Estafadores, tramposos y hasta desnudistas acuden a la costa estadounidense del Golfo de México, buscando una tajada de los 20.000 millones de dólares que BP Plc ha destinado para compensar a los residentes por pérdidas ligadas al derrame de crudo. (Fuente: Reuters)
Guillermo TellPrimero fue la criticada firma petrolera con su pecado original de lesa contaminación asesina de mares y especies, después las justas demandas de pescadores afectados, y ahora los vividores aprovechados, en un relevo de depredadores de la naturaleza a buitres despediados tras la pista del dinero. La ruta que siguió a la tragedia del Katrina en New Orleans parece reditarse para que las compensaciones se desvíen a destinos especulativos.
Hasta el administrador adjunto de la oficina de reclamos de BP en Boothville, Luisiana, ha puesto en duda la legitimidad de personas que se presentan con la documentación requerida, pero cuyos aspectos en nada coinciden con los de los hombres y mujeres que han perdido su sustento del mar, quienes por cierto se han quejado de dilaciones burocráticas.
Agresiones ambientales, fraudes, estafas e impunidades complacientes se dan la mano allí donde todo vale, mientras el planeta y la inmensa mayoría de sus habitantes tienen sobradas razones para quejarse.
