- Cubadebate - http://www.cubadebate.cu -

Capitulo II: Acciones terroristas contra Cuba

El pueblo cubano ha sido víctima por más de cuatro décadas de innumerables actos y ataques terroristas alentados desde el exterior, los cuales han causado cuantiosas pérdidas materiales y humanas, y han motivado incalculables sufrimientos a sus ciudadanos. Altísimo ha sido también el costo económico que ha pagado la nación cubana como consecuencia de los sucesivos sabotajes e incluso agresiones biológicas de las que ha sido víctima.

Estos actos terroristas han tenido como objetivo destruir mediante el terror, la inestabilidad y la incertidumbre, la opción política y social que el pueblo cubano libremente ha adoptado en pleno ejercicio de su derecho a la libre determinación. El territorio de los Estados Unidos ha sido utilizado de forma sistemática y permanente para planear, financiar, reclutar, entrenar y apoyar la realización de los actos terroristas contra el pueblo cubano.

Las modalidades de terrorismo empleadas contra Cuba han sido en lo fundamental las siguientes: sabotaje o destrucción de objetivos económicos y civiles dentro del país; ataques contra instalaciones costeras, naves mercantes y embarcaciones pesqueras; atentados contra instalaciones, medios y personal cubano en el exterior, incluidas sedes diplomáticas, oficinas de aviación y naves aéreas; intentos de asesinato a sus principales dirigentes; introducción de gérmenes y plagas contra la agricultura y la explotación pecuaria; e introducción de cepas de enfermedades contra las personas, entre otros.

Como resultado de al menos 681 acciones de terrorismo y agresiones contra el pueblo cubano que han sido probadas y documentadas, se ha producido la pérdida irreparable de la vida de 3 478 de sus hijos y otros 2 099 cubanos han recibido lesiones permanentes en su integridad física. Cabe destacar que estas acciones no han cesado a lo largo de los años: 68 tuvieron lugar en la década de 1990 y otras 39 en el curso de los últimos cinco años.

Las víctimas de las acciones terroristas contra Cuba no han sido sólo nuestros ciudadanos. Un total de 190 atentados terroristas han sido dirigidos contra personas o bienes de terceros países radicados en territorio norteamericano. Además, se organizaron y ejecutaron docenas de acciones contra bienes de compañías extranjeras que mantenían relaciones económicas con Cuba, o contra representaciones de países que mantenían vínculos con el país.

Las actividades terroristas se incrementaron significativamente y adquirieron la categoría de práctica sistemática de la política de hostilidad contra la Revolución Cubana a partir del año 1961, como consecuencia del Programa de Acción Encubierta contra el régimen de Castro, aprobado el 17 de marzo de 1960 por el entonces Presidente D. Eisenhower y que fuera proseguido por el Presidente J.F.Kennedy. En ese plan, entre otras cosas, se autorizaba la creación de una organización secreta de inteligencia y de acción dentro de Cuba y para ello se asignaban los fondos necesarios a la Agencia Central de Inteligencia.

El 18 de enero de 1962, se adopta el conocido como Proyecto Cuba, que contenía 32 tareas de guerra encubierta que debían ser ejecutadas por los departamentos y agencias participantes en la llamada Operación Mangosta.

Además de los centenares de acciones realizadas directamente por los Servicios Especiales del gobierno de los Estados Unidos, resultaría difícil enumerar en este documento todo el universo de actos y acciones terroristas consumados o neutralizados en su fase preparatoria, cuya responsabilidad recae en las organizaciones radicadas en el territorio de los Estados Unidos, conformadas por terroristas de origen cubano, muchos de los cuales fueron incluso entrenados en su momento por la Agencia Central de Inteligencia y unidades del ejército estadounidense.

