De los tres presidente del Trío de los Azores, que patrocinó la invasión de Irak en 2003 (el estadounidense George W. Bush, el británico Tony Blair y el español José María Aznar), sólo el último sigue justificando la guerra que provocó un incendio cuyas llamas aún no se han apagado. (Fuente: El País)
Guillermo Tell
José María Aznar.
Con todas masivas muertes, el corolario de huérfanos, mutilados, cuantiosos daños materiales y la siembra de inseguridad y terrorismo no sólo en Iraq, sino en países aledaños en la región persistentes hasta los días que corren, que causó aquella asesina invasión todavía Aznar tiene el desparpajo de justificar lo injustificable.
Lo ha reiterado en una carta aparecida en un libro recién publicado del actual jefe de la diplomacia española, y cofrade de su Partido Popular, amparándose en que las tropas nacionales llegaron al país agredido cuando Estados Unidos, se las arregló para conseguir en el Consejo de Seguridad de la ONU una resolución a favor de las potencias ocupantes ante el hecho consumado.
Puro pretexto que no le libra como jefe de Estado de la época de contumaz complicidad con lo que el mundo ha condenado y cuyas fatales consecuencias están a la vista. En una muestra de servilismo histórico alega sin sonrojo que “no se puede pedir ayuda a un amigo (Bush) y negársela si te reclama”.
Este último en sus memorias, publicadas en 2010, después de provocar todos esos daños, terminó reconociendo la inexistencia de las supuestas armas de destrucción masiva, con que se engañó a la opinión pública. Y todavía se sigue aguardando por el aplazado mea culpa prometido por el ex premier británico.
Pero Aznar se atreve a proclamar que su apoyo irrestricto a la invasión a Iraq benefició a España, cuando hasta su territorio llega la amenaza del llamado Estado Islámico y otros grupos extremistas, frutos de lo ocurrido en 2003.
Perro huevero aunque le quemen el hocico.