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Si no fuera por lo que son, los golpistas de Honduras y Oscar Arias serían cosa de risa

J.M Alvarez

Un día después de que el presidente de Costa Rica, Oscar Arias -el neoliberal que vendió su país a Estados Unidos (EEUU) uniéndose al Tratado de Libre Comercio y cambió la Constitución para permitir la reelección presidencial indefinida sin consultar al pueblo, para lo cual tuvo que comprar a varios jueces- presentara su propuesta para solucionar la crisis política en Honduras, los golpistas han efectuado una contrapropuesta, exigiendo la apertura de un juicio contra el presidente José Manuel Zelaya.

A estas alturas todo el mundo sabe que los militares hondureños (al contar con el apoyo de Obama), lo que pretenden es ganar tiempo para tratar de diluir las protestas populares. Su exigencia es una patochada burlesca, sólo superada por el “mediador” Oscar Arias, que incluso ofrece, en su “hoja de despropósitos”, una amnistía para que Micheletti y el general Romeo Vásques se vayan de rositas, después de haber asesinado al menos a cinco personas y de que existan, entre encarceladas y desaparecidas, unas 1.200 más según denuncian las organizaciones sociales hondureñas.

La pregunta es obvia: Si desean enjuiciar a Zelaya, ¿por qué cuando lo sacaron del Palacio presidencial, en lugar de encarcelarlo lo dejaron en libertad en una pista de aterrizaje del latifundio de EEUU que gestiona un Oscar Arias conocedor, desde hacía horas, de lo que se estaba cociendo, razón por la cual los insurrectos hicieron lo que les dio la gana en el aeródromo costarricense? ¿Alguien en su sano juicio podría pensar que si los golpistas hubieran contactado con un presidente digno, éste les habría permitido, al menos, despegar impunemente tras el gravísimo acto delictivo que estaban desarrollando?

Si no fuera porque asesinan, son corruptos, expertos en prácticas mafiosas y siervos del imperialismo, los golpistas de Honduras y Oscar Arias serían cosa de risa.