En 1960 se realizaron numerosos actos de terrorismo contra instalaciones públicas como cines, teatros, escuelas y comercios, con el objetivo de sembrar el pánico y el terror entre la población. La más criminal y sangrienta de las acciones emprendidas durante ese año fue la voladura, el 4 de marzo de ese año, del vapor francés La Coubre, en el puerto de La Habana, en los momentos en que se descargaban las municiones compradas en Bélgica para el Ejército Rebelde. Este criminal atentado ocasionó 101 muertos, entre ellos varios franceses, más de 200 heridos y numerosos desaparecidos.

Otras acciones, no menos sangrientas, tuvieron lugar el propio año en zonas urbanas de la capital del país, entre las que podrían mencionarse:

-El lanzamiento el 21 de enero, de cuatro bombas de 100 libras sobre los conglomerados urbanos de Regla y Cojímar.
-El lanzamiento, el 11 de febrero, de fósforo vivo sobre el poblado de El Cano.
-El ametrallamiento, en octubre y diciembre, de los alrededores de Río Cristal, Rancho Boyeros y Arroyo Arenas.

Entre los ataques a objetivos económicos realizados en 1960, podría destacarse el ocurrido el 18 de febrero. Ese día, el avión que bombardeaba el Central España, fue destruido en el aire por una de sus propias bombas. Piloteaba la nave el norteamericano Robert Ellis Frost, acompañado por Onelio Santana Roque, ex miembro de los cuerpos represivos de la dictadura batistiana. La carta de vuelo registraba la salida del avión del aeropuerto de Tamiami, Florida. Por otros documentos hallados junto al cadáver del estadounidense, se descubrió que en tres ocasiones anteriores había participado en ataques aéreos contra Cuba y que iba a cobrar por el bombardeo de ese día 1 500 dólares.

Es significativo que la mayoría de los más connotados representantes del exilio anticubano participaron directamente y ejecutaron actos terroristas contra Cuba en la década del 60. Una información publicada en el periódico Revolución, del 30 de diciembre de 1960, dio cuenta de la ocupación de una fábrica de bombas y la detención de 17 terroristas que siguiendo instrucciones de la Embajada de Estados Unidos en La Habana, se habían dedicado a poner petacas con explosivos plásticos en tiendas comerciales. Entre esos terroristas cubanos, aparecen dos personeros conocidos hoy como supuestos opositores políticos pacíficos. Ellos son nada menos que el periodista y publicista Carlos Alberto Montaner (cabecilla de la mafia anticubana en Madrid, quien no fue condenado entonces porque era menor de edad; se refugió en una Embajada latinoamericana para salir del país), y el Excelentísimo Embajador para los Derechos Humanos de EE.UU., Armando Valladares, falso escritor- paralítico a quien se vio por televisión levantarse de su silla de ruedas y correr 400 metros planos.

En 1961 se intensificaron los atentados terroristas, que incluyeron: la quema de cañaverales durante la zafra azucarera, el sabotaje a fábricas y los ataques contra fincas, actos que causaron la muerte a 281 ciudadanos, en su mayoría campesinos, mujeres y niños inocentes, así como milicianos y jóvenes voluntarios que participaban en la Campaña de Alfabetización iniciada el propio año.

Un hecho notorio en el período fue el sabotaje terrorista, el 13 de abril de 1961, de la mayor tienda por departamentos del país, El Encanto, ubicada en el mismo centro de la capital. Este atentado provocó la muerte de la trabajadora Fe del Valle, la destrucción total del inmueble y puso en peligro gran número de hogares cubanos.

En el mes de abril de ese propio año, se produjo la invasión por Playa Girón (Bahía de Cochinos) perpetrada por un ejército de aproximadamente 1 500 mercenarios, organizado, entrenado, equipado, financiado y transportado por el Gobierno de los Estados Unidos. El frustrado plan preveía el desembarco de las tropas norteamericanas, que contemplaron desde sus barcos la derrota de los mercenarios.

