A diferencia de sus padres y abuelos, que tras cumplir el sueño de llegar a Israel gracias a dos grandes operaciones aéreas (1984 y 1991) preferían no quejarse en su nuevo país, los jóvenes judíos de origen etíope nacidos en este país alzan la voz, toman las calles, bloquean autopistas y se manifiestan en las redes sociales para denunciar la violencia policial (Fuente: El Mundo).
Guillermo Tell
Policías israelíes detienen a un etíope durante una manifestación en Tel Aviv, este domingo. Foto: AP.
Todo empezó con la circulación de un video que muestra a un policía agrediendo al soldado de origen etíope Demas Fekadeh, en la ciudad de Holon, y aunque dos agentes fueron apartados de sus funciones y sometidos a investigación, el incidente actuó como detonador de un malestar más a fondo acumulado en la comunidad de origen.
De ahí que estallará una manifestación de un millar de jóvenes etíopes frente a la residencia del primer ministro Netanyahu seguida por una concentración en un centro comercial de Tel Aviv con pancartas contra el racismo y la violencia que se saldó con 40 heridos al intervenir fuerzas policiales.
Entre los participantes entrevistados por los medios se escucharon comentarios claves como “exijo las mismas oportunidades que el resto de los ciudadanos, no quiero ser siempre un sospechoso a ojos de la policía” o que “muchos nos ven como ciudadanos de segunda en el trabajo, en los estudios o a la hora de alquilar una casa”.
La ex diputad israelí Pnina Tamano-Shata, nacida en Etiopía y una de las principales voces del descontento ofrece otros datos reveladores: el 40 por ciento de los presos menores en la cárcel Ofek son etíopes, el 51 por ciento de las familias de este origen viven bajo la línea de la pobreza y el porcentaje de suicidios en esta comunidad es cinco veces superior al de la población en general.
Este es el desenlace real de aquellas espectaculares operaciones de traslados de felashas a la presunta tierra prometida.