Un ejército de indigentes alemanes ha invadido este verano las calles y las playas de la isla española de Mallorca, mediante la última versión del controvertido videojuego "Mendigogame", en la que miles de vagabundos luchan por ser el que más se emborracha y más carteras roba a los turistas. (Fuente: EFE)
Guillermo TellVendidos como si sólo consistieran en meros entretenimientos, gran parte de los videojuegos lanzados comercialmente para consumo de absortos consumidores internaúticos en realidad reproducen y alientan actitudes y comportamientos apropiados para mantener un sistema de diferenciaciones sociales. Justo por funcionar ser así la empresa alemana Farbflut Entertainment que lanzó el "Mendigogame", ha expresado tanto regocijo por haber conquistado ya en pocos días más de 50 mil usuarios de un nuevo producto mediático, que "multiplica la diversión entre nuestra comunidad".
Cuesta trabajo aceptar la edulcuración empresarial de que con ese juego se pretende asumir un compromiso activo con las personas sin hogar y comprender las "dificultades de los mendigos", los que por cierto aparecen en la pantalla como villanos caídos del cielo, integrantes de un irremediable orden natural, inalterable, que atacan inocentes turistas y hacen otros estragos pero siempre se cuidan de no dirigir sus dardos del juego contra las prohibidas zonas de opulentos privilegiados. Violar esto último sería otro videojuego sin trampas.