Muchos de los mercenarios que participaron en aquella invasión y en otras acciones terroristas de la guerra sucia contra Cuba, se mantienen activos en las filas de las organizaciones terroristas que actualmente operan contra nuestro país. Muchos otros se enrolaron como agentes a sueldo al servicio de la CIA para llevar a cabo operaciones encubiertas en América Latina y otras regiones del mundo en tareas de terrorismo, asesinato político, tráfico de armas y narcóticos, y guerras sucias como la llevada a cabo contra la Revolución Sandinista en Nicaragua. A otra parte importante de ellos, se les instruyó disfrazarse de exilio político-pacífico contra la Revolución Cubana, agrupándose muchos de ellos en la llamada Fundación Nacional Cubano Americana. Este grupo públicamente redimido de la violencia terrorista, nunca renunció, sin embargo, a lo que realmente sabe y disfruta hacer. Se ha mantenido organizando y financiando acciones terroristas como las llevadas a cabo contra instalaciones turísticas cubanas por mercenarios centroamericanos en la década de 1990.

El bandidismo

Otra forma de terrorismo empleada contra Cuba fue el bandidismo, bautizado así por el pueblo por las felonías y los asesinatos cometidos por las 299 bandas terroristas que, entre 1959 y 1965, actuaron a lo largo y ancho del territorio cubano, armadas, sostenidas y dirigidas por el Gobierno de Estados Unidos. El bandidismo tuvo su enclave principal en las montañas del Escambray, en el centro del país. Estas bandas dejaron más de 500 muertos, principalmente campesinos y obreros agrícolas inocentes, y un legado de dolor en nuestro pueblo.

El pueblo cubano recuerda con singular tristeza los asesinatos en 1961 del maestro Conrado Benítez y del campesino Eliodoro Rodríguez, el 5 de enero; del maestro Delfín Sen Cedré, en octubre; y del maestro Manuel Ascunce Domenech y el campesino Pedro Lantigua, el 26 de noviembre, crímenes llevados a cabo con el fin de hacer fracasar la Campaña de Alfabetización.

Por esta época fueron asesinados varios adolescentes y niños con el objetivo de sembrar el terror y desalentar el apoyo a la Revolución entre los campesinos y obreros agrícolas. Tales fueron los casos de los crímenes cometidos contra la vida de varios niños en la localidad de Bolondrón: Yolanda y Fermín, de 11 y 13 años de edad, de Albinio Sánchez Rodríguez, de 10 años y de Reinaldo Núñez-Bueno, de 22 meses de edad.

Muchos documentos hoy desclasificados demuestran el vínculo histórico entre el Gobierno de Estados Unidos y las bandas que operaban dentro de nuestro país. En octubre de 1961, el inspector general de la CIA, Lyman Kirkpatrick, presentó un informe secreto que refería una acción encubierta, conocida como Operación Silencio, en la que por orden del gobierno norteamericano la CIA realizó 12 operaciones para el abastecimiento de armas, municiones y explosivos a las bandas armadas que operaban en nuestro país.

En el mismo documento, y en referencia al enorme centro establecido por la CIA en la Florida para llevar a cabo actividades encubiertas contra Cuba, Kirkpatrick reconoció que de enero de 1960, cuando contaba con 40 personas, el Buró se expandió a 588 para el 16 de abril de 1961, convirtiéndose en uno de los más grandes buroes en los servicios clandestinos.

El secuestro de aeronaves fue otro tipo de acciones terroristas concebidas por la CIA en su programa para derrocar a la Revolución Cubana. Con estos hechos, la Agencia Central de Inteligencia del Gobierno de los Estados Unidos inauguró una nueva figura terrorista que no tenía precedentes hasta ese momento. Entre 1959 y el 2001 51 aviones cubanos fueron secuestrados. Casi sin excepción, todos fueron dirigidos hacia Estados Unidos y la inmensa mayoría de ellos nunca fueron devueltos. Pilotos, custodios y pasajeros, resultaron asesinados o heridos por los secuestradores. Varios aviones fueron destruidos o seriamente dañados en los intentos frustrados.

