensión se mantenga del principio al final, con un suspenso al borde del abismo. (En algunos tramos, dan ganas de triturar la caja de palomitas de maíz).

Otro de los aciertos es la banda sonora confiada a los laboratorios mexicanos New Art Sound. La cámara es generosa con los paisajes de Santiago de Cuba y hay un guiño a los ritos santeros tan comunes en la locación, incluida una invocación a Santa Bárbara bendita, y una amistosa aparición del venezolano Norberto Codina (1951), director vitalicio de La Gaceta de Cuba.

En el relato se plantea la osadía de los jóvenes de clase media por combatir por medio de actos de sabotaje a la tiranía, y el suplicio de las familias ante la persecución militar y policiaca, algo que fue muy común en otros sitios como en la República Dominicana y en los países centro y sudamericanos que pasaron por esta clase de episodios.

Rebeca Chávez culminó la difícil tarea de hacer que predominaran en su narrativa, los valores cinematográficos sobre los políticos ya que, si bien la historia se centra en la lucha clandestina contra la dictadura (de Batista -1953-1959), pudo haber sucedido en cualquier otro sitio del subcontinente americano o del Caribe, en tanto establece un difícil equilibrio entre la fidelidad al sitio de origen, con situaciones universales. Tiene la delicadeza de no mostrar escenas de tortura, aunque sí aparecen a cuadro sus resultados y se pone en evidencia el racismo que es un ingrediente cultural que caracterizaba aquella era, y que aún pervive un poco atenuado, hasta nuestros días.

La conducta represiva de los guardias o casquitos -como eran conocidos popularmente los soldados batistianos- está recogida con puntualidad casi documental, sin poses demagógicas ni contemplaciones piadosas, lo cual hay que volver a agradecerle a la realizadora.

Tanto el centralismo político y cultural que siempre ha existido en Cuba, como  el predominio que Fidel Castro y el Ejército Rebelde alcanzaron sobre todos los demás grupos combatientes contra Fulgencio Batista, explican que la lucha clandestina en las ciudades haya permanecido en una discreta oscuridad literaria y cinematográfica, pero un recuento puntual de los muertos en combate, conduciría a pensar que fue mayor la aportación de mártires en las urbes que la de los reducidos contingentes que se refugiaron en la Sierra Maestra o en el Escambray. El hecho que hay que resaltar es que en aquél entonces, Santiago de Cuba era una ciudad pequeña de unas cuantas decenas de miles de habitantes, y que la organización de actos de sabotaje en esas condiciones equivalía prácticamente al suicidio. La capital oriental fue además, el principal centro de abastecimiento y protección de los barbudos y el hecho de que ahora se haga pública su contribución en un estupendo filme, es un acto de justicia tardío, pero largamente merecido y que por serlo, tiene un aire de reivindicación.

Ciudad en Rojo, tuvo un breve recorrido por los circuitos independientes y culturales de la ciudad de México, pero por fortuna está al alcance del público en el catálogo de Zafra Video que se expende en las principales tiendas de video, en Gandhi, en el Fondo de Cultura Económica, en la librería de la Cineteca Nacional, en Cinemanía en Plaza Loreto del Distrito Federal, en Mixup y en el circuito de Educal.