“Cada día llega más gente a luchar junto al ISIS”. Las familias de Sirte explican que la vida en el feudo libio de los yihadistas se hace insoportable (Fuente: El Mundo)
Guillermo Tell
Los que escapan de allí temen hablar con periodistas porque sus familiares pueden ser objetos de venganzas, y los testimonios que ofrecen dan cuentas de bancos cerrados, decapitaciones, no hay señal de teléfono, apenas alimentos, y solo hay médicos para los del Estado Islámico (ISIS). La universidad está cerrada, las mujeres tienen que salir a la calle acompañada por hombres con el rostro cubierto y guantes. Y las decapitaciones son diarias.
Sirte es la ciudad natal del gobernante Muamar El Gadafi, tras cuyo derrocamiento y eliminación física Estados Unidos y socios de la OTAN llevaron a cabo una operación militar injerencista, que solo ha dejado como saldo hundir en el caos al petrolero país norafricano, desatando la fragmentación, la violencia y la acefalía institucional persistentes en los días que corren.
Con esta intervención se ha convertido a Libia en nuevo espacio para que la despiadada organización terrorista siente bases y se extienda por otros territorios de la región africana, lo mismo que ocurrió en su momento en Afganistán, Iraq, y después propició la tragedia que vive Siria.
Recordemos cuanto se ufanó la entonces secretaria de Estado Hillary Clinton, remedando una frase histórica de romano Julio César de que “vine, vi y murió”… O al presidente francés Sarkozy, uno de los animadores de intervención militar, quien antes no tuvo escrúpulos en recibir para su campaña electoral financiamiento de Gadafi.
Las invasiones orquestadas por el imperio y sus acólitos, salpicadas de cinismo e hipocresías, siempre sembraron caos en las naciones agredidas para acrecentar su pobreza y adueñarse de sus recursos.