A modo de ejemplo, citaremos lo ocurrido el 27 de marzo de 1966. Un terrorista, utilizando un arma de fuego, intentó desviar hacia Estados Unidos, donde eran siempre recibidos como héroes, un avión IL-18 de la compañía Cubana de Aviación, con 97 personas a bordo, incluido 14 niños. Al fracasar en su intento, por la valiente y decidida conducta del capitán, quien se negó a desviar la nave y aterrizó en el Aeropuerto Internacional de La Habana, el secuestrador asesinó al piloto y al custodio y causó heridas graves al copiloto.

Al inicio de la década de 1970 se crearon nuevas organizaciones terroristas integradas por torturadores y esbirros de la dictadura batistiana y otros criminales que abandonaron el país en 1959. El terrorismo siguió siendo un negocio lucrativo para la mafia cubanoamericana, amparadas por la complicidad y la tolerancia de las autoridades de Estados Unidos.

Organizaciones como Alpha 66 y CORU, asentadas en los estados de la Florida y Nueva Jersey, fueron responsables de gran parte de las acciones terroristas contra el pueblo cubano ocurridas en la década del 70 y los 80.

El 12 de octubre de 1971, se produjo un ataque artero contra el poblado de Boca de Samá, en la costa norte de la antigua provincia de Oriente. Esta cobarde acción contra un pequeño poblado cubano provocó dos víctimas mortales y heridas a otros vecinos del poblado, entre ellos dos niños.

Por esos años, el terrorismo se tradujo, igualmente, en acciones paramilitares contra embarcaciones mercantes y pesqueras de Cuba. El 4 de octubre de 1973, los pesqueros cubanos Cayo Largo 17 y Cayo Largo 34, fueron atacados por dos cañoneras tripuladas por terroristas, que asesinaron al pescador Roberto Torna Mirabal y abandonaron al resto de los tripulantes, en balsas de goma, sin agua ni comida.

El 6 de octubre de 1976, ocurrió el más monstruoso y repugnante acto terrorista cometido en ese período: el estallido en pleno vuelo de un avión de la aerolínea Cubana de Aviación con 73 personas a bordo, de ellas 57 cubanos, 11 jóvenes guyanenses (6 de ellos seleccionados para estudiar medicina en Cuba) y 5 ciudadanos de la RPD de Corea. Todos perecieron.

El atentado contra el avión civil cubano fue cometido por dos mercenarios de nacionalidad venezolana, contratados por dos de los más connotados terroristas de origen cubano: Orlando Bosch Ávila (autor de 321 acciones terroristas), quien, pese a la opinión contraria del Departamento de Justicia, recibió una autorización especial del Presidente Bush padre para residir en Estados unidos y vive en Miami desde 1990; y Luis Posada Carriles, preso actualmente en Panamá por intentar asesinar al Jefe de Estado cubano. Ambos habían sido reclutados por la CIA desde 1960 y se les había especializado en sofisticadas técnicas de sabotaje con todo tipo de medios. Los dos terroristas mencionados integraban entonces la organización CORU, fundada en junio de 1976 por el propio Orlando Bosch, unificando varias organizaciones terroristas. CORU incrementó considerablemente las acciones terroristas no solo contra Cuba, sino también contra otros 24 países de Europa, de América Latina y de Centroamérica.

Al tiempo que se continuaron desarrollando actos terroristas en el territorio cubano, el escenario de algunas de esas actividades se desplazó hacia los Estados Unidos, y se dirigieron contra intereses asentados allí de países que mantenían relaciones y comercio con nuestra nación, contra funcionarios diplomáticos cubanos en la Misión ante las Naciones Unidas, contra instituciones privadas de ese país e incluso, contra emigrados cubanos que estaban en desacuerdo con la política terrorista de la mafia cubano-americana.

El pueblo norteamericano experimentó con horror en su propia casa el terror que sus gobernantes habían desatado contra un pequeño país vecino a partir de 1959.

