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José Martí: El ideal de Nuestra América

José MartíLa realización humanista y democrático revolucionaria, emprendida en Nuestra América, tiene mucho de José Martí, quien proclamó con los pobres de la tierra quiero yo mi suerte echar y los tuvo presentes hasta su último aliento.

Bañados el cuerpo y el alma por el sol radiante de la patria, Martí confesó al amigo Manuel Mercado, víspera de su muerte en combate, el ideal supremo de su vida, impedir a tiempo con la independencia de Cuba, la expansión de Estados Unidos a las Antillas y caer con esa fuerza más sobre nuestras tierras de América.

En la célebre carta inconclusa del 18 de mayo de 1895, apuntó: el camino que se ha de cegar, y con nuestra sangre estamos cegando, de la anexión de los pueblos de nuestra América, al Norte revuelto y brutal que los desprecia.

A la edad de 42 años estaba en la plenitud intelectual y política aquel cubano universal que comprendió, antes que otros, los peligros emanados desde el poderoso vecino del norte y cuanto de común existía entre las naciones continentales del Bravo al Magallanes y las islas del mar Caribe.

Su pensamiento fundacional aparece en el discurso del 19 de diciembre de 1889, en la Sociedad Literaria Hispanoamericana de Nueva York, ante los delegados a la Conferencia Internacional Americana de Washington, y en el memorable texto Nuestra América (Periódico El Partido Liberal, México, 30 de enero de 1891).

Desde septiembre de 1889, con su brillante pluma, el periodista Martí reportó en cartas a La Nación de Buenos Aires, historia, detalles y desarrollo de la Conferencia Americana, que inició sus sesiones el 2 de octubre de 1889.

Tuvo el concurso de Gonzalo de Quesada y Aróstegui, entonces secretario de Roque Sáenz Peña, delegado de Argentina a la reunión, según se observa en la correspondencia entre ambos.

La representación de Estados Unidos recomendó -7 de abril de 1890- la adopción de una moneda común de plata de uso forzoso en el comercio de todos los estados de América, pero estos planes se fueron al piso.

Cinco repúblicas Chile, Argentina, Brasil, Colombia y Uruguay- fueron encargadas de estudiar las proposiciones. La Comisión consideró inoportuno recomendar esta moneda, propuso la adopción del bimetalismo, el establecimiento de una relación común entre oro y plata por los grandes poderes comerciales y la convocatoria de una Conferencia Monetaria Universal.

Designado el 23 de diciembre de 1890, representante de Uruguay a la Conferencia Monetaria Internacional de Washington, Martí tuvo el honor de presentar el 30 de marzo de 1891, su informe sobre Bimetalismo a nombre de la comisión encargada de estudiar las proposiciones de Estados Unidos.

Ante el rechazo hispanoamericano, la Conferencia fracasó. En un artículo de fondo sobre este tema para La Revista Ilustrada (Nueva York, mayo de 1891), preguntó:

¿Pueden los Estados Unidos convidar a Hispanoamérica a una unión sincera y útil para Hispanoamérica? ¿Conviene a Hispanoamérica la unión política y económica con los Estados Unidos? Tales preguntas mantienen su vigencia en el siglo XXI.

Mucho trabajó y sufrió José Martí en aquellos meses. El 27 de noviembre de 1889, desde Nueva York escribe a Gonzalo de Quesada: El trabajo se está vengando de mí. Llegué antier, y todavía no he levantado la cabeza. Sólo que con el orgullo de estas cosas que suceden, tengo más gusto para trabajar, y me sale la tarea menos violenta y enfermiza.

Y añade: El tiempo me falta; pero no para releer el excelente discurso de Sáenz Peña que acaba con una declaración formidable, que he de poner una y otra vez donde todo el mundo la vea y le he de dar la forma que merece.

En febrero de 1891, en Washington, cuenta en una carta a Quesada acerca de la Comisión en que representa a Uruguay. En otra le dice: Tengo hinchada la mano de tanto escribir. Me cayó el trabajo encima. No le digo que lo siento porque sería hipocresía ¡Libre el campo, al fin libre y mejor dispuesto que nunca, para preparar, si queremos la revolución, ordenada en Cuba, y con los brazos afuera! .

De aquel pesar profundo nacieron sus Versos Sencillos (Nueva York, 1891), regalo maravilloso de este poeta excepcional, en cuyo prólogo expresa:

Mis amigos saben cómo me salieron estos versos del corazón. Fue aquel invierno de angustia, en que por ignorancia, o por fe fanática, o por miedo, o por cortesía, se reunieron en Washington, bajo el águila terrible, los pueblos hispanoamericanos Y la agonía en que viví, hasta que pude confirmar la cautela y el brío de nuestros pueblos .

A partir de 1892 se dedicó por entero a preparar la Guerra necesaria.

Licenciada en Historia y periodista cubana. Colaboradora de Prensa Latina.