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Muere en Miami Gerard Jean Just: “Mi rosario es mi única arma”

11 de junio de 2009
Andrés Gómez es director de Areítodigital

Miami.-  En este Miami increíble, este delirante circo de tantas pistas, donde terroristas, como Luis Posada Carriles y sus consortes, insolentemente protegidos por los gobiernos de Estados Unidos con la más desvergonzada impunidad continúan planeando actos de terrorismo y asesinatos políticos, como el del Presidente Chávez que hubiera ocurrido en San Salvador durante la visita a esa capital del presidente venezolano para los recientes actos de toma de posesión del nuevo presidente salvadoreño, denunciado recientemente por el gobierno de Venezuela, sin que aquí siquiera públicamente se supiera que Posada haya sido investigado por esa denuncia por las autoridades federales estadounidenses; en este Miami donde también recientemente un juez de distrito del estado de la Florida–cargo electivo- otorgó nada menos que mil millones de dólares (supuestamente a ser pagado por la República de Cuba) a un tal Gustavo Villoldo, cubano de nacimiento, destacado agente de la CIA, como compensación por el suicidio de su padre ocurrido en 1959, en Cuba, según mantiene el Villoldo, como consecuencia de la confiscación por el gobierno cubano del negocio de venta de automóbiles propiedad de su padre. Pero en este insólito Miami  también tienen lugar hechos de altruismo y valentía.

Tal fue la vida del sacerdote y dirigente haitiano Gerard Jean Juste muerto en Miami como consecuencia de una larga y debilitante enfermedad el pasado 27 de mayo cuando sólo tenía 62 años de edad.

Jean Juste trabajó a favor de los más necesitados de su pueblo largos y penosos años tanto en Miami como en su patria. Aquí dirigió desde finales de los años setenta hasta su regreso a Haití en los años 90 el Centro de Refugiados Haitianos.  Durante todos esos largos años aquí defendió, contra viento y marea, el derecho de los haitianos a ser considerados inmigrantes políticos -con todos los derechos inherentes a esa clasificación migratoria- como lo son los cubanos que ilegalmente inmigran a Estados Unidos, desafiando por esa causa a la propia jerarquía de su iglesia en esta archidiócesis, a las autoridades federales, especialmente aquellas competentes en asuntos de inmigración, y a los gobiernos locales dominados por los que se siguen oponiendo a su causa a favor de la justicia  por racismo, por razones políticas e ideológicas, por ignorancia, o por egoísmo.

Jean Juste fue ejemplo del sacerdote arraigado en las enseñanzas y prácticas de la Teología de la Liberación. De regreso a Haití se mantuvo como dirigente del movimiento Lavalás y en 1991 fue miembro del Gabinete del Presidente Aristide, representando a los intereses de los haitianos viviendo en el extranjero.  Durante todos estos años desde 1990, sufrió en su persona la brutalidad de los gobiernos antinacionales impuestos al pueblo haitiano. En Haití, aunque rector de la iglesia de Sainte Claire, ubicada en un paupérrimo barrio de Puerto Príncipe, fue encarcelado y torturado en varias ocasiones por esas autoridades por su dedicación a la justicia y a las causas de los más necesitados de su pueblo.

Por largos años fui parte de una notable coalición de organizaciones e individuos en Miami, de la cual el padre Jean Juste era parte, que luchamos unidos a favor de muchas e importantes causas justas.  Trabajé, y trabajamos, muchos compañeros y compañeras junto a él por defender los derechos inalienables de todos los pueblos de Nuestra América a un presente y a un futuro mejor.  Fue un firme defensor de los procesos de liberación de todos nuestros pueblos y así también de la Revolución del pueblo cubano.  Mucho lo respetamos, queremos y admiramos, por su valor y compromiso personal y por su obra.

El fin de semana pasado, aquí en Miami, sus compatriotas haitianos, como también otros antillanos y latinoamericanos, además de norteamericanos –blancos y negros-, sus amigos y compañeros de lucha -por los miles-  lo acompañamos durante dos días en un triste adiós en el Centro Católico Notre Dame D’Haiti en el barrio haitaino de esta ciudad.

Torrenciales aguaceros mantuvieron vigilia al cadáver del noble haitiano simbolizando la gran pena que todos sentimos por los años que no pudo seguir ofreciendo a la causa de los más indefensos.

En el 2007, consciente de que si regresaba a Haití su vida corría grave peligro, fue a Haití y ante el tribunal se defendió de una burda acusación presentada por sus enemigos en su contra de ser responsable del asesinato de un conocido periodista haitiano. A semejante acusación Jean Juste respondió: “Mi rosario es mi única arma”.