Las autoridades norteamericanas, lógicamente, comenzaron a reaccionar deteniendo a algunos terroristas o intentando desmantelar ciertos grupos que actuaban de forma independiente y por cuenta propia. Para evadir la acción de las autoridades, muchos grupos utilizaron como ardid la disolución pública, el cambio en sus nombres, la interrupción temporal de sus acciones e incluso, cambiaron la base de sus operaciones hacia otros estados de la Unión.

Sin embargo, aquellas bandas terroristas que respetaron las normas de conducta pública impuestas por las autoridades norteamericanas y mantuvieron su accionar terrorista exclusivamente contra el territorio cubano fueron toleradas.

Entre algunas de las acciones terroristas contra Cuba realizadas en el propio territorio de los Estados Unidos podrían mencionarse:

- El 5 de junio de 1976, la Misión de Cuba ante la ONU fue objeto de un atentado con explosivos, ocasionando importantes pérdidas.

- En 1977, se produce el asesinato de los emigrados cubanos Carlos Muñiz Varela y José Eulalio Negrín, por sus posiciones favorables al diálogo con Cuba.

- En marzo de 1980, se colocó una potente bomba en el auto del Representante Permanente de Cuba ante la ONU, en Nueva York, y el 11 de septiembre de ese mismo año, fue asesinado el diplomático Félix García, integrante de la misma Misión.

Bioterrorismo

Una de las modalidades más despiadadas de terrorismo utilizadas contra los cubanos ha sido el bioterrorismo. En 1971, agentes vinculados a grupos terroristas cubanoamericanos introdujeron en Cuba el virus de la fiebre porcina africana. Al desencadenarse un brote de la enfermedad, las autoridades sanitarias cubanas se vieron obligadas a ordenar el sacrificio de 500 mil cerdos, con el objetivo de evitar una epidemia de proporciones nacionales. Era la primera vez que la enfermedad se manifestaba en el hemisferio occidental.

El bioterrorismo fue empleado no solo contra la producción agropecuaria, sino contra nuestra población.

En mayo de 1981, se comenzaron a reportar casos de enfermos infectados con el virus del Dengue-2, popularmente conocido como Dengue Hemorrágico, de una cepa del virus distanciada genéticamente de las que a la sazón estaban circulando en otros países del Caribe y que, en cambio, estaba relacionada con cepas de laboratorio desarrolladas únicamente en instalaciones norteamericanas. En pocas semanas, se desató la epidemia de una enfermedad que nunca había existido en el país, alcanzando la cifra sin precedente de 344,203 personas infectadas. Fallecieron 158 personas como consecuencia de la epidemia, de ellas 101 niños.

Las investigaciones y los minuciosos estudios llevados a cabo evidenciaron que la epidemia fue introducida deliberadamente en el territorio cubano por agentes terroristas al servicio del Gobierno de los Estados Unidos. Según declaraciones del experto norteamericano, coronel Phillip Russell, durante el XIV Congreso Internacional del Océano Pacífico, especialistas norteamericanos en guerra biológica habían sido los únicos en obtener una variedad del mosquito Aedes Aegypti sensiblemente asociada a la trasmisión del virus del Dengue-2.

En el juicio celebrado en 1984 en los Estados Unidos contra Eduardo Arocena, cabecilla de la organización terrorista Omega 7, este confesó haber introducido gérmenes en Cuba y reconoció que el virus del Dengue Hemorrágico fue introducido en la Isla por grupos radicados en los Estados Unidos.

Días antes de que comenzara a manifestarse la enfermedad en Cuba, el ejército norteamericano inmunizó al personal de la Base Naval de Guantánamo con una vacuna que incluía la protección contra el Dengue-2. Ello propició que en dicho enclave militar no se registrara un solo caso de la enfermedad que, en cambio, golpeó significativamente al resto del territorio nacional, sin excepción alguna.

De no haber sido por el colosal esfuerzo emprendido por todo nuestro pueblo y Gobierno, habrían podido fallecer decenas de miles de personas, en su inmensa mayoría niños. En poco más de cuatro meses, logramos derrotar una epidemia que muchos expertos pronosticaron que necesitaría años para ser erradicada. La afectación económica fue también considerable.

Los cambios en el escenario internacional impusieron la mutación en las formas y manifestaciones del terrorismo contra Cuba. Los sectores más reaccionarios de la emigración cubana en Estados Unidos, y particularmente en la Florida, alentaron nuevamente la vía del terrorismo en su guerra contra Cuba, al final de la Administración Bush (padre). Eso motivó el desarrollo con cierta fuerza de diversas acciones terroristas, durante los dos mandatos de la Administración Clinton.

La Fundación Nacional Cubano Americana (FNCA), financista de campañas políticas de varios legisladores e incluso presidentes estadounidenses, asumió la organización y financiamiento de las acciones terroristas contra Cuba a partir de 1992. Al servicio, bajo las órdenes y con el dinero de la FNCA, fueron reclutados en países de Centroamérica varios terroristas, que colocaron bombas en instalaciones turísticas cubanas por el cobro de una recompensa. En 1997, hicieron estallar siete bombas en hoteles e instalaciones turísticas del país. En uno de esos atentados, falleció el joven turista italiano Fabio Di Celmo. El objetivo era claro: arruinar la industria turística cubana, la cual ya se perfilaba como principal rubro económico del país

Las acciones terroristas contra Cuba no han cesado. Baste señalar que entre el 6 de agosto del 2002 y el 10 de abril de 2003, ocurrieron otros 11 actos terroristas, en su mayoría secuestros de aeronaves y embarcaciones para dirigirlas a Estados Unidos. Todas estas acciones fueron violentas, utilizándose armas blancas, objetos punzantes e incluso armas de fuego para amenazar a la tripulación y los pasajeros.

Los secuestradores juzgados en Cuba han sido sancionados con severas penas, lo cual generalmente no ocurrió con los procesados en Estados Unidos.

El pueblo y el Gobierno cubanos, que por varias décadas han luchado ejemplarmente contra el terrorismo internacional, tienen la firme voluntad de continuar enfrentando y combatiendo el terrorismo en todas sus formas y manifestaciones, sobre la base de la convicción de que todo acto terrorista es repudiable y debe ser combatido.

Cuba considera que todos los actos y acciones terroristas afectan la vida, la salud, los bienes y la seguridad de personas inocentes, violan la soberanía y la integridad territorial de los Estados, ponen en peligro el funcionamiento y la estabilidad de las instituciones nacionales, causan graves daños a la infraestructura productiva y a la actividad económica de los Estados y acentúan la desestabilización de la situación internacional, creando nuevos focos de tensión y provocando, en ocasiones, conflictos internacionales.

En consecuencia, Cuba aboga por una cooperación internacional verdaderamente eficaz, que permita prevenir y combatir todos los actos de terrorismo, eliminar sus causas, asegurar la aprehensión, el enjuiciamiento o la extradición de los autores, organizadores y patrocinadores de actos y acciones terroristas, así como de todos aquellos que las apoyan o financian. Sin embargo, esta cooperación debe tener legitimidad internacional y basarse en el respeto irrestricto del Derecho Internacional, de la Carta de las Naciones Unidas y de los instrumentos internacionales de derechos humanos.

Cuba, como muestra de su compromiso internacional en la lucha contra el terrorismo, ha ratificado o se ha adherido a los 12 Convenios y Protocolos internacionales existentes en materia de terrorismo. En diciembre de 2001, promulgó la Ley No. 93 Contra Actos de Terrorismo, que es un código integral, moderno y severo para el enfrentamiento de este flagelo.

No existe un terrorismo bueno y un terrorismo malo. Tampoco existen distintos tipos de terrorismos, en dependencia de quién lo lleve a cabo y contra quién se ejecuten estos actos criminales. El pueblo cubano exige justicia y que se ponga fin a la impunidad de los grupos terroristas que actúan contra Cuba desde el territorio de los Estados Unidos